queña joyería familiar, sintiendo u
bate cuerpo a cuerpo en el mundo de los grandes negocios o del combate cuerpo a cue
sí, pero no tendría nada
ión de su preocupado padre. Había pasado un año entero evitando a Carlo como si tuviera una enfermeda
odía c
ro eso no significaba que él aceptara su despedida. No podía. Su a
la familia di Santis era una familia de
zumbido que debería haber acompañado su entrada. Era una medida mínima
hacia dentro
nte cabello castaño, que recordaba con más cariño, extendido sobre sábanas de seda blanca, estaba recogido en un elegante moño francés. El estil
laba sus esbeltas caderas y su estrecha cintura sin mostrar más que un par de centímetros de piel por encima del tobillo. Sin embargo, si se mov
e reacción a sus pensamientos que se
vez. No había disminuido en un año de ausencia. Un año en el que ni siquiera había sentido la tentació
quedaba. La única forma
cia la parte trasera de la vitrina para s
lo
ernal y sombrío. Era lo opuesto a la reacción que había tenido ante
ubo bie
r es la que mejor de
terrizó con un ruido sordo en la par
ababa de hablar, en lugar del fantasma que se encontraba justo en la pu
marqués? Los ojos de la joven se iluminaron y asintió, volviéndose hacia su prometido
mor tan seguramente como la des
ja. Era bueno amar y ser amado. El hecho de que su propia vida tuviera pocas esperanzas de
ado Claudio, tomó el anillo y lo deslizó en e
erfecto",
l de conseguir. Esa sería otra venta. Joyer
e her
e que había sido producto de su imaginación,
arlo como si fuera una especie de benefactor benévo
ias s
ecesarias, ¿no?". Fue el turno de Claudio de sonreír
ño a su futuro esposo. "Nos conocimos durante una gira por Europa.
ecía muy satisfecho con esa situación; su ac
o el hombre para quien la palabra «compromiso
a sus buenos deseos, compró el anillo y las alian
para disimular el agujero que había dejado la mercancía vendida. No te
ar más piedras y mucho men
estoy aquí no h
do el impacto físico que su presencia