e no debo recordar lo que pasó anoche, pensó, intentando calmar la tormenta que se desataba en su mente. O terminaré arrepintiéndome para
ó suavemente la mano de Camila y la besó en la parte posterior. ¡Dios mío! ¿Cómo podía alguien parecer tan inocente y al mismo tiempo tan... sex
-preguntó de nuevo, su mente luchando
con la misma cara, aunque dudaba que hubiera otro hombre en el
uchado en la universidad. Las historias sobre él, sobre cómo era capaz de torcer el cuello de
mpleto. ¿Podía ser solo otro hombre con una historia no conta
ndió Dylan
do esa expresión serena y casi cálida en su rostro. ¿Qué estará pensando? ¿Estará considerando cómo d
o dos años desde la universid
mera mención seguían frescos. ¿Por qué, de todas las personas, tenía
rtarse de lo que esperaba que fuera una pesadilla inducida
e, tomándole las manos con una mirada
dear repetidamente. ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Era
es
aba en caos, buscando una salida. ¡
Sabía que los hombres odiaban que las mujeres usaran lo que había pasado en su contra, y si eso significaba liberar
ió Dylan, su
rpleja. ¿Eh? ¿Acab
e a los ojos, su voz llena de convicción-. No de
edó en blanco. ¿No una aventura d
un paso hacia ella. Sus palabras eran una promesa, per
sando, pensó, sintiend
ando procesar lo que Dylan acababa de decir. ¿Por qu
una inesperada culpa que empezó a carcomer la mente de Camila-. Dijiste que asumirías la resp
confusión se mezclaba con el creciente pánico. ¡Est
erdad? -Sus dedos se entrelazaron con los de ella, y su toque parecía quemar, aunque no de la manera que Camila hubiera
a cuenta. La angustia de los últimos días se desbordaba como un torrente imparable, y los recuerdos dolorosos se arremolinaban en su mente. Seis
bras frías que le dejaban un hueco en el pecho. No importaba cuántos indicios de interés mostrara, él nunca los veía. Su presencia se sentía como un mero accesorio en la vida de Andréi, una her
fantasía se rom
Andréi al final del día, cuando ya estaba guardando sus cosas. Su tono era casual, como si no supi
ome
nte cualquiera, ni una socia de negocios. Era su prometida, alguien con quien se c
Andréi aún no había entregado su corazón a nadie. Pero ahora todo estaba claro. No solo había alguie
a
en la escalera que él ascendía. Y con cada paso que él daba hacia arriba,
decir nada en respuesta, porque las palabras se negaron a salir de su boca. Y la verdad era que no había
: el bar. Y allí, entre tragos, se ahogó en alcohol. Su
de la mañana siguiente, n