estado bastante relajada, mientras servía alguna que otra copa en la barra. Su trabajo no le a
orrachos, no había tenido ningún problema. Su único malestar era que no podía estar en ca
que se cumpliera la hora del cierre del local, Abril oyó un e
rataba de un borracho que se había caído, sin embargo, el alma abandonó su cuerpo cuando vio que los
ta chocar con una de las estanterías llenas de copa
, por lo que, luego de que Abril chocara contra la cristalera, dos de ellos, los
a de pies a cabeza. ¿Por qué demonios no había corrido cuando había tenido tiempo? ¡¿
e contener una arcada, en el momento en el que
sentido al ver al funcionario siendo torturado, s
bajo que se había adelantado unos cua
eguro? -i
una orden, Martin? -pregu
la confesión que buscaba por parte del
turas, se encontraba en el suelo y soltaba,
señor, es
como matar a un mosquito molesto -repuso el hombre con la voz más fr
el arma en dirección a Abril,
ldita sea! -r
a ti -le susurró su
il, la matarían, pero, si intentaba escapar, el resultado sería el mismo. Al fin y al cabo, y
o sobre el gatillo, Abril vio que de pronto todo se ralentiza
a pasaba por delante de sus ojos, el
emostrando que no llevaba ningún arma y que estaba dispuesto a mediar-. Por
se vaya de la lengua -
xplicaré cómo funcionan las cosas. Entró a trabajar hace un par de días y no tuve tiem
ti -lo amenazó. Sus ojos del color del cielo resultaban fr
r interceder por ella, sin embargo, nada estaba
lmas de las manos frente a él, a modo de rezo-. Le juro que ella no s
chacha y por qué l
dueño del bar-, sin embargo, es una buena muchacha, es m
cuantos segundos, que a Abril le resu
a enterar de que has abierto esa linda boquita, te las verás conmigo. ¿Te quedó claro
a y, como pudo, asin
idea de cómo había logrado articu
uficiente para aquel sujeto, ya que su
ino más bien una orden. Una orden que ella
ad de su voz y de sus ojos, sino porque su mirada le había hecho sentir algo que no tení
lo más alejada posible de él, si no quería correr peligro; si
minutos, había visto a la muerte de cerca, casi había podido palparla con los dedos. Sí, había logrado sobrevivir a aquello, pero no por eso el miedo la había abandonado, por el contrario, este no había hech
do con vida y salieran a su encuentro. Por este motivo, con el corazón desbocado, producto de la adrenalina de lo que había vivido
o regresara, pero, si no lo hacía, tal vez, ella debería presentar su renunc
paró ni por un momento y no se atrevió a mirar por sobre su hombro por
terior de su chaqueta y abrió la puerta para
n el salón. Por lo que, rápidamente, se dirigió en esa dirección. No obstante, en cuanto puso un pie en la sala y Ab
el hombre? Jamás se había comportado de esa manera frente a ell
inuación, se acercó a él y depositó
¿Cómo estás? -
aquel grupo «mafioso», como lo había apodado, se lo hubiese ordenado, sino más bien porque no quería recordar y revivir aquel momento. Ya demasiado t
rto tan tarde y por qué Abraham
da bien, pero no quiso indagar más. Si ella quería contárselo, tarde o temprano, lo haría. Sin embargo, él tampoco daría respuestas a lo q
, en cuanto Abril tomó asiento fr
ndida. Su padre no solía pedirle f
darle muchas vueltas. Si lo hacía, se enro
a y, de un lado del sofá, to
l patio y que la entierres -le pidió,
da entre su padre y l
qué quieres
-. Menos pregunta Dios, y perdona. Así que hazme el favor de hacer lo que te pido sin cuest
undos, mientras alternaba la mirada entre su
No lo sabía y, por el rostro de su padre, sabía bien qu
la caja en las manos, se encaminó al trast
padre. Sin embargo, después de meditarlo un tiempo, decidió que lo mejor sería hacerlo debajo de un viejo y enorme a
rido, no podría dormir, pero el esfuerzo por cavar el hoyo y luego tapar la caja y dejarlo tan pulcro que pareci
, su padre llegó a casa, con la mano en la cintura, sost
bien, recuerda esta dirección... -agregó, haciéndole señas para que se acercara y así poder hablarle al oído-
te estás muri
ombre con las pocas fu
sintió una punzada en el corazón, al comprender que no podría hacer nada por su progeni
ncia -le informó mien
empo. Toma a Mai
ciente de que no podía hacer nada por su padre, siguió sus órdenes. Él era el único que sabía
ribundo, sin embargo, lo mejor era to
lo h
, tan rápido como fuera posible, tomara algunas de sus pertenencias. Sin embargo, le advirtió qu
hermana menor mientras se ponía manos a
o que acababa de suceder y lo
no hizo más preguntas y obedeció cada
cuantas mudas de ropa, su móvil, su portáti
sta -le c
juntas, bajaron
o a sus espaldas, la puerta, por la que pretendían salir, se abrió de un fuerte golpe. El
hacia atrás, sobresaltadas y sintiendo c