o de sus tantos coches negros (porque todos los que tenía eran de ese color). Al cruzar la puerta del lobby,
re intimidaba a todos, pero a ella especialmente. La mujer se apresuró a tocar el botón apenas lo vio cruzar; a Walke
mientras ella hablaba. Le fascinaba ver cómo el cuerpo de ella apenas temblaba por su sola presencia, mientras una media
ursos Humanos cuand
jer a
ra pararse a un costado, esperando que él pasara. Owen no
a las 9 -er
s asistiéndolo, de los cuales 6 lo hacía también en su cama. Eso era lo que no se sabía del intachable y exitoso hombre de nego
uesto venía con otros "deberes". Cuando esos deberes lo aburrían, llamaba al gerente de Recursos Humanos y le decía que la dama en el puesto ya
La primera de sus secretarias que inició el juego simplemente se lanzó a sus brazos. Él lo continuó hasta que se dio cuenta de que la situación era perfecta: una secretari
fiebre y no podían comunicarse con la madre. Owen no volvió a entrar a la sala; no le importaron los gerentes, los jefes de sección, ni los acci
. Walker, pero no pudimos contactar a su
e suced
ero con el correr del día fue aumentando. Íbamos a llev
evaré con
a no tenía nada serio. Pero eso no le quitó el enfado hacia Elena, por su negligencia. ¿Cómo
tparto, todo se había derrumbado, incluso su propio matrimonio. Elena había recibido toda la ayuda de los médicos que él pudo conse
depresión, y para aliviarla y asegurarse de que su hija estuviese atendida, la había ano
ormida en su silla y una enorme angustia. Pero eso no se
ndo abrió la puerta, todo su mundo se vino abajo. Elena jadeaba debajo de un hombre, lo abrazaba por la espalda, su cara estaba transformada. Hacía mucho que él no la veía así. No pudo moverse o ha
grito asustado q
del hombro. Con su característica seriedad, Owen salió, cerró
; el otro hombre, Thomas Olivier, su socio de a
omenzó con la voz helada-. Ni siquiera respondi
avor! ¡Por fa
mi hija?! -gritó apuntando a Thomas-. ¡¿Es lo que
la vida
-intentó
ía cuando nadie más quiso hacerlo! ¡Cua
ento,
esafiante, semidesnuda y ter
re lágrimas-. Estoy
ma, cómo le temblaban apenas las rodillas, cómo
te con él -y ni siqui
de todos; lo había dejado por su socio. Pero Owen se negó a entr
ada en ella como en el dinero que le correspondía. Owen se lo dio todo y más. Par
olor, la pena, y la angustia de un corazón roto y el abandono de una madre. Ese lugar quedaría cerr
tan profunda, tan vil y ensa