Candy es una joven de 18 que sufrió el maltrato psicológico y físico de su padre, quien la culpa de la muerte de su madre, su hermano mayor prometió volver por ella pero nunca lo hizo, un día decide escapar con Ben un joven enfermero que le hace creer que esta enamorado pero solo la quiere para vender su virginidad al mejor postor, Amir es ese hombre, rico empresario pero con un problema, a punto de cumplir 30 años a odiado a las mujeres por culpa de su madre, hasta que unos ojos verdes lo obsesionan. Charly el asistente de Amir también se enamora de Candy, quien cambia su nombre a violeta, ¿Lo mejor? el hermano de Candy la está buscando. ¿Lo peor? Se entera que Amir su mejor amigo, embarazo a su hermana, ¿queréis saber que más pasa?
Candy Ángel una joven de 18 años recién cumplidos se encontraba en la sala de emergencias del Hospital H.L.M, su rostro estaba hinchado y los cardenales se comenzaban a formar en el, una vez más.
- Candy, ¿otra vez por aquí? - pregunto el enfermero con aparente preocupación.
- Estoy en problemas Ben, ahora sí que no sé qué hacer. - la preocupación en su voz era palpable, al igual que la angustia.
- ¿Que sucedió? ¿Por qué está la policía en el hospital?
- La vecina vio cuando papá me golpeaba y los llamó, si hablan con el medico sabrán sobre las otras veces y lo arrestarán.
La joven rubia tenía la mirada perdida. En su mente miles de imágenes se proyectaban, todas con un mismo final, ella muerta en manos de Aarón, su padre.
- Tengo una idea, ven conmigo, larguémonos de aquí, yo puedo conseguir la documentación necesaria, tu padre no podrá encontrarte jamás, podemos continuar con nuestras vidas en otro lugar, ¿qué dices?
- Pero... ¿por qué dejarías todo lo que tienes? Tu trabajo de enfermero, tus padres...
- Por qué yo te amo. Me enamoré de ti Candy.
- ¿Amor? Pero, apenas me conoces, ¿cómo podrías amarme?
- Yo siento que te conozco de toda la vida Candy, cada vez que curo tus heridas, veo el dolor reflejado en tus ojos, esos que deberían brillar siempre, pero se ven opacados por las lágrimas que derramas día a día, vamos, es ahora o nunca, tú padre no vendrá por aquí, mientras este la policía.
Y así Candy emprendió un camino que iba a estar plagado aún más de dolor y sufrimiento del que había conocido a manos de su padre, claro que ella no lo sabía.
Es que Candy no sabía nada de la vida, desde el momento en que nació su sufrimiento comenzó, su madre Melisa murió en el parto y su padre Aarón se aseguró que ella lo supiera y nunca lo olvidara. Cada día, desde que Candy tuvo uso de memoria, se lo repetía, mientras la golpeaba.
- ¡No eres más que una asesina! ¡¿Qué tipo de monstruo mata a su propia madre?!
Era lo que Aaron le repetía cada vez que la golpeaba y la golpeaba tan a menudo que ya se había olvidado de que una vez su piel fue verdaderamente blanca, ahora su color era una mezcla de amarillo, verde, azul y morado, dependiendo la fuerza con la que su padre la golpeaba, ella trataba de complacerlo en todo, casi al punto de quedarse inmóvil durante horas mientras que él se sumergía en el alcohol, todo para evitar que la golpeara, pero nunca lo lograba.
La joven soporto todo sin queja alguna, durante años, esperando el día que su hermano Matt volviera y la rescatara, y es que esa fue la promesa que le hizo el día que le dieron la beca para estudiar en Londres.
- Candy, debes ser fuerte, resiste, yo estudiaré, trabajare y volveré por ti. Lo juro.
Matt tenía 15 años cuando se fue, y dejó a la pobre Candy de apenas 5 años en manos de su padre, él sabía que la golpeaba, tan fuerte que incluso más de una vez le rompió uno que otro hueso, pero con el tiempo, Matt olvidó casi todo, y solo enviaba dinero para la educación de su hermana, educación que nunca obtuvo, ella era analfabeta, Aarón con el fin de evitar que alguien se entrometiera en su vida de alcoholismo y maltratos, la privó de salir de casa, el único lugar que Candy conocía y muy bien, era el hospital, aunque tratara de no ir con frecuencia, todo con tal de evitar una paliza más grande, solo cuando el dolor era insoportable, o sus huesos se rompían asistía a aquel lugar.
Ella lo pensó unos minutos antes de decidirse, la oferta de Ben era buena, pero el miedo por su padre y lo que le pudiera hacer era muy grande.
"Ya pasaron 13 años desde que Matt prometió volver, él ya se olvidó de mí. Es hora de que yo también me olvide de él."
- Vamos Ben, llévame al mundo. - dijo con un pequeño brillo en sus ojos y con un poco de esperanza en su voz.
- Claro que sí, yo te llevaré.
La mirada de Ben adquirió un brillo siniestro cuando la delgada y pequeña joven aceptó irse con él. Sabía que Candy acababa de cumplir 18 años, por si los detenía la policía no habría ningún problema, una vez que llegaran a la ciudad él contactaría a sus conocidos, para que le den documentos falsos, para así asegurarse que nadie los encuentre.
Ben era un reclutador, su verdadero trabajo era encontrar y atrapar a mujeres débiles como Candy, él como enfermero era el que debía llamar a la policía y dar aviso del maltrato intrafamiliar que sufría Candy, pero nunca lo hizo, espero como todo depredador, se ganó la confianza de la joven y cuando llego a su punto de quiebre, la atrapó, el infierno recién comenzaba para Candy.
Casi un año, había pasado desde que Ben la llevó a la ciudad, desde el momento que la tuvo solo a su merced, él la siguió maltratando, no solo golpes, también la hizo sentir nada, su poder psicológico sobre Candy era aún más grande que el que Aarón tenía, sabía que la joven era virgen, y pensaba entregarla solo cuando valiera la pena la paga, mientras se mantenían de las otras mujeres que tenía bajo su control.
- Hola pequeña.
- Hola señora María.
- ¿Cómo te lo tengo que decir? Dime solo María, es raro verte en el jardín del edificio, ¿ocurre algo?
- No, es que Ben está con una amiga y me pidió que saliera.
