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Stefano Zabet-Ángel lleva 5 años buscando a Macarena, su novia de universidad, la cual perdió por no poder manejar sus brotes de ira, fue el primer hombre en su cama y está seguro de que ella estaba embarazada cuando desapareció. Hoy con 23 años no descansara hasta recuperar lo que considera que es suyo. Hades Ángel-Olid tenía 25 años cuando encontró el amor en un aeropuerto, Macarena de 18 años lo enamoro día a día sin darse cuenta, mucho menos pretender aquello, mientras él solo quería ayudarla para calmar su conciencia por un trabajo que salió mal, estuvo a su lado por dos años, la acompaño durante su embarazo y vio crecer a una hermosa niña, Alma, pero no podía seguir huyendo de lo que era, Hades guarda un secreto que la latina desconoce y es que él es el gran asesino conocido como el Ángel de la muerte, la noche que al fin la hizo suya, fue la misma noche que la abandono. Pero regresara dos años después para decirle la verdad y recuperar su amor. Mateo Zabet-Ángel lleva tres años enamorado de la empleada de los recados de su empresa y a pesar de hacer todo lo posible por acercarse a ella, la latina lo evita, como si fuera el mismo demonio, hasta que un día al fin la tiene a su merced, aprovechándose de su desesperación ve la oportunidad para enamorarla o por lo menos obligarla a estar con él. Stefano es hermano de Mateo y ambos son primos de Hades, ¿qué sucederá cuando descubran que comparten más que el apellido ÁNGEL? ¿Qué hará Macarena cuando comprenda que a los tres hombres que se entregó en cuerpo y alma comparten la misma sangre?
Macarena se sentía la mujer más afortunada sobre la faz de la tierra, extrañaría a sus padres y su hermano menor Diego, no tenía duda de ello, pero su futuro dependía de ella, miles de veces sus padres se lo habían dicho, los grandes esfuerzos traen grandes recompensas, estudio hasta casi quemar sus ojos, siempre esforzándose por ser la mejor en todo, y lo consiguió, esta hermosa latina de piel bronceada, casi color caramelo, llego a Rusia con una valija y el alma llena de sueños, cuando sus padres supieron que había conseguido ser becada no se sorprendieron, si alguien podía lograr eso era el
la, camino segura de sí misma llamando la atención de varias personas, con su metro cincuenta y siete y su cabello chocolate con unas mechas rojas, gritaba adolescente latina por cada poro, destacaba entre tanta gente blanca, alta y de ojos claros, y fue por eso mismo que pronto descubrió que levantaba suspiros y odio por igual, no llevaba ni dos semanas en aquel lugar, pero le pesaba como una eternidad, nadie quería realmente su amistad, algunos la buscaban en plan de conquista, aun siendo reservados como lo son los rusos ella lo podía ver, otros, la gran mayoría, la ignoraban o molestaban, fue así que lo conoció, su primer amor, aquel que parecía ser de telenovela, como las que daban en su país, un Ángel guardián.
- Trata de no mirarme, tus ojos parecen dos cuevas oscuras, como toda tú sudaca. - dijo el joven con prepotencia.
- Soy de centro américa, pero ¿qué podrías saber alguien como tú de geografía? - rebatió de manera mordaz, viéndolo directo a los ojos, para que supiera que no le temía, quiso seguir su camino, pero el joven estaba ardido por su respuesta, en un arrebato la tomo de la trenza que ella llevaba colgada a un lado, un ruso de casi dos metros contra la pequeña Macarena y fue allí donde llego él, como todo un ángel. Como un príncipe de brillante armadura y hermoso rostro.
-Elegiste un mal día para molestar a la latina. - la voz profunda de otro joven se dejó oír, mientras ella trataba de no llorar del dolor que sentía, no le mostraría debilidad a nadie.
De un momento a otro el joven agresor fue a dar al piso, mientras otro estaba sobre él en un abrir y cerrar de ojos, parecía una maquina destinada a golpear, alguien creado para hacer daño, en menos de diez segundo el agresor estaba inconsciente, pero su ángel defensor no se detenía.
- Detente, para ¡lo estas matando! - grito con los ojos llenos de lágrimas al ver la sangre correr por el rosto de su agresor, ella nunca fue partidaria de la violencia, venia de un país violento donde la corrupción y el narcotráfico al igual que los asaltos se habían llevado a muchos de sus amigos, como así también a los únicos familiares que tenía, solo le quedaban sus padres y hermano.
- Cuando despierte le avisan que le debe la vida a la latina. - dijo el joven que también era rubio, muy alto y como todos en aquel país de ojos claros.
