travesaron á Westminster, á Walter-Streed, y deslizándose junto á los muros de la
contenta porque iba con Dik; ni una sola v
amó á una puerta; la casa estaba sumida en el mayor silencio; nadie
a legión de diablos,
puerta, y apareció tras ella un
se?or... adelante... siento no poderos ofrecer nada... los aldermens se me han bebido mi último vino, que por s
al verdugo. Su hermano había buscado pan para él, y
y al
el hombre colorado, que volvió furioso después de haberse llevado mi pan. Más de una vez os he oído nombrar, y os esperan segú
se cubrió apresurad
o Dik, ?está a
S
anos á otro apos
s precedió á través de una
para burlar maridos, cuando es necesa
n abrió una puerta desvencijada, y los jóvenes
serable, aquel aposento
especie de taberna-mesón, donde la gente perdida, las rameras y los estudiantes solían pasar las noches al abrigo de las rondas de los aldermens, que daban con ellos en la cárcel del condado de Surrey, ó en la picota de la plaza de
; en esos muebles se ha sentado todo un alto person
ra brusca á Robín, pareció interesar
?y qué r
una pregunta que me embaraza, porque yo no debo enga?aros: cu
y, repuso Di
el rey Offa (este nombre en aquel tiempo, en Inglaterra, equivalía lo que ahora e
ese rey
II de In
n en que se había dejado c
este miserable d
k, que yo á nadie he contado esto, y que vos sois y vuestra compa?er
í ese monje? pregun
ma del rey muerto, y por
onocía á
su co
ese monje, á qué m
s le he visto. Un día le seguí y le ví entra
n más atención que nunca, y sentándose sobre la cama calló un momento como preparándose para un largo relato; Dik creyó oportuno sentarse
re que es escuchado con atención por primera vez; sí, muy ni?os, cuando acontecieron los terribles t
n su sillón co
ba; los tarines llovían en mi gorra, y estábamos perfectamente; pero llegó un tiempo en que el pan estuvo escaso y en que los tributos crecieron. No gobernaba entonces el Obispo, pero lord Macclair, favorito del rey, era un soberbio sanguijuela. El populac
el r
íamos á otra bailarina escocesa, y le
ó el ochenta y tres. Fué un a?o terrible; el pueblo, agobiado por el hambre y los tributos, se rebelaba cada día contra el rey, y Londres era un eterno campo de batalla; Enrique el joven, Ricardo y Juan-sin-tierra, hijos de Enrique II, alentaban el fuego, y al fin se declararon en abierta rebelión contra su padre, insurreccionaron el Poitú y la Normandía, y se presentaron á las puertas de la ciudad al frente de un ejército. El rey se encerró en White-Tower; pero los normandos asaltaron la torre indefensa, porque no había un solo inglés al lado del rey, más que lord Macclair y el conde de Salisbury. Entretanto los normandos robaban á Londres, los hijos traidores partían el trono de su padre, y el i
ar el efecto que había producido en sus
encia Dik; lo que no es tan claro es lo que pasó por el re
a?era estuvo en este aposento, asomada tenazmente á la ventana, á pesar de haberla nosotros invitado á ponerse en lugar más seguro. Desde el fondo del sótano oíamos los gritos de los combatientes de London Bridge, que duraron hasta la noche. Luego sucedió un prof
ncogió d
ien, ?v
maron á un tiem
ban lord Salisbury sosteniéndole, y la bailarina arrodillada en ese reclinatorio. Yo también escuchaba
sinado! ?no! ?no! ?Maldito sea mi hijo Enrique! ?Ma
ó el conde; tal vez alguno de ell
lamó el rey, ?h
lord Salisbury; es
s, milord;
perdonad al menos á vuestro hijo Enrique, que
Pocos momentos después volvió en sí,
e Londres, que has sido mi último amor, acércate y no llores; toma, y la dió un objeto que no pude distinguir; si mi Ricardo es rey, dile que muero perdonán
callaba, mirando, sobreco
na historia muy triste en verdad,
la mujer...
é mu
bail
, huyó y no la
mo se
que comunicaba con la escalera escusada que hem
e saber que un secreto de Estado está en vuestro poder, maese Robín. Será necesario poneros á recaudo,
movió; pero Robín, creyéndose perdido, quiso huir. El hombr
o! gritó Robín con
se precipitados pasos de algunos hombres por la escalera, la puerta se abri
ta de Adam Wast. Verla y arrojarse á ella pu?al en mano, fué obra de un mom
mayada en el primer tramo de la escalera; Adam Wast se levantó furioso y embistió á aquella puerta; la espada de Enrique II lució fuera de la vaina junto al lecho de muerte del mismo Enriq
daban tres contendientes: Adam Wast, Jorge Rak y Tom Flavi. Dik se había retirado á un ángulo, y desde allí mantenía en un ancho círculo á sus adversarios. Tom Flavi esgrimía d
estocada, y Tom Flavi cayó para no volverse á levantar más. La puerta se abrió, y llenóse el aposento de alabarderos del rey, ó mejo
tó á Dik el aldermen
de asesinato, cuando véis á un caba
ó una profunda
uatro cadáveres. Dik buscó á su herm
baja al aldermen; éste se despojó respetuos
mbres á
otro callado y sombrío, entre la mitad de los alabarderos; el
mpa?o, m
en la puerta de salida; e
junto al atrio, dijo el hombre negro á D
nto pensativo, mirando
der así; la canal
la casa y se dirigió lentamente á la de lady Ester. Cuando pasaba sus umbrales, la camp