- Violeta, cuando te darás cuenta de que esas amigas que visitan a tú novio son chicas que trabajan... ya sabes, en la calle.
- ¿Venden hot dog?
"La señora María se ríe muy fuerte y yo no entiendo ¿por qué? ¿Acaso dije algún chiste?"
-Dime niña, después de que sus amigas se van ustedes... ya sabes, ¿tienen intimidad?
- ¿Intimidad?
- Sí, sabes a lo que me refiero, ¿hacen el amor? ¿Duermen juntos? - la joven por fin entendió a qué se refería, y no pudo evitar ponerse tan roja como un tomate.
- No, nosotros nunca hacemos eso, solo vemos las películas, Ben dice que tengo que aprender a ser una mujer y luego él llama a alguna de sus amigas.
- ¿Como? ¿Ustedes no lo hacen?
- No María, yo nunca eh echo eso, a decir verdad, aunque me de vergüenza decirlo, cuando vemos esas películas, me siento rara y quiero que Ben me bese, pero... - Se quedó en silencio al recordar lo que sucedía cuando quería tocar a Ben o que él la toqué.
- Pero ¿qué Violeta?, puedes confiar en mí. - Candy tenía cierta desconfianza ante el pedido de confianza, la última vez que confió en una persona fue Ben, y las consecuencias aun las estaba pagando. Pero aun así decidió hablar.
- Él se enoja y me golpea. - respondió en un susurro, bajando la cabeza.
- ¡¿Como que te golpea?! Eso no puede ser, debes denunciarlo...
- ¡No María!, por favor, no digas nada, él tiene razón yo no puedo comportarme así, primero tengo que aprender antes de hacerlo. Por favor no le digas nada a nadie, o nos tendremos que mudar, y.... en todo este tiempo eres la única amiga que he podido hacer, jamás en toda mi vida he tenido una amiga.
María quedó en silencio tratando de entender a esta joven pareja, llevaban viviendo en el edificio casi un año, y las únicas visitas que recibían era de prostitutas, a ella le simpatizaba la joven Violeta, nombre que le eligió Ben a Candy, a forma de burla por el color de su piel en aquel entonces, pero eran pocas las veces que la veía, que él la dejaba salir, además de creer que también practicaba el oficio, pero ahora estaba aún más confundida.
Cuando Ben le grito por la ventana "Violeta" subió corriendo, y ella llamó a su hijo, quizás podría hacer algo, en su corazón sabía que debía ayudar a esa joven, algo en la verde mirada de la pequeña rubia le daba ternura.
- Charly.
- Hola mamá, ¿qué sucede? - el joven se sorprendió que su madre lo llamara en horario de trabajo, por lo que la atendió de inmediato. Después de contarle lo sucedido, su hijo se quedó en silencio unos minutos, hasta que al fin habló.
- Mamá, quizás él pertenece a algún culto o algo que solo se casan con vírgenes y la este ... no se... preparando para el día de la boda, para que no se asuste o algo... tú solo... no te metas en líos, por favor, no te involucres en lo que no debes.
Mientras tanto, Amir Zabet, un gran empresario en el mundo de las joyas observaba con suma curiosidad a su asistente.
Le tenía aprecio a Charly, lo conocía de la niñez y cuando salió de la oficina decidió no interrumpir la charla que tenía con María, a quien conocía muy bien.
- Charly eso realmente fue raro. - Dijo levantando una ceja y mirando fijamente a su asistente.
- Disculpe señor Amir, mi madre tiene demasiado tiempo libre y lo ocupa para meterse en la vida de sus vecinos, no sé qué pretende.
- Dime más, suena interesante. - el joven aceptó contar lo que María le había dicho, después de todo no tenía secretos con su jefe y no veía nada malo en ello.
- ¿Cómo explicarlo?... una pareja de jóvenes se mudó hace como un año al edificio y hoy descubrió que ellos no tienen relaciones. - Resumió así de simple. Y la curiosidad de Amir aumentó.
- ¿Cuantos años tienen?
- Rondan los 20 años. Creo.
- A favor de tu madre debo decir que es raro, es tan raro que...
- ¿Que?
- Olvídalo, sigue con lo que te encargue.
Amir entró en su enorme oficina, camino hasta las paredes de vidrio y observo la ciudad a sus pies, desde pequeño tuvo todo lo que quiso, su padre Emir le puso el mundo a sus pies, en un intento de que olvidara el abandono de su madre Yamile, pero sin darse cuenta lo que más aprendió Amir fue a odiar a las mujeres, más cuando son jóvenes, hermosas y codiciosas, fue por eso que desde los 17 años hasta ahora, con sus 29 años, por su cama solo pasaron mujeres deseosas de dinero y poder, mujeres que no les importaba ser usadas y desechadas siempre y cuando se las llenara de dinero y joyas, se detuvo en ese pensamiento, ahora sabía que era lo que le había llamado la atención de la conversación de su asistente.
"Nunca estuve con una virgen."
En ese momento tomó una decisión que lo cambiaría todo. No solo para él, sino para mucha gente, todo cambiaría a raíz de esa decisión.
- Charly, llama a Dominic. - Dijo apenas cruzó la puerta.
- Sí señor, ¿le pido algo en específico? ¿Rubia? ¿Morena? ¿castaña? - Dominic era a quien acudían todas las personas de la alta sociedad, para saciar sus instintos más bajos, con él podías conseguir cualquier cosa, para todos los gustos, y lo mejor era la discreción.
- Una virgen, dile que pagaré 100 veces más de lo habitual.
- Eso estará complicado, me refiero a lo de virgen. Hoy en día es complicado.
- Sé que puedes y recuerda, nada de jóvenes obligadas o drogadas nada de eso. - Amir era de los hombres que creía que las mujeres decidían que hacer y con quien, pero eso no era tan así.
- Lo tengo Señor, no se preocupe.
- Claro que no, para eso te tengo a ti.
En poco tiempo Dominic contacto a Ben, un joven que siempre tenía con él a las mujeres más lindas jóvenes e incautas de la ciudad, luego de pactar un encuentro en su centro de operaciones procedió a hacer el trato de su vida.
- Pasa Ben, hablemos de negocios.
- Para eso estoy aquí Dominic. - Se saludaron como viejos amigos y se dispusieron a hablar de negocios.