Macarena lo vio con miedo y en shock por lo ocurrido, era alto, metro ochenta seguro, su cabello rizado y casi dorado, estaba un poco revuelto por los golpes que había dado, su rostro blanco crema no tenía daño alguno, pero sus manos eran otra cosa y lo supo porque el joven, como si la conociera de toda la vida paso un brazo por arriba de sus pequeños hombros y comenzó a arrastrarla con él, estaba segura de que ese joven no era ruso.
- ¿Quién eres? - pregunto mientras lo miraba con los ojos bien abiertos.
- Tu ángel de la guarda. - respondió con una sonrisa de lado y a ella se le hizo inevitable no reír.
- Estás loco, Dios, mira tus manos. - los nudillos del joven estaban lastimados y de ellos brotaba sangre, pero el desconocido parecía no sentirlo.
- No es nada, ya estoy acostumbrado. - eso tendría que, a verla alterado, o al menos advertirle como era el joven, pero estaba demasiado pérdida oliendo su colonia que la envolvía a cada paso.
- Hablas castellano. - dijo un poco sorprendida, cuando el joven le respondió en su lengua natal, solo podía hablar en castellano cuando llamaba a sus padres.
- Castellano, ruso, italiano, espartano. - fanfarroneo guiñándole un ojo, y dejándola sin palabras, algo raro en ella que hablaba hasta por los codos, o eso le decían sus padres. - Hemos llegado morena hermosa. - Macarena observo a su alrededor solo para descubrir que estaba en frente de su clase, la cual estaba por comenzar.
- ¿Vamos juntos? - se vio obligada a preguntar, quizás era su compañero y ella de estúpida no lo sabía, aunque no lo creía, lo hubiera visto, era imposible no ver a esa mole, una mole muy hermosa.
- Qué más quisiera, no vemos morena. - se despidió el joven dejando un beso en su corinilla y siguiendo su camino por el largo pasillo.
Sintió la mirada de sus compañeros cuando ingreso, pero era algo normal, se preguntaba si en algún momento se acostumbrarían a ver a un latino entre ellos, lo que Macarena no sabía era que la observaban por quien la había acompañado al salón. No presto atención a la clase, quería hacerlo, debía hacerlo, pero no pudo, se maldecía por no haber preguntado el nombre al joven que la salvo de un lio bien grande, o quizás se lo había dicho y ella estaba tan embobada viéndolo que no lo escucho.
Cuando la clase término guardo sus cosas con la mayor calma posible, siempre lo hacía, dándole tiempo a sus compañeros de desaparecer, ya no se molestaba como los primeros días en tratar de hacer amigo, al fin y al cabo, no los necesitaba, ella estaba allí era solo para estudiar, debía esforzarse, no solo para no perder la beca, les quería dar un mejor porvenir a su padres, a Diego, su hermanito.
- Morena, si no te apresuras envejeceré aquí esperando por ti. - su corazón latió rápido al mismo tiempo que ella se ponía rígida y giraba de forma lenta, solo para descubrir que no estaba alucinando, el joven ángel que la salvo estaba allí, la estaba esperando.
- Disculpa, ¿me dijiste tu nombre? Porque no lo recuerdo. - dijo llegando a su lado, con un poco de vergüenza.
- ¡Ay, Macarena Fernández! hieres mi ego. - Nuevamente los ojos de Macarena se abrieron de sobre manera, que la llamara morena, latina, era normal, Macarena, aceptable, pero que supiera su apellido no tenía sentido, no si no compartían clases.
- ¿Cómo sabes mi nombre? - el joven le sonrió y nuevamente paso su brazo sobre los pequeños hombros y comenzó a arrastrarla junto con él.
- Yo sé todo de quien quiero saber, mi nombre es Stefano...- antes que termine de hablar un grito lo interrumpió.
- ¡Neizan! - el joven se giró y arrugo su entrecejo.
- ¿Qué? - respondió de forma altanera al rector y Macarena creía que estaba con un desequilibrado mental.
- A mi oficina, ahora. - el hombre se dio media vuelta y comenzó a caminar.
- Pish, nos veremos otro día morena, creo que estoy suspendido, otra vez.
Macarena quedo parada en la puerta de la cafetería, mientras veía esa gran espalda alejarse con cada paso.
- ¡Neizan! - el joven se dio vuelta a verla con curiosidad. - Gracias por rescatarme. - le dijo la morena con una sonrisa y el joven hizo una reverencia como si frente a él tuviera a una reina.
Tres días pasaron, tres días donde ella lo busco en cada pasillo, biblioteca, cafetería, incluso en el campus, el mismo que trataba de no pisar para no ser molestada, pero todo fue en vano, no lo encontró, quizás después de todo si era un ángel, pensó.
- Sudaca, ¿Quién te dio permiso de entrar en mi territorio? - Damián y su grupo de idiotas detuvieron su caminar, Macarena se maldijo internamente, ella sabía muy bien que no era bien recibida en el campus.
