vista d
el sonido haciendo eco de la finalidad de tod
LIZ CUMPLEAÑOS" colgaba sobre la chimenea. Un pastel a medio comer, no el que yo ha
y llevaron una pequeña mancha a mis labios. Era empalagosamente
menea. Mi padre me lo había dado en mi décimo cumpleaños, el último cumpleaños que pasamos juntos antes del divorcio. Era uno de los
de mi padre, la madre de Karla, años después, con los
ondiciones, sin querer algo a cambio, era una fo
o lágrimas. Trajo una
a amiga. Había intentado ser el ancla en la tormenta de todos. Pero
ta de juga
ta de ser
nos un planeta con mi propia órbita, no u
ó en la mesa. Do
do lejos. Estoy en el hospital con Karla. Tiene un esguin
ón de negocios. Sin disculpas. Si
s. Solo un recordatorio de que tu última sesión de TEC es
taría las últimas ataduras d
l nombre de un hombre al que había prometido amar pa
n, escribiendo una r
Evans. "Confirmado
queño y brillante cuadrado azul. Lo rodé entre m
que me había mirado, en la forma en que la había sostenido. Los
medio comer a la basura. Quité la pancarta. Llamé a un servicio
nmobiliario cuya tarjet
marte por la fiesta de mañ
os -dije, mi voz uniform
ncio atónito
n de terminar las renovaciones. L
ije-. Quiero que
? Quizás deberías consul
a, Marcos. Ponle un precio para que
de que pudier
ador, las joyas caras, la vida que había construido con él. Tomé solo lo e
r. El joyero de mi madre. Me lo había dejado cuando murió, una colección de piezas llamativas que nunca usé. Había sido una mujer
las palabras, espesas por la g
o amor. Después de una pelea particularmente viciosa, me encontró llorando en mi habitación y silenciosamente colocó un
había susurrado, su voz ron
maternal. Era un recordatorio doloroso, pero un recordatorio al fin y al cabo. Lo había vendido la semana pasada para ay
ón de mi teléfono.
t
da, pero no estás pensando
de mis padres. El que nunca te quitas. T
o. Sobre un paño de terciopelo. Mi cora
vuelta. Usando el fantasma de u
iado
esnudo de la habitación de invitados y cerré los ojo

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