e solo él parecía poseer. Sus pasos eran firmes, pero su rostro delataba una tormenta interna. La situación se estaba volvie
recía intensificar la sensación de que todo estaba al borde del colapso. Sabía que Leonardo tenía la capacidad de manipular cualquier situación a su favor, pero est
re Claudia y Mónica Delgado. Había incluido lo que sabía, pero, sin embargo, algo no encajaba. ¿Por qué Mónica? Ella no
o también sabía que, en este tipo de situaciones, las lealtades eran frágiles, y ella misma no estaba tan segura de que pudiera confiar plenamente en él. Si lleg
pero, ¿Sofía? Quién sabe como terminarían
que actuar. ¿Debería ir a Claudia? El pensamiento la azotó de inmediato. Si Leonardo estaba jugando con fuego, tal vez era hor
e abrió de golpe, y Mario, el asistente d
blar. -Su tono grave n
ó, instintivame
tó, su voz contenía
io, casi como si estuviera, d
grande que un simple ajuste de cuentas. Ya no es solo un juego entre ellos dos. Está involucrando a otras piezas, Sofía.
riente eléctrica, y por un momento, el
endo que la decisión era mucho má
miró fi
enes que dejar de ser solo una espectadora. Este juego no lo juegan solo él y Claudia
ande de lo que había imaginado. Había sido una espectadora, sí, observando desde las sombras mientras Leonardo
a proteger los suyos. El riesgo de estar involucrada en este conflicto no era solo una cuestión de perder su puesto en la empresa o su relación con él; era algo
ndo la mirada hacia Mario. Su voz, aunque firm
n momento, evaluando s
uedas ganarte su confianza antes de que ella dé el siguiente paso. Si la situació
ía, calculadora y despiadada. No había espacio para la duda en su vida, y Sofía sabía que cualquie
sí misma, mientras miraba el escritorio. Podía sentir la tensión que se acumulaba
ue iba a decir algo más, pero sus palabras fueron interrumpid
damente, sorprendidos
Sofía, atravesó la puerta. Su presencia se sentía incluso sin verla. Sofía tra
pies. Mario la miró con una última advertencia en los ojos antes de d
mbral, vestida con un elegante traje negro. Sus ojos, siempre afil
audia, con una calma inquietante. L
ente corría a mil por hora. "Este es el momento," pensó, sabiendo que cual
ante, Sofía sintió que algo en su interior se quebraba. Este encuentro no sería solo una conv
on una sonrisa fría. El tono de su voz dejó claro que estaba espe
ión, pero sabía que el juego acababa