ruidosa que los latidos de su propio corazón. Afuera, en la penumbra de la habitación, Nico ya se había quitado los zapatos y se aco
catástrofe. Sonreía con esfuerzo, con los labios tensos y las manos heladas. Sentía
-preguntó Nico mientras se
ió ella, obligando s
hacia el clóset. Sus pensamientos se amontonaban, desordenados: ¿Está
familiar la golpeó de lleno. Su olor. Su peso. Todo lo que
-. Si no fuera por Julián, me habría dormido en
h, lo sé, pensó. La ironía era t
la voz fingidamente casual-
poco antes de volver a casa. Ya sa
ara no ser descubierto después de besarse con su novia. Lo más ridículo de todo es que Julián seg
sistió Nico, acar
ó, aún mira
... estoy
amo,
bién
o pareció notarlo; ya estaba cerrando los ojos. En cuestión d
encio. El peso de la situación la aplastaba. Sentía que estaba metida en una escena sin salida, atrapada entre la culpa y una sens
ubiese sid
e, se movió con cuidado, levantando apenas la sábana. Se incorporó, descalza, y caminó con pasos sua
puerta co
da que le lanzó fue casi un reproche, pero también tenía ese b
loca?
respondió ella
aba cargado de electricidad. No sabían qué decir. Había
-dijo ella fin
tió, pero n
.. ¿qué
spuesta. Una clara, una que sirviera par
-. Fue un error. U
ada
va. Por un instante, volvió a ver lo que había sent
n, por
ruido. Se detuvo junto a la puerta del cuarto, gir
r nada. Nunca.
o
voy a o
por el pasillo, y luego, el leve clic de la puerta de su habitación cerrándose con cuidad
en la cama, pero
creyera que seguía donde siempre, algo en ella y
na canción nocturna, Camila sintió que lo que había comenzado como