- Mis chicas dicen que tienes a una virgen, y muy bonita, por cierto.
- Sí, es mi boleto a la buena vida, es muy hermosa y está en su punto, la he amaestrado bien.
- ¿Por cuánto me la prestaría o venderías?
- No, nada de eso, la estoy guardando para él que quiera pagar lo que vale, sin intermediarios, ya sabes, tú querrás tu tajada y yo recibiré menos eso... ella es realmente muy hermosa, es mi mejor diamante. - las palabras de Ben, solo despertaba más la curiosidad de Dominic.
- ¿Medio millón te parece poco por una noche?
- Medio millón ¿sin descontar tu parte?
- Medio millón limpio para ti, además te aseguro que la persona que la tenga no tiene ningún tipo de enfermedad, ni ningún fetiche que la pueda traumar, solo es una noche, a cambio pide solo tres reglas, ni tú, ni ella sabrán su nombre, ella debe tener cubierta la cara con un velo o algo, no le gusta ver a quien se folla, y obviamente tomara la píldora del día después, no quiere cargar con inconvenientes.
- Si es por eso puedo hacerla tomar anticonceptivos, a mí tampoco me conviene que quede en cinta, pienso sacar mucho de ella, que te digo, su belleza es única, hasta a mí me cuesta no hacerla mía.
- No, no, la quiere limpia en todo sentido, ni alcohol, tabaco, píldoras de ningún tipo. Él es así.
- Entonces no se hable más, cuando la debo traer.
- Aquí no niño, su asistente te dará lugar, fecha y hora. Ahora le diré que entre, y te doy un consejo, solo porque te aprecio, no te quieras pasar de listo, con él no se juega, tiene mucho poder. - Dominic salió e hizo pasar a Charly. Mientras que Ben ya soñaba que hacer con el dinero.
El joven Delgado y alto se dejó caer, enfundado en un costoso traje, de cabello ondeando, ojos color café y tez trigueña, Ben subestimó a ese hombre que no tendría más de 25 años y como no hacerlo, si Charly parecía inofensivo.
- Necesito que conteste unas preguntas. - así entró, sin saludar y yendo directamente al grano, él era el asistente de Amir Zabet, debía estar a la altura de su jefe.
- ¿Acaso eres policía? - Contesto sonriente Ben y esto causó cierta alarma en Charly, nada de mujeres obligadas, se repitió la regla de Amir.
- Esa pregunta... ella lo hará por propia voluntad, ¿verdad? Porque si no es así no tenemos nada que hablar. - Sentenció con toda seriedad.
- Claro que lo hará por voluntad propia, ellas siempre lo hacen, yo no tengo a nadie obligada conmigo. - Mintió descaradamente.
- No consume...
- Nada, ella es sana, no le gusta ni el olor a cigarrillos. Y mucho menos toma alcohol.
- Eso nos ahora muchas preguntas, solo queda aclarar, por último, que se asegure de tomar la pastilla del día después y luego espere cuatro horas para salir, de lo contrario si hace algún truco para después querer chantajear a mi representado.... creo que no es necesario decir que tú serás el más afectado. El desierto es amplio y cualquier lugar es una buena tumba. - Ben descubrió que sea quien sea él interesado tenía poder. La mirada de Charly, que en un principio le pareció aniñada ahora le resultaba intimidante. - Aquí está la dirección y todo lo que necesita para llegar, en la habitación encontrara una caja con lo que se debe poner.
Así de fácil, así de ruin la vida de Candy empezaba a empeorar. Ya no serían solo golpes. Ahora sería vendida como un pedazo de carne, del cual ni siquiera ella sabía su valor.
La fecha llegó, Ben ordenó y a ella solo le quedaba por obedecer.
- Pero Ben... no entiendo.
- ¿Eres idiota Candy? ¿Qué es lo que no entra en esa cabeza tuya? - Ben le daba golpes en la cabeza con su dedo índice, mientras lo decía. Asiéndola sentir menos que nada. - Es tan fácil lo que te pido, debes tener sexo, solo eso, no debes hablar, ni nada, ¿no eras eso lo que querías cuando veíamos las películas?
- Pero tú eres mi novio, yo...
- Soy tu novio y tú me obedeces, así de fácil. ¡Si no fuera por mí, estarías muerta! ¿Acaso quieres volver con tú padre? ¿Sabes lo que te hará?, escúchame, cariño, esto es muy importante, necesitamos el dinero, solo será esta vez y después los dos viviremos felices, tendremos nuestra familia y lo más importante, por fin podremos hacer el amor. ¿Acaso no quieres ser mi mujer? - Candy, tan ingenua, tan simple, tan manipulable, le creyó. Pero aún se seguía preguntando...
- ¿Por qué no puedo hacerlo contigo primero?
- Ya te lo expliqué, yo no duermo con niñas inexpertas. Y ya me cansé lo haces o te llevo con tu padre.
Así la atormentaba, con la condena de llevarla con su padre, el cual, según él, la estaba buscando por todas partes para matarla a golpes.
Cuando Ben le dijo a Candy que tenía una sorpresa por su cumpleaños número 19 ella nunca imaginó que sería esto, la tarjeta decía 20 de diciembre 22 horas y la dirección de un hotel que según Ben era el más lujoso de la ciudad.
- Pero...
- Deja de lloriquear, si no quieres ir, llamaré a tú padre para que te largues de aquí.
- ¡No Ben!, por favor.... Iré, haré lo que quieras. - Candy temblaba con la sola idea de que su padre pudiera encontrarla.
El joven que era bastante corpulento y de rostro hermoso, algo que lo ayudaba para hechizar a las jóvenes, la baño, le refregó el cuerpo hasta que dolió.
- Debes estar bien limpia y perfumada, tú eres mi mejor mujer.
La acompaño hasta el hotel, pero le dijo que no podía subir, ella debía ir al último piso, directo a la alcoba y vestirse con lo que hubiera en la caja que estaría sobre la cama.
Mientras Candy caminaba por el vestíbulo del hotel, Ben recibía el pago de manos de Dominic, quien había quedado más que hechizado con Candy.
- Realmente es una hermosura, un poco pálida, pero toda una belleza, quizás después podamos seguir trabajando juntos.