- Yo... yo...- hasta el momento había recibido uno que otro golpe de la novia de Damián, pero al haber sido agredida por un joven solo tres días atrás, ya nada le aseguraba que no sea él quien la golpeara, por lo que su inquietud era razonable.
- ¿Escuche bien? ¿tu territorio? Que yo sepa ¡todo esto es territorio de los NEIZAN! - y allí estaba una vez más su Ángel de la guarda.
- Estefan. - dijo con alivio, dándole una sonrisa a su salvador.
- Disculpa la tardanza. - Stefano coloco su mano envolviendo sus hombros y comenzó a caminar, pero a los dos paso se detuvo y giro a donde estaba el grupo de Damián. - Idiota, recuerda que Neizan manda aquí, no la vuelvas a tocar, ni a molestar. - los ojos de Stefano brillaron de tal forma que incluso Macarena tembló un poco, continuaron su camino, hasta llegar nuevamente a la clase de la joven.
- Pequeña morena, has llegado a salvo, te veré luego. - el joven la miro a los ojos y se agacho, quedando a solo centímetros del rostro de la joven. - Y mi nombre es Stefano, con S y O. - Macarena se iba a disculpar, pero Stefano no le dio tiempo, ya que de forma rápida le dio un pequeño beso en los labios y simplemente se alejó, dejando a Macarena completamente confundida.
Desde ese día las cosas cambiaron, cada día ella lo esperaba a la entrada de la universidad y él llegaba mostrando su mejor sonrisa, Macarena sentía que estaba en un cuento de hadas, donde ella se convertía en la envidia de todas las mujeres, por haber atrapado al más bello príncipe, sin saber que Stefano estaba ganando una apuesta, ese fue el motivo por el que nunca corrigió el error del rector, quien aquel día lo llamo por el apellido de su cuñado Neri Neizan, ya que fue el conocido mafioso quien se encargó de todo en la universidad, para que su joven cuñado Stefano Zabet, no tuviera nada de qué preocuparse.
Pocas veces Stefano se prestaba a esos juegos, más bien nunca lo había hecho, pero quería adaptarse a sus nuevos compañeros, y es que desde que nació el joven Zabet nunca estuvo solo, no era solo por tener una gran familia, sino, porque era uno de los quintillizos Zabet o como todos los llamaban, los niños dorados, ir a la universidad en Rusia, era perseguir sus sueños, pero también alejarse de esas cuatro mitades con las que compartía todo, ahora estaba a la deriva, prestándose a un juego o mejor dicho una apuesta que si sus padres supieran, estaba seguro lo desheredarían, además de que su hermana mayor Zafiro, esposa de Neizan, lo golpearía hasta el cansancio, estaba seguro de ello. No pensaba molestar a la latina más de la cuenta, solo sería un coqueteo inofensivo, pero rápidamente se dio cuenta que Macarena era una joven muy dulce y divertida, el tiempo que pasaba con ella paso de ser minutos a horas, y aun así, sentía que no era suficiente, sus manos siempre buscaban una razón para tocar a la pequeña latina, tomaba su mano, la abrazaba, y así como aquel día dejaba suaves roses de labios sobre la joven, que con el tiempo se incrementó, a besos más largos y mucho más apasionados.
- Quiero que seas mi novia. - dijo Stefano de forma agitada cuando libero los carnosos labios de Macarena, estaban en su cafetería preferida como cada tarde.
- ¿Es una pregunta o una orden? - respondió mientras reía, Stefano siempre se mostró como una persona autoritaria, posesiva y demandante, era como algo propio de él.
- Ambas, aunque sé que mueres de amor por mi morena, no trates de negarlo.
Maca, como le decían sus padres, lo hizo sufrir un poco, ella no era alguien sumisa y si bien las cosas que sentía por aquel joven eran fuerte y auténticas, no le gustaba recibir órdenes de nadie, pero al fin acepto, grande fue su sorpresa cuando al llegar a la universidad al día siguiente no lo encontró, creyó que estaba enfermo, por lo que lo llamo, pero no hubo respuesta alguna, así fue por semanas, poco a poco todo volvía a lo que fue en un principio, la acosaban y molestaban, ya su protector no estaba, había desaparecido.
- ¿Te abandonaron latina?
- Déjame tranquila Damián o le diré a Stefano. - trato de amenazarlo, pero la verdad era que ni siquiera sabía dónde estaba su ángel.
- ¿Sabes que es lo que más me molesta de tu gente? - dijo el ruso con cierto desdén en su voz, como si ella fuera de otro planeta, otra especie y no de otro país.
- No y para ser honesta no me interesa.
- Son tan soñadores, tan débiles tan... fáciles de engañar. - Maca dejo de caminar y giro sobre sus talones, observando al ruso que sonreía con regocijo.
