de Noviem
a disfrutando de lo que para ellos es un excelente día de verano, con un sol resplandeciente y un cielo despejado; la brisa fresca y marina refrescando sus rostros, mientras una fina copa con algún vino demasiado caro para cualquier otro mortal, se calienta en sus manos. Una charla amena, lig
piro tan hondo como mis pulmones me permiten, llenándolos a su máxima capacidad
entar mi rostro, una botella de Smirnoff, ahora vacía, con rastros de lo que fue, o eso espero que sea, mi pintura de labios. Las náuseas vuelven a hacer ac
o faro, con el maquillaje corrido, oliendo a vómito, con el cítrico sabor ligeramente amargo del vodka, acariciando mi paladar, refrescándome
esuradas, desequilibradas y del Smirnoff. (¿Por qué debía tener Smirnoff?)
espués de hoy, no existe futuro, y la única salida a este presente abominable se encuentra a mis pies, en esa agua fría y espumosa. Mientras el sol comienza su lento pero seguro recorrido hasta la cúspide del cielo, lucho por poner en orden mis pensamientos. Una presencia, acaricia con sutileza la superficie de mi consciencia, es una pieza de un gran rompecabezas de mi último día; una pieza sin
y dejo el recue
regunta el cajer
negro azabache, unas pocas canas comienzan a aparecer en su cabello, dándole apariencia de tener reflejos
él. Ambos queremos terminar la transacción y continuar ahogándonos en nuestros problemas. E
Dice enumerando mis productos para mantener sus pensamientos concentrados
algunas monedas de propina. Algunos billetes sueltos se tropie
tras intercambiamos mi
- Y le dedico una peq
nta un lado de su boca, en lo que debe ser la mejo
*
robé el Smirnoff; pero no sé qué pastillas eran esas. Fuerzo un poco mi creatividad para darle claridad a esa vaga imagen del frasco de p
no es la misma botella de la
ujea en mí y la llamad