- No te prometo nada, ya veremos cómo le va hoy.
- Le irá bien, el solo hecho de su cuerpo y esa cara, muy hermosa, vale cada centavo.
- Ese es el problema, quizás la disfrute por un tiempo para mí, y cuando me aburra, volveremos hablar.
Del otro lado de la calle Charly observaba a este par, no había visto a la joven ingresar al hotel, pero si vio el intercambio de maletines de estas escorias y se preguntaba ¿cómo una mujer podía vender su virginidad?
Una vez que Candy ingresó en aquella habitación, quedó deslumbrada.
"¡Esta habitación es más grande que todo nuestro piso! No lo puedo creer."
Los pensamientos de Candy eran demasiados, estaba nerviosa, triste, pero sobre todo asustada, no sabía que esperar de esa noche, Ben le había advertido que debía obedecer al hombre que entrara con ella en esa habitación, sin decir nada y eso la ponía nerviosa. Vio sobre la mesa una nota escrita en un papel, y una píldora a su lado, pero al no saber leer la volvió a dejar donde las encontró.
Ben por la emoción de recibir el dinero y lo poco que le preocupaba Candy, se olvidó de decirle de la píldora que debía tomar, solo la envió a entregar su cuerpo.
Camino hacia la enorme cama, donde como Ben dijo, había una caja, al abrirla vio la ropa que debía usar, y se sonrojo.
Aunque estaba sola en aquel cuarto, decidió cambiarse en el baño, sus manos temblaban y sudaban, no sabía que esperar de esa noche, Ben siempre le mostraba diversos vídeos, algunos les gustaban, pero otros le daban asco y vergüenza, esos donde más de un hombre tomaba a la chica, o donde les introducían objetos, si, ella estaba aterrada.
Tardo más de la cuenta en saber cómo debía colocarse todo aquello, su atuendo consistía en un sostén lleno de pequeñas tiras, blanco con encajes, un ligero, medias y una pequeña falda del mismo color. Por último, tomo el velo y se lo coloco, cubriendo de esta forma la mitad de su cara, ella creía que había hecho todo según el pedido de Ben, el error radicaba en que Amir no quería ver para nada su rostro, en el fondo le desagradan las mujeres que se vendían, pero esto Candy no lo sabía.
Fue a sentarse en la cama como se le había indicado y esperó, aunque no por mucho tiempo.
La puerta se abrió, pero ella no se movió, tenía miedo de la persona que acababa de ingresar, sus pasos se escuchaban pesado y fuertes, pasos que le recordaban a su padre cuando se enfadaba, comenzó a temblar y se asustó aún más cuando escucho esa voz tan ronca, la persona a su espalda destilaba poder, y eso la hacía sentir pequeña, casi como una hormiga.
- ¿Qué edad tienes?
- 18, 19 años. - Trato de corregir rápidamente.
- ¿18 o 19?
- 19, hoy es mi cumpleaños.
- Bonita forma de festejarlo. - Dijo aquella voz con un timbre de ironía, Candy se quedó en silencio.
Amir camino, se sirvió un vaso de whisky y se sentó dándole la espalda en el otro lado de la cama, ella se tensó un poco cuando el peso en esta le aviso de su acción.
- Ven, quítame la ropa.
Ordeno sin más preámbulos. Se levantó obediente y caminó con paso lento, tímido. Amir tenía la cabeza gacha, mirando su vaso sin pensar en nada, cuando vio los pequeños pies de la joven comenzó entonces a recorrer sus piernas casi tan blancas como la lencería que tenía puesta, un lindo cuerpo pensó, pero cuando al fin terminó de levantar la cabeza, la vio, vio sus ojos color esmeralda y el miedo de perder la inocencia grabados en ellos, ese brillo lo alteró por un momento.
- ¡Pero que...! - El grito de Amir la hizo retroceder, y del mismo miedo tastabillo y cayó.
Sus ojos se humedecieron y una lágrima rodo por su mejilla. Esto era la razón por la que no quería ver los rostros de las mujeres con las que dormía, no quería ningún vínculo, era demasiado bueno leyendo a las personas, pero esta muchacha no le generaba asco, ni desprecio, el miedo en sus ojos era auténtico al igual que su inocencia.
- Levántate, quítate el velo. - "¿Que mierda acabo de decir?"
Amir acababa de romper su primera regla, Candy obedeció, y él quedó deslumbrado por su belleza. Se aclaró un poco la garganta, antes de hablar. - Quítame la ropa. - Volvió a decir, con voz ronca y áspera.
Candy tomó la solapa de su saco y lentamente se lo quitó, Amir podía sentir como sus manos temblaban y eso lo excitaba de sobre manera, continúo desabrochando su camisa, él creía que ella lo hacía apropósito, la lentitud y la suavidad con la que desprendía cada botón y luego la retiraba, hasta que llegó al pantalón y la cara de Candy comenzó a enrojecer, Amir lamia sus labios ante tan magnifico platillo. Hoy comería una virgen y eso se notaba en cada gesto de ella.
- Lo siento, pero... no sé cómo quitar el cinturón. - Candy mantenía la mirada en dicho accesorio, su cara de conflicto la hacía ver aún más joven, cuando la risa de Amir se escuchó, levanto la cabeza. Pero ya había recuperado la seriedad.
- ¿Realmente eres tan inocente? ¿O sabes fingir muy bien? - Dijo mientras negaba con la cabeza.
Ambas preguntas se las realizó más a él mismos que para ella.
Decidió terminar con la tarea de una buena vez y es que el preámbulo lo estaba matando, su pene se encontraba tan erecto y duro que si no se liberaba de toda su vestimenta lo iba a lamentar.
"¡Dios mío!"
Fue el pensamiento de Candy antes de cubrir su rostro con las manos.
"Esto no es divertido como parece en las películas, sé que me va a doler, es demasiado grande."
La mente de Candy le mostraba lo que había visto una y otra vez, a pesar de que cubrió su rostro lo más rápido posible.
Mientras su mente divagaba, Amir la miraba ladeando la cabeza, nunca pensó que estar con una virgen fuera tan divertido, le hubiera gustado seguir divirtiéndose un poco más, disfrutar de esa inocencia, pero el color rojo que veía en el rostro de la chica era como un llamado para él, un canto de sirena que no podía ignorar, por lo que tomo sus manos e hizo que lo viera.
