n rey que tenía por cetro un hacha de armas y la corona ce?ida sobre un yelmo de guerra, temblaron, no atreviéndose á dar un pa
, pues? les p
no de ellos, para vuestra bu
á hacer justicia á
e?or, y el O
gesto Coraz
s hambr
yo á eso si no me indicáis
mprado todo el trigo para ponernos la ley y v
en los castillos de los nobles
n las armas en la mano. Vuestra gracia e
a vuelto de un largo cautiverio, pobre y desnudo como el hijo pródigo; de manera que os ha costado trabaj
ción popular, aplaudiendo de a
tros buscaremos un pedazo de pan para el rey; si el rey encuentra traidores, nosotros nos agruparemos en
evantóse del trono, arrojó el hacha de armas, y despojá
l rey, además, le hace libre de ellos por un a?o. Guardad vuestro pan y vuestro dinero para vuestros hijos; al rey le basta por traje su armadura de guerra, por alimento
del pueblo n
adió el rey frunc
vertido sang
iad al
spo cancil
á prisión y se p
presos esta noche porque rec
rán en l
; si lo hacéis as
dejando solo al rey
lo largo de la sala del Consejo. Todos los circunstantes callab
enden la Torre? preguntó Corazó
se?or, contes
capitanean á
co,
que aún no ha levantado los ojos del suelo, y más allá Sunders y Remi. ?Sabéis mis valientes capita
balbuce
ceme que estos valientes son los mismos buenos normandos á quienes dejé en guarda de la Torre; pero recuerdo también qu
o adelant
sos, se?or
spada-larga; milord guarda-sellos,
, contestó un homb
los calabozos donde
el hombre haciendo sonar un pesad
Larga, tomad cien archeros, é id á aseguraros de las personas del Obispo de Eli y del príncipe
a en un pergamino y le
rga tomó
a prender al gran justicie
edlo
íncipe Juan en esta cl
n moment
apela á la fuerza, sujetadle ?vive Dios! y encerradle. Cien hombre
ien archeros, y se
star en la Torre, y con suficiente escolta id con mi pendón á Cheapside,
ó el pendó
rland, seguidme
armas, junto a él a alguna distancia a la izquierda, el duque de Nortumberland; cerraban
abovedados donde están los calabozos, el llavero se detuv
r del muro, se levantó un hombre, pálido, casi
la hora? dijo
lamáis? pre
los ojos para evitar el resplandor de las antorchas que le deslumbr
sepultura, ó es vuestra sombra que viene a contemp
mbráis? insi
hemont, conte
mpo hace que
horas, días, ni a?os. Sólo recuerdo que fuí preso dos mese
os mandó
po de El
juz
resto ha sido negarme a reconocer por vue
gásteis vuestros
tán Smit
el rey volviénd
tó pálido co
espada al valiente y leal
obed
re y os hacemos nuestro primer escudero. Alzad. Vos,
ó Smitt arrastrándos
jo Ricardo
delantó cual si no oyese los
ante á la anterior. Slow, Kewin, Sunders y Remi, entregaron sus espadas á otros tantos capitanes adi
nte, y abrió la puerta
á aquí? pre
, contestó el llavero; s
a, y a
eteniéndose á la puert
son? dijo el rey viendo
ast, se?or, y un tabernero
alboroto. ?No tenéis nada
ín se arrojó á los pies de
vuestra gracia secretos que ta
revelarán e
iones,
al
archeros; el calabozo volvió á cerrarse, y Adam Wast
n mucho
ontestó el llavero a
un montón de paja; al ruido que hizo el rey golpeando con el
; ?han entrado los
mbráis? preg
se puso
, con
ué está
gre en el calabozo donde murió el conde de Salisbury. Así Dios me salve,
sois v
llavero de la To
rey os de
reguntó Stek
?qué rey puede ser más que su
á los pies del rey; la desesperación y
dió dirigiéndose al llavero, será bien que á tu vez seas guardado. Entre
ó las llaves, é inauguró su nuevo destino encerra
chimenea en que cabía una encina entera, mostraba aún ceniza y restos de troncos consumidos. En el centro de la cámara, había una pesada mesa de nogal, cubierta de polvo y pergaminos, y tras ella un enorme sillón recargado de entalladuras, teniendo por respaldo un gigante escudo heráldico con la divisa de los Plantagenet: un león rampante en campo de oro. Armas y arreos de guerra de todo género se presentaban por doquier á la vista, y llamaba asimismo la atención un colosal armario lleno de infolios manuscritos, que contenían la legislación inglesa, la normanda su
eón, sea su gusto por todo lo que era normando, hallamos por resultado que l
mesa estaba seco y en mal estado, su viejo tintero de hierro, en que el cincelador no había olvidado su real blasón; pergaminos en blanco y borroneados; infolios de cetrerí
ancia real, escepto Nortumberland que alumbrab
s manos sobre la empolvada mesa, como tomando pose
dres y ma?ana de Inglaterra. ?Ira de Dios! bien aprovechan el tiempo. Dos reyes para un trono ocupado; uno sostenido por el obispo canciller, otro por la r
ó tras una
esos bueno
itó Nortumberland,
entraron y se arro
camaradas, dijo el rey dul
! murmu
a luz en poder del canciller, yo estaba en lo más profundo de un calabozo aherroj
ros, se?or, dijeron
que pedir contra
o; nuestros enemigos so
mano, que podía interpretarse
w, ve á ver si encuentras por los rincones de la Torre alguno de los antiguos galopos de mi baja servidumbre. Que
ió como u
azón-de-León, ?recuerdas cómo se
, s
esos quinientos hombres de armas
a donde se habían detenido; ?se?or! los normandos no reconocen mientras vuestra gracia viva
Guido, no os olvidéis de mandar, se a
in murmurar ni pensar en quejarse del cas
ijo Guido; siempre s
; después traedme esos buenos muchachos á ese terraplén
y precedidos de un normando que les alumbraba, sal
or la posesión de Jerusalén. ?Ira de Dios! primo, debes estar cansado de sostener tanto tiemp
render un haz de le?a que arrojaba en él un pajecillo de la servidumbre real; otros tres pajes traían sobre bandejas de oro una
e-León sorprendido; ?á que
d del fluído eléctrico había circulado á alguna distancia la noticia de los veinticinco azotes
mpaciencia de Rica
e á los nobles en Whitehall, y ha mandado preparar la cena en e
los pajes desaparecieron, quedando o
ler el aroma de sus comilonas. ?El pueblo tiene razón! le sangran para engordar con su sangre; la alegría de esos miserables es la muerte de Inglaterra. Y bien: ya que hemos encontrado pan, tomémoslo; qu
, muy parca. Los pajes entraron y recogieron el bri
rey junto á
re el pr
hizo entrar al
ón y Robín qu