en dos pequeños hoyuelos sobre las mejillas. Cada día se parecía más a Elena: con su cabello
illa, lo abrazaba con fuerza, lo llamaba 'papá', y ahí terminaban las similitudes con su madre. La niña era
siempre era una aventura para ella. Cargaba su bolso lleno de jugu
a visto sus primeros pasos, oído sus primeras palabras, y criado solo a esa princesa de 5 años que desborda
ado de su hija. Pero, una vez más, él no se rindió: Eva lo nec
tos a ayudarlo con la crianza de la niña. Su madre la adoraba con locura,
o examen; esa era su hija. Lo supo ni bien se la pusieron en los brazos el día que nació, su Eva. Tal vez no quería saber; a lo mejor no quería
la sonrisa franca. Y es que ella era todo lo que tenía, en su pequeña burbuja eran solo los dos. Podía recogerla del
e todo, la mirada de las damas que se sorprendían y no dejaban de suspirar ante la imagen que devolvían juntos: la niña en brazos
rdín de infantes; no se perdía ninguna reunión o festival en los que ella participaba. Le tomaba fotografías y
jado atrás. No tenía ningún interés en volver a pasar por la mentira, la traición o el desengaño; así que solo fingía no notar esos ojos y no esc
os días, después de una agotadora jornada en la oficina, lle
tan mágica como ella? ¿Cómo podía sonreír con esa pureza y ese brillo en los ojos que lo encandilaba? Todo un misterio, todo un mister
de las comidas, pero ¿qué dices
a se iluminab
rando sus brazos al aire y movi
sonoros en la mejilla. Se demostraban el amor que se tenían el uno por la otra de esa manera,
esas cantando una canción inventada, que no rimaba, con palabras sueltas y esa cari
l tío de Owen. Allí tenía una habitación de juegos, un parque enorme por el cual correr sin detenerse,
s, menos él, se enteraron de que un
l periódico que estaba leyendo sobre la me
ocía ese sonido, era el de
ré a tomar
de averiguar qué había causado ese ceño fruncido. Ojeó varias páginas y ahí estaba: la
-exc
le pregu
isimuladamente escondió el periódico detrás de s
oto el corazón y abandonado a su hija; él solía ser amable y alegre, y
tenía sentido traer de regreso esa humillación y dolor a su hijo. Ella había sido una de las ta
pudiese solo hacer de cuenta que no existía ese bebé. Lloró muchas veces junto a la cuna de su ni