ic
evantarme de la cama, como, si quedándom
ha tenido cautiva, solo los primeros años de mi vida los viví de forma libre, pero cada
e, seguiría siendo cautiva, ahora de un nuevo dueño, p
scapar de aquella prisión, la segunda, quitarme l
pueda esconder sin que me encuentren, menos estando sola y sin dinero. La segunda, no podía ni pensarlo, pues era muy cobarde, demasiado valiente o am
aron, extraño a mi antigua Nana, más en aquel momento, pues ella seguro tendría la palabra justa para calmarme
su mismo tono de mando – que se hace ta
a v
perezarme. La realidad me llamaba, o mejor dic
sta aceptable, debes levan
me quedaba otro camino, esa muj
ación contigua. Me senté en una butaca frente a un espejo, de inmediato
uiere sencilla
ordene,
! y, como era de esperarse
uego de un rato le llegó el turno al vestido, si bien me había hecho pruebas, no lo había visto terminado, así que cuando lo vi en el maniquí, casi me desmayo, pero al ponérmelo, con el velo incluido, casi me pongo a llorar, ¿qué niña no sueña con ir al altar vestida de prince
u
le. Con los años me había vuelto codicioso y muy dependiente de la posición que había logrado, este era el paso que faltaba para hacerme de todos los negocios de la familia y así regentearla por completo. Don Paolo había sido mu
l mundo a mis pies, todo lo que consideraba me merecía, luego de mi gran esfuerzo y mis años de d
, Luka!, todav
uien era mi amig
ealidad no qu
o o qué?, ho
bien que
sa hay algo q
ué c
novia e
i me la encontrara de casualida
la, me ha tocado trasladarla algunas ve
e la con
o puedo decirte que es una jovencita hermosa, m
asar, y no podía evitarlo. Me bañé y me metí dentro de un impecable esmoquin ne*gro, gracias a Don Paol
o me ap
so quieres hacer esperar
a lo m
alo, Luka,
que te recuerdo casi ni conozco, pero no soy malo cuando ma*to g
es eso, ahora eres un hombre de negocio
era religiosa, por lo civil nos habíamos casado días antes, pe
, de pie, frente al altar, esperando por la
razo de uno de sus custodios, la pobre no tenía ni siquiera algún familiar para qu
eso era cosa de mujeres, es más, yo ni siquiera quería casarme jamás, pe
, me pareció más un ángel que una mujer. Se acercó muy lentamente, tal y como dictaba el protocolo, no t
té de ver a través de su velo, pero era imposible. El sacerdo
e, como tu legítima esposa, para amarla, respetarla, serle fiel y cu
a algo que debía hacer y lo estaba haciendo,
el y cuidarlo, en las buenas y en las malas, hasta que la mue*rte los separe? - la sangre se me heló, pues ella no respondía – Alic
bes responde
respondió tím
hombre no separe lo que Dios ha unido – el sacerdote respiró aliviado – los anillos, por
demás, en otra circunstancia seguro me hubiera enamorado de ella. Estaba con la cabeza gacha, así que tomé su barbilla y la levanté. Me miró con una expresión entre miedo y tristeza, me recordó a aquella niña detrás de la cortina, eso hizo que mi corazón se angustiara, p