asa de madera. Los rayos daban un pequeño color moradusco al cielo siendo la única luz que entraba
luna, con su pequeña silla de acompañante y un closet que apenas le cabían más cosas. Temía abrirlo y no solo porque se le caerían las cosas encima. No. Había algo mucho peor ahí esperándola, asechando para en su primer descuido atraparla y devorarla; no podía dormir esa cosa la devoraría.
rojo por la sangre de sus antiguas víctimas, al igual que sus garras a por desgarrar la carne de las antes mencionadas, unos ojos saltones de color cobren que te atraviesan el alma desde que posa sus ojos en ti ¿Qué haría? ''Nada'' se respondía secamente mientras se
a la palabra ''dignidad'', pero en este caso era la palabra que mejor confinaba con lo que pensaba. No dejaría que la bestia la lastimara, estaba decidida, aunque en el fondo realmente la pequeña Emely deseaba que la bestia pasase de ella y fuera por otra presa. - No sería eso egoísmo - Resonó una voz en el fondo de su mente - dar desgracia
or las pequeñas muescas en la madera añeja. Al fin el amanecer h
arse Emily –escucho
mamá –r
ir correctamente el color de sus ojos por las profundas ojeras que los recubrían o quizá fuese porque su vista se había deteriorado, de todas formas recordaba que alguna vez fueron verdes ¿o eran azules?; apenas podía peinarse sin sacar la mayor parte de su cabellera, verse de manera tan miserable le hizo pensar hace cuanto empezó
larga mesa de caoba llena de muescas y rayones los úl
, cariño –le
.. Bue... bu... ¿qué? Había
anoche niños? -p
–respondiero
pensó Emely '
dormiste? –rep
–resp
onstruo de tu armari
y con cierto enojo,
madre – Ya ha pasado tiempo, eres una
al monstruo del armario mam
mamá! –gritó e
entras ella se pasaba las noches velando por su seguridad ellos d
a comer –dijo la madre de
n poco de jugo de naranja; un desayuno muy simple, aunque bast
ana extendida, su madre se encargaba de los quehaceres de la casa y cuidaba de los gemelos Alma y Mati dos niñ