Candy temblaba como una hoja a punto de caer en otoño.
- ¿Tienes miedo? - Pregunto con demasiada curiosidad, algo en esa joven lo ponía nervioso.
- Sí.
- Si quieres, puedes irte ahora, porque una vez que comience no me detendré por nada. - Amir se sentía en la necesidad, de advertirle a esa blanca muchacha de ojos color Jade, que debía salir ahora de ese cuarto.
"Dile que sí, dile que te deje ir. Pero... ¿a dónde?... Ben me mandará con papá."
En Candy predominaba el miedo, miedo a su padre, a Ben, miedo a la vida.
- No, no me quiero ir. - Dijo en un susurro, sellando así su destino, ese del que ya no podría escapar.
- ¿Me tienes miedo? - Amir necesitaba saber, nunca había forzado a una mujer y nunca lo haría, o eso creía.
- Tengo miedo a que me duela. Es muy grande.
Dijo la joven mirando a otro lado, en él la comisura de sus labios le jugaron en contra, se elevaron solas, ante lo que esta joven le hacía sentir, ese aire fresco, esa belleza única, ese erotismo propio de la inocencia.
- Si, dolerá, pero... te prometo que te gustará y mucho.
Amir aprovechó la confusión de la joven y comenzó a besarla, suave, saboreando sus labios sabor a cereza, para Candy esos besos eran algo nuevo, nada parecido a como Ben la mordía, su barba le ocasionaba un leve cosquilleo pero no le molestaba, sus labios eran cálidos, suaves, provocaban un calor desconocido en ella, con un suave apretón, Amir la llevo hasta la jaula de sus brazos, esos músculos tan fuertes que por un minuto la hacían sentir segura, el beso se intensificó en el momento que sus lenguas se tocaron, él no había tenido tiempo de tomar su trago y ella pudo disfrutar del sabor a menta de su boca, mientras Amir se deleitaba con el sabor dulce de ella, comenzó a mover sus manos y ese roce le gustaba, ella se sentía suave, cálida, pero quería aún más.
La depósito con total cuidado en la cama como si fuera de cristal, teniendo la precaución de colocar un brazo a un lado para no aplastarla.
"Esta muchacha, se ve tan frágil, tan única."
Mientras miraba esos ojos verdes, guio su mano libre descendiendo por el cuello hasta su pecho y de un movimiento diestro, lo dejó al descubierto, para tocarlo, primero suave y luego un poco más fuerte al presionar el pezón, lo que provocó que un gemido saliera de ella. Esa corriente de deseo comenzó a atravesar el cuerpo de Candy, y obviamente el de Amir también.
"Esa dulce boca, está pidiendo algo, lo sé."
Era tan automático como ese hombre se adelantaba a todo lo que ella pensaba, en tan poco tiempo, era como estar conectados.
- Amir, me llamo Amir.
- Amir.
Repitió con un gemido, y eso a él le encantó, siguió su camino, mientras la miraba, y es que, aunque moría por besarla nuevamente, no podía dejar de apreciar su rostro, estaba grabando cada gesto de ella. Él iba a ser el primer hombre para ella, quería guardar cada expresión en su memoria.
Candy sintió cosquillas cuando deslizó los dedos por su vientre, y fue la primera vez que él vio su sonrisa. Y le encantó.
- ¿Eso te da cosquillas?
- Si. - Dijo queriendo moverse a un lado, pero Amir apoyo la mano en su vientre bajo y se lo impidió. Estaba perdiendo el control con ese gatito blanco que estaba entre sus manos.
- ¿Cómo te llamas? - Preguntó rompiendo otra de sus reglas, pero siendo inevitable realizar aquella pregunta, algo le hacía desear saber el nombre de aquella mujer.
- Candy. - Contesto con su verdadero nombre la joven, mientras Amir se abría paso entre sus piernas y colocaba su dedo medio en el botón de placer, haciendo movimientos y dando pequeños apretones.
Candy se sentía extraña, algo que nunca había experimentado y que la hacía sentir muy bien, comenzó a seguir el ritmo con sus caderas, estaba buscando liberarse de ese calor que sentía, cuando Amir notó que estaba húmeda, siguió su camino y la penetró con su dedo.
Los ojos de Candy se abrieron un poco, pero cuando Amir comenzó a moverlo lentamente haciéndolo rotar en su interior se relajó, a medida que sus gemidos aumentaron.
Verla de este modo era demasiado, ya no lo soportaba, si seguía jugando terminaría por descargar sobre las sábanas, aunque una parte de él le decía que continuara, de todas formas, la tendría el tiempo que quisiera, y con ese pensamiento Amir se dio cuenta que quizás una noche no sería suficiente, Candy se sentía algo tan único, que de pronto no quería dejarla ir.
Acelero sus movimientos, sumando un dedo más en la cavidad tan angosta, ella comenzó a gemir con más fuerza y sus mejillas adquirieron un color rojo intenso, parecía una manzana, la misma que llevo al pescado original.
- Mmm... ¡Amir!
El grito y la agitación de la joven solo podía significar algo, ella había alcanzado su primer orgasmo y él era el responsable.
Amir se perdió en aquella imagen, el sentimiento de que él le dio esa liberación lo hacía sentir poderoso como nunca se sintió, a pesar de su dinero y posición social.
Retiro su mano y procedió a besarla, tomó las manos de Candy y las entrelazo con las suyas, dándole la sensación de que si las apretaba muy fuerte sería capaz de romperla, ella se veía débil y frágil, se posicionó entre las piernas de ella, cuando Candy sintió la punta del pene en la entrada de su vagina, un jadeo de miedo salió de su boca.
Amir se dio cuenta del miedo que se apoderó de la joven, y no era para menos, él sabía que de por sí estaba muy bien dotado y que el tamaño de su pene superaba por mucho el promedio al igual que el grosor de este.
- Trata de relajarte... por favor no me pidas que me detenga ahora.
Esas palabras sonaron como una súplica, su voz temblaba ante la expectativa que sentía el hombre, a ella, a la que todos le ordenaban y golpeaban, porque no solo fue su padre y Ben, también eran las prostitutas que la trataban como lavandera, cocinera, en fin, como una esclava y cuando alguna prenda quedaba dañada o la comida se pasaba de su punto, desquitaban su furia golpeándola. Todos siempre la golpearon y ordenaban, mas nadie nunca le imploro algo, como lo hacía Amir en este momento, porque era eso, él le estaba implorando, dejarlo terminar lo que había comenzado.
