levanta sobre Sowttwark? ?Han enloquecido los ingleses,
o personaje que al principiar nuestro relato vimos apoyado en un mástil so
sde entonces, y al fin la galera l
isote de mallas. Lord Surrey era un joven de semblante franco, estatura mediana aunque membruda, tez atezada y mirada atrevida. Junto á él había otro personaje, pálido, austero, de faz or
vaban sobrevestas de ante,
rey, hemos llegado, y haríamos bien en ponernos los arneses. Paréceme
había hecho aquella prudente observación. Después se armaron prontamente, y cuando estuvieron c
ferre á la orilla, que se eche un puent
pués los cuatro jinetes llegaron junto al rastrillo de
almenas, fué contestado por la
aterra
rechinando el rastrillo sobre el foso. Un capitán seguido de
sois? le
con una antorc
de su caballo á los archeros, se levantó la visera y dejó
cio delante de nosotros, a?adió aqu
s, precedidos del capitán, pasaron el
y el alboroto de Tames-St
itán? ?qué hacen los archeros que n
mos orde
l canciller y e
nsp
pitá
irar,
do de la Torre, adonde habían llegado, sobre Tames-Square; muy serio, milores, y con especialid
la Torre. De en medio de este tumulto sa
Juan, abajo
oz que dominó las demás como el tr
e salve, como esa es la voz de mi valiente Espada-larga. Capitán, volved á vuest
eros, y bien pronto rompieron á cuchilladas por medio de la turba, entrando en Tames-Square; por la parte opuest
el rey
eguían al hombre atlético, que hería á diestro y siniestr
es; la del de la hacha de armas era dorada, y en torno de su yelmo se veía una corona
nés y pendón real? gritó un jayán fornid
y dejó ver á la luz de los hachones
cayó de
itó arrojando su gorro al aire: ?Viva el rey
orazón-de-León no volvería de noche y tan de
de las armas doradas; yo ense?aré á e
itud, que se había agrupado en torno de los cuatro
ellado, el caballo de Ricardo Corazón-de-León (que él era e
un millar de voc
o armado en un imperioso ademán de silencio; la multitud calló c
ndres? gritó Corazón-de-León en una voz que se dejó oir de
pan! gritó el
los tr
beza de
a; algunas voces
el re
León perdió
ndose toda oidos. ?Silencio y plaza al rey! Que el pueblo elija una diputación, y que esta diputación
a comitiva real llegó al rastrillo de la fortaleza; en aquel punto Espada-larga plantó su caballo junt
la Torre se levantó dando paso al rey, á E
ntaban asombrados sus armas al ver á Corazón-de-León. Las cóncavas bóvedas de la Torre gemían al eco
yado en su hacha de armas. Rodeábanle en lugar preferente Ricardo Espada-larga, Surrey, Esex
una mirada severa el concurso; ?quié
ó temblando un anci
más severo; ?porqué habéis permitido que esa tu
a órdene
r un tumulto que rompe los límites de la ley y ater
más trémulo Apsley; debí haber dicho que tení
testó el rey levantándos
egente del reino por vos
se viva el rey Juan? Apsley, entrega la custodia de la Torre á Esex: Ese
s sordos sucedie
entro de la sala blandi
que se oponga
razón-de-León sólo vió rostros adictos. A
é introducid á la diputación del puebl
x s
y con
do y valiente vasallo; el rey os hace par d
a y besó la mano á Corazón-d
dón real, que llevaréis junto á él en la corte y el campo. Alzad. Y vos, milord, a?adió dirigiéndose
en la puerta de la sala, seguid