saciones y la música suave llenaban el ambiente, pero para Ariana Ortega, nada lograba calmar los nervios que le recorrían el cuerpo. Esa noche había llegado el momento de cumplir su decisión: co
dentidad, y por eso había solicitado que el lugar estuviera a oscuras. Solo necesitaba la tranquilidad de un acuerdo mutuo, sin preguntas ni miradas inquisitivas. Con el corazón latiendo fuerte, emp
ltimos meses habían sido una interminable sucesión de reuniones, estrategias y presiones. Así que, por una vez, decidió ceder a un impulso y sumergirse en el anonimato del bar par
tos. Cuando se acercó a él, se las ingenió para deslizar un líquido transparente en su bebida. Daniel tomó un sorbo sin notar nada fuera de lo co
penumbra y los pasillos oscuros, se equivocó de habitación, entrando en el lugar donde el hombre de la agencia la esperaba. Sin perder tiempo
estado nebuloso, abrió lentamente los ojos. Sentía que estaba atrapado en una especie de sueño ext
as de sí. Él no decía nada, y la oscuridad solo permitía ver su silueta. La situación era extraña y, sin embargo, ella pensó que todo estaba salien
tos en una conexión extraña, silenciosa e íntima. Afuera, la tormenta seguía azotando las calles, mientras ellos se s
nebuloso que había sido todo. No se había atrevido a verle el rostro y, aunque eso era parte del acuerdo, una duda empezó a crecer en su inter
costaba recordar la noche anterior, sus recuerdos eran como fragmentos distorsionados. Recordaba vagamente haber estado con alg
sin saber que ese encuentro en la oscur