- Concéntrate en mis besos. Déjame llevarte al cielo y mostrarte las estrellas.
Se lo dijo mirándola directamente a los ojos, azul contra verde, Y eso hizo, se aferró a los besos de Amir, como si del alimento más maravilloso se tratara, pero no pudo evitar gritar cuando la penetró por completo.
A pesar de que trato de ser suave y no lastimarla demás, la cavidad de Candy era muy estrecha, él sintió como su pene era envuelto y apretado, trato de ser delicado, en verdad que trato, pero lo que sentía, esa sensación tan exquisita lo hacía perderse en la lujuria pura, cuando por fin la penetró por completo, se quedó inmóvil dentro de ella, para ayudarla de ese modo a adaptarse a su intromisión, mientras la seguía besando, cuando sintió que sus manos se relajaron un poco, liberó su boca para verla, una lágrima caía de sus hermosos ojos, grabó cada gesto, cada temblor, decidió moverse solo un poco y al ver cómo la joven apretaba los labios se dio cuenta que no era por dolor, si no por placer, lo que provocó que sus movimientos aumentaran y que ella los siguiera, en ese vaivén tan delicioso y nuevo para la joven.
- Amir... ah... Amir.
Escucharla decir su nombre mientras sentía que estaba por llegar al orgasmo, lo lleno de una dicha que no alcanzaba a comprender, pero lo que más le sorprendió fue que cuando ella alcanzó el clímax él también lo hizo.
- Candy.
Dejo salir el nombre de esa joven que lo había hecho viajar al mismo espacio, se sentía como nunca, jamás lo había hecho, dándose cuenta de que él también había gemido más de una vez su nombre. Ambos estaban agitados y sudorosos.
"¡¿Que mierda me pasó? ¿Por qué dije su nombre?"
Amir seguía sin entender que había pasado, como pudo perderse tanto en ese remolino de sentimientos. Salió de ella con delicadeza, para darle un poco de alivio, y le encantó ver esa mancha roja que demostraba que él fue el primero, mientras que en su pecho crecía una mezcla de dicha y orgullo sin igual.
Candy lo miraba un poco aturdida y en ese momento algo lo impulsó a darle un dulce beso en esos labios rojos, algo que cerrará tan maravilloso momento.
- ¿Estas bien?
- Si.
- .... Deja de sonrojarte o te comeré otra vez. Iré a bañarme.
Dicho eso, Amir salió de la habitación, ella se envolvió en la sabana, se sentía somnolienta, estaba agotada, y en su pecho miles de sentimientos se mezclaban, no sabía qué hacer, Ben le había dicho que cuando él se fuera a bañar debía salir y volver a casa, pero su ropa estaba en el baño, por lo que decidió cerrar los ojos un momento, para luego ir vestirse eh irse, pero estaba tan agotada que se quedó dormida.
Amir entró a la ducha sin entender muy bien que fue todo lo que sintió en ese cuarto solo un momento atrás, sin lugar a duda era algo nuevo y digno de repetir, pero aun así lo confundía, los ojos verdes de esa joven lo hipnotizaban como jamás nadie lo pudo hacer.
"¿Que mierda hice? Rompí todas mis putas reglas, ¡maldición! Esto está mal, espero que no esté cuando salga, ¿desde cuándo follar con alguien me pone así? Apenas la toque tenía ganas de acabar."
Amir no dejaba de pensar en todo lo que había sentido con esa joven, salió del baño molestó más con él que con ella, después de todo fue él quien le dijo su nombre, le pidió el suyo y le dijo que se sacara el velo, rompiendo de esa forma todas sus reglas. Llevaba con él la ropa de la joven, entendiendo de esa manera que aquella joya aún se encontraría en la cama.
Pero cuando llegó al lecho y la encontró dormida, por un momento esa imagen lo congelo, se veía tan cansada, tan indefensa, sintió ganas de protegerla, dejó la ropa en la mesa de noche, pero de pronto recordó que solo era una niña que se vendió por un millón, se dirigió hasta el minibar y comienzo a beber, copa tras copa, mientras su mente trabajaba.
"Es joven, podría trabajar y ganar dinero, pero en cambio prefirió terminar de estudiar y venderse como carne al mejor postor. No es mejor que alguna de las otras que pasaron por mí, es solo una mujer que busca la vida fácil."
El alcohol y el recuerdo de su madre abandonándolo para irse con otro hombre que en aquel entonces era más rico que su padre llenó su mente.
"Ella lo planeó ¡estúpido!, ¡desde un principio caíste en su trampa!, dejo su mejor arma al descubierto, sus ojos, seguro es alguna estudiante de actuación o algo por eso ¡caíste en su trampa!"
Y con todo eso en la mente, no pudo quedarse quieto, decidió darle una lección, para que así aprendiera cuál era su lugar. Jamás se dejaría engañar por una mujer, nunca sería como su padre tan ingenuo.
Retiró la sábana con tal brusquedad que Candy se despertó asustada, pero cuando lo vio, fue cuando el verdadero miedo apareció y sus ojos se cristalizaron.
Ese olor ella lo conocía muy bien, y esa mirada, esa que siempre la hacía sentir menos que basura, que la hacía sentir no digna de vivir.
- A-Amir.
- No digas mi nombre, ¡Puta!, solo ¡cállate y folla que para eso te pague!
Amir se abalanzó sobre ella y cuando Candy estaba punto de hablar le cubrió la boca con la mano, pero no era suficiente, aún podía ver esos ojos que lo observaban suplicantes, tan expresivos, tan llenos de miedo y dolor.
Le dio vuelta y la coloco boca abajo, como si de una hoja se tratara, con una fuerza innecesaria marcando su delgado brazo, ya que ella no oponía resistencia, Candy nunca oponía resistencia a nada de lo que la vida le hiciera, apoyo su mano en el hombro, para que no se diera vuelta y la penetró, rápido... fuerte, mientras Candy gritaba y lloraba de dolor, la embistió sin piedad, pero esta vez no sintió placer, no comprendía que le sucedía.