- ¿Fácil de engañar?
- Stefano solo se divertía contigo, aunque debo admitir que le hiciste ganar mucho dinero, eras la novatada del año, una apuestas. - termino diciendo en su oído ya que se había acercado a paso lento a donde la joven estaba.
- Estas mintiendo, solo quieres molestarme. - dijo tratando de no caer ante la rabia y el dolor que sentía.
- Si no me crees pregúntale a Maciel cuanto gano Stefano por salir contigo.
Macarena continúo su camino, no quería creer en Damián, pero había muchas cosas que no cuadraban, Stefano jamás la llevo a su departamento, siempre era él quien llamaba, y ahora que era ella quien lo necesitaba contactar, Stefano había desaparecido, como si nunca hubiera existido, pensaba dejar todo allí, esperaría a que Stefano regresara de donde quiera que este y charlaría con él, pero antes de regresar al departamento que alquilaba encontró a Maciel.
- Maciel. - llamo al joven que estaba con otros dos que eran compañeros departamento de Stefano.
- ¿Qué quieres? - ante la ausencia de su ángel guardián todos dejaban de usar la máscara amistosa que ponían cuando estaba con Stefano, incluso los compañeros de departamento de él.
- ¿Cuánto gano Stefano por pedirme ser su novia? - dijo tratando de sonar indiferente y como si siempre lo hubiera sabido.
- Veinte mil dólares americanos, aunque más lo hizo por diversión él no necesita dinero, tiene de sobra, ahora piérdete.
La molestia que reflejaba Maciel le dejaba en claro que no estaba mintiendo, a la única que le habían visto la cara fue a ella, camino de regreso a su departamento, mientras se regañaba mental mente por ser tan estúpida, todos esos años evitando caer en la trampa de algún hombre y tuvo que ir a otro continente para caer como idiota.
- Morena, casi me vuelvo viejo de tanto esperarte. - Stefano la esperaba en la puerta de su departamento como si nada hubiera pasado, como si no hubiera desaparecido por semanas.
- Hijo de puta. - fue todo lo que la joven dijo antes de mostrarle la furia de una latina.
MESES DESPUES.
Macarena al fin regresaba a su país, ese que tantas veces tacharon de subdesarrollado, la sudaca como muchos le decían, al fin estaba en casa, pero no había felicidad, solo tristeza, no solo regresaba con el corazón roto gracias a Stefano, estaba en su tierra natal por algo mucho peor, sus padres habían muerto en un desafortunado accidente, ya no estaban y ahora debía asumir la responsabilidad de cuidar a su hermano menor, ¿Qué podría hacer con 19 años y sin estudios universitarios? No solo eso, ahora su hermano de 12 años era su responsabilidad, sentía que el aire no llegaba a sus pulmones, sentía que todo se oscurecía a su alrededor, estaba sola, ella y su dolor, dio un paso más y sus piernas se doblaron, pero antes de que pudiera tocar el piso un hombre de unos 28 años la atrapo, sus brazos la envolvieron y sus rostros casi chocaron.
- ¿Te encuentras bien? - unos ojos celestes como el cielo mismo la observaban con preocupación.
- Sí, sí, gracias. - pero mientras trataba de mostrarse segura y tranquila, sus lágrimas la traicionaron y comenzaron a caer.
- No, no estás bien. - dijo el desconocido, ajustando su agarre y llevándola a un café cercano.
Una vez que se sentó trato de tranquilizarse, era algo vergonzoso estar de esa manera en frente de un desconocido, pero es que ahora su vida sería así, estaría rodeada de desconocidos, ya no le quedaba nadie, solo Diego.
- Toma este café, té sentirás mejor. - Maca clavo sus ojos marrones en el hombre, no pudo evitar ver lo guapo que era y se maldijo por pensar algo así en ese momento.
- Gracias y disculpa la molestia. - dijo con pena, el hombre le dedico una sonrisa sincera tratando de tranquilizarla.
- No es molestia, tengo muchas primas, casi hermanas, dos rondan tu edad, me gustaría que si algún día están en apuros alguien las ayudara.
- Debe ser maravilloso tener quien se preocupe por ti. - respondió con un nudo en la garganta y comenzando a llorar una vez más.
- Creo que tu problema es por estar sola. - el hombre tomo su mano y le dio un leve apretón.
- Dios, esto es vergonzoso, estoy llorando con un desconocido. - Macarena trataba de tranquilizarse y lo estaba consiguiendo, o quizás era la mano del hombre que ahora le trasmitía tranquilidad.
- Hades Ángel, ese es mi nombre, ya no soy un completo desconocido. - la morena pensó que ese apellido le iba a la perfección, un ángel, aquel extraño era un ángel.
- Macarena, Fernández y permíteme decirte que tus primas, casi hermanas son muy afortunadas de tenerