nte horas, pero mis pensamientos seguían en la misma dirección: Alec. No podía dejar de pensar en él, en su mirada intensa, en la forma en que mi cuerpo había reaccionado ante
vía hacia lo que sentía como mi inevitable destino. No podía huir de lo que estaba pasando dentro de mí. Sabía que el encuentro con
el lugar era un refugio que ni siquiera sabía que buscaba, pero algo en el aire lo hacía sentir como un punto d
odía
i corazón dio un salto y, cuando miré hacia arriba, encontré los ojos plat
de una mezcla de advertencia y algo que no pud
tía. Mirarlo tan cerca hacía que mi piel ardiera, pero también me ha
n la situación. Sentí la tensión en el aire, como si estuviera al borde de una cuerda floja.
contener la pregunta que me rondaba desde que había llega
as nos separaba un par de centímetros. La electricidad que había sentido la primera vez que se acercó a mí expl
laran bajo el peso de sus palabras. La elegida. Esa frase seguía resonando en mi cabeza, pero ahor
el suyo que la temperatura de su piel parecía envolverse con la mía. Necesitaba pensar, pero el d
r la forma correcta de expresarme. Lo miré a los ojos, con más preguntas que respuestas, per
esonar a través del aire nocturno. Finalm
donde sentí el ardor del símbolo marcado, invisible para los demás, pero tan real como l
mociones contradictorias. ¿Destinado a él? No podía creerlo
rpo reaccionara. ¿Cómo no iba a responder a su cercanía, cua
sado. Algo dentro de mí me decía que no podía seguir alejándome de él, que ese
a suave pero cargada de una intensi
sabía qué más decir. ¿Cómo no temerle a
de mi exterior, como si pudiera leer cada uno de mis pensamientos. Finalmente, me tomó de l
ás grande de lo que crees. El amor, el destino, la manada... todo
io para más palabras. La conexión fue instantánea, un choque de energía pura que recorrió cada
or sabía que esto solo era el principio. La Luna no había terminado d