"Debe ser la posición, a pesar de que su espalda y trasero es hermoso y suave, necesito ver su rostro."
Es lo que pensó y cuando saco su miembro para darle la vuelta vio la sangre nuevamente.
Eso no estaba bien, eso no era normal, la libero de inmediato, y la observo.
En su arrebato de cólera no reparó en que estaba demasiado estrecha, por lo que, al tomarla de esa forma tan brusca, sin estímulo alguno y con la resistencia de ella, la lastimó.
Candy se colocó en posición fetal mientras lloraba, un llanto que Amir llevaría en su consciencia, a partir de hoy y por el resto de su vida.
El hombre se levantó y fue directo a la ducha, abrió el agua fría y se quedó allí un buen tiempo, cuando se tranquilizó salió, dispuesto a pagar el doble y pedir disculpas si era la cuestión. Amir jamás se disculpó con nadie, nunca, esta sería su primera vez, pero sabía que debía hacerlo.
Pero cuando ingreso en la habitación, ella ya no estaba, en ese lugar lo único que quedo de Candy fue su aroma y su sangre, nada más.
La familia Zhao era la dueña indiscutible de casi todo el oriente, su clan, el tigre blanco, manejaba todo dentro del país, aunque no siempre fue así, antes, casi 20 años atrás, existió otro clan igual de poderoso, el dragón rojo, pero dicho clan encontró su fin por ir tras lo prohibido, ahora la suerte le sonreía al tigre blanco o al menos eso pensaban, hasta que su líder, Loan Zhao, decidió que era tiempo de retirarse y acudió a los monjes para que vieran su tatuaje, ese que los más ancianos le hacen en la espalda cuando asumen como líder y que solo puede ser descifrado, cuando se retiran de su lugar, y así pudieran decir cuál de sus hijos seria la nueva cabeza del tigre. Lo que menos espero escuchar, era que el futuro de sus hijos estaría regido por amores prohibidos, esos que pueden llegar a matarte, por destino o casualidad, el pasado se uniría con el presente, dejando solo dos caminos, la unión con familias poderosas a través de lazos indestructibles, o el dolor y la agonía de arder en amores prohibidos.
Mi nombre es princesa Antara primera del reino Kael, o al menos ese era mi nombre, pero cuando el reino de las brujas cayó, mi vida cambio, pase de vestir sedas y ser adornada con oro, a ser cubierta con harapos y lodo, una vagabunda mendigando en las calles del reino de Joako, los lobos son crueles con los extraños, pero entre todos ellos, creí tener una posibilidad de vivir, fingiendo ser una simple humana, el Duque White sufría por la pérdida de su hija y me acogió como remplazo, no fue fácil, pero pensé que había logrado al menos ganarme su cariño, pero luego entendí que no podía dar nada por sentado, comprendí que si no queria regresar a las calles, solo me quedaba una opción, atrapar al futuro rey Alpha, cualquiera diría que sería fácil salir embarazada de semejante hombre, claro que teniendo en cuenta lo loco que ese bastardo esta, lo genial seria salir viva luego de estar con él.
Si amas a alguien déjalo ir, si vuelve es porque es tuyo, sino nunca lo fue, al menos eso se dice, el problema es cuando alguien que nunca fue tuyo, regresa a tu vida, despertando demonios que creías enterrados. El gran empresario Mateo Zabet coloco una muralla entre ellos en su adolescencia, respetando que la joven que amaba tenía novio, casi dos décadas han pasado desde que la vio por última vez, hoy frente a él está el amor de su vida ¿feliz mente casada? — Esto no está bien, estoy casada y tengo hijos y... — susurra con voz temblorosa. — Esto es lo único que está bien Elizabeth, siempre fuiste tú, mi amor, mi vida, mi todo y no sabes cuanto odio no habértelo dicho antes. — reconoció tomando sus labios con verdadera pasión. gratis hasta finalización.
Mi vida fue un calvario, un mal cuento, aun así, me aferre a lo único que me daba esperanzas, mi compañero, no me importaba de que especie fuera, solo queria que me encuentre, y tener al fin un poco de felicidad, pero claro que nunca nada sucede como deseo. Ahora se supone que mi vida cambio, incluso hasta mi nombre, pero, sin embargo, el dolor permanece, se supone que debía cuidarme, amarme y respetarme, era mi Alpha después de todo, pero resultó ser un maldito, y lo peor, es que me embarazo, estoy embarazada del maldito Alpha, y ya no sé qué hacer con mi vida, ni siquiera sé si tengo una.
Pertenecer a la mafia no es fácil, mantener tu lugar mucho menos, atrapar a uno de los lideres más grandes del bajo mundo… es casi imposible. Dasha Morozova solo queria su lugar en el mundo, al lado de quien amaba, sabia los riesgos, creció con ellos, y cuando al fin creyó conseguir a quien queria… la vida le demostró que no todo es un cuento de hadas, más cuando vives rodeada de enemigos, ahora el amor ya no es su prioridad, busca venganza, quiere recuperar lo que por ley es suyo y no le importa a que demonio deba tentar para ello. Lukyan Neizan, sabe que el legado de sus padres pesa sobre sus hombros, el don de ver destellos del futuro es su gran aliado cuando debe cuidar su espalda y destruir enemigos, pero… hay imprevistos que escapan incluso de su don, es así como el gran mafioso dueño de casi toda rusia y apodado la muerte blanca, despierta un día con la noticia de que tiene un hijo, del cual ni siquiera sabe quién es la madre. Dasha debe atrapar a un mafioso que la ayude en su venganza. Lukyan debe honrar las leyes de su clan y casarse solo con la madre de su hijo. La venganza es un plato que se sirve frio, y atrapar a un mafioso puede hacerte arder mucho antes de conseguir lo que quieres, pero eso Dasha… aun no lo sabe.
Cuatro mujeres que fueron asesinadas por los hombres que amaban un mismo día, a la misma hora, en diferentes lugares del mundo. Pero el universo les tenía preparada una grata sorpresa, darles la oportunidad de renacer de los elementos, agua, tierra, aire, fuego, según como fueron asesinadas, en una nueva vida donde son elegidas para convertirse en hadas. Luego de estar en un complejo donde les enseñan a controlar sus poderes, son enviadas al cumplir 18 años a modo de última prueba a ayudar a cuatro hermanos que son responsables de un gran imperio empresarial, ellas creen que su misión es convertirlos en personas de bien, ya que estos hombres cargan con sus demonios personales, sin embargo, la última prueba es no enamorarse y así poder obtener sus alas y la vida eterna. ¿Podrán lograrlo? ¿O sus corazones volverán a latir por amor? ¿Podrán superar el dolor y la furia que les causó ser traicionadas por sus parejas, amigos y familia en sus vidas pasadas? ¿O desquitaran su ira en los hermanos Romanov? ¿Estos hermanos podrán jurarles amor eterno o están jugando con ellas? ¿Obtendrán sus venganzas, cuando el destino las ponga frente a sus homicidas? ¿Los enfrentarán ellas o los cuatro hermanos a los que han hechizado con su belleza? ¿Podrá más el amor o el sufrimiento? “Si un hombre espera que la mujer sea un ángel en su vida primero debe crear un cielo para ella. Los ángeles no viven en el infierno.”
Durante tres años, Jessica soportó un matrimonio sin amor mientras su marido fingía impotencia. Sus mentiras se desvelaron cuando apareció una amante embarazada. Tras seis meses recopilando pruebas en secreto, Jessica se deshizo de él y construyó su propio imperio multimillonario. Tras el divorcio, se transformó en una figura irresistible, atrayendo admiradores. Un día, al salir de su oficina, se encontró con Kevan, el hermano de su exesposo. Él intervino, enfrentándose a ella: "¿Acaso era solo una herramienta para ti?". Los labios de Jessica se curvaron en una sonrisa tranquila mientras respondía: "¿Cuánta compensación quieres?". La voz de Kevan se suavizó. "Todo lo que quiero eres tú".
Eden McBride pasó toda su vida siguiendo las pautas de la sociedad. Pero cuando su prometido la dejó un mes antes de su boda, Eden deja de seguir las reglas. Una furia insaciable es justo lo que recomienda el médico para su corazón roto. No, en realidad no era así. Sin embargo, era lo que necesitaba Eden. Liam Anderson, el heredero de la empresa de logística más grande de Rock Union, era el tipo perfecto. Apodado el Príncipe de los Tres Meses porque nunca estaba con la misma chica por más de tres meses, Liam había tenido una buena cantidad de aventuras de una noche y no espera que Eden sea nada más que eso. Cuando se despertó y la encontró con su camisa de mezclilla favorita, Liam comenzó a estar irritado, pero extrañamente intrigado. Ninguna mujer había abandonado su cama voluntariamente ni le había robado. Eden había hecho ambas cosas. Necesitaba encontrarla y arreglar las cuentas. Pero en una ciudad de más de cinco millones de habitantes, encontrar a una persona era como buscar una aguja en un paja. No se vieron hasta que el destino los volvió a reunir dos años después. Eden ya no era la chica ingenua que era cuando saltó a la cama de Liam; en ese momento tenía un secreto que proteger a toda costa. Liam estaba decidido a conseguir todo lo que Eden le robó, y no fue solo su camisa.
Acusada de asesinato, la madre de Sylvia Todd fue considerada una traidora por toda la manada, condenando a Sylvia a vivir el resto de su vida sola y humillada como una humilde esclava. Lo único que quería la chica era demostrar la inocencia de su madre de alguna manera, pero el destino nunca parecía estar de su lado. A pesar de todo, Sylvia nunca perdió la esperanza. Como el futuro rey licántropo de todos los hombres lobo, Rufus Duncan poseía un gran poder y estatus, pero tenía una inexplicable reputación de ser cruel, sanguinario y despiadado. Sin que todo el mundo lo supiera, había sido maldecido hacía mucho tiempo y se veía obligado a transformarse en un monstruo asesino cada luna llena. Aunque el destino no siempre favorecía a los dos, unió a Sylvia y Rufus como pareja predestinada. ¿Se hará justicia para la madre de Sylvia? ¿Podrán ella y Rufus desafiar todas las normas sociales y permanecer juntos? ¿Tendrán estas dos almas desafortunadas un final feliz?
En su borrachera, Miranda se acercó audazmente a Leland, sólo para encontrarse con su mirada fría. La inmovilizó contra la pared y le advirtió: "No me provoques. Dudo que puedas soportarlo". Poco después, su compromiso se canceló, dejándola en la indigencia. Sin otras opciones, Miranda buscó refugio con Leland. Con el tiempo, asumió el papel de madrastra, cuidando a su hijo. Llegó a comprender que la decisión de Leland de casarse con ella no se debía solo a que ella era obediente y fácilmente controlada, sino también porque se parecía a alguien que él apreciaba. Ante la solicitud de divorcio de Miranda, Leland respondió con un abrazo desesperado y una súplica para que reconsiderara su decisión. Miranda, impasible, respondió con una sonrisa de complicidad, insinuando un cambio en su dinámica. El señor Adams, que siempre fue el controlador, ahora parecía ser el atrapado.
El día de su aniversario de boda, la amante de Joshua drogó a Alicia, que acabó en la cama de un desconocido. En una noche, Alicia perdió su inocencia, mientras la amante de Joshua llevaba a su hijo en el vientre. Desconsolada y humillada, Alicia pidió el divorcio, pero Joshua lo consideró una rabieta más. Cuando finalmente se separaron, ella se convirtió en una artista de renombre, admirada por todos. Consumido por el remordimiento, Joshua se acercó a su puerta con la esperanza de reconciliarse, solo para encontrarla en brazos de un poderoso magnate. "Saluda a tu cuñada", dijo este.
Hace dos años, Ricky se vio obligado a casarse con Emma para proteger a la mujer que amaba. Desde el punto de vista de Ricky, Emma era despreciable y recurría a artimañas turbias para asegurar su matrimonio. Por eso mantenía una actitud distante y fría hacia ella, reservando su calidez para otra. Sin embargo, Emma amaba a Ricky de todo corazón durante más de diez años. Cuando ella se cansó y consideró la posibilidad de renunciar a sus esfuerzos, Ricky empezó a tener miedo de perderla. Solo cuando Emma estaba muriendo, embarazada, él se dio cuenta de que el amor de su vida siempre había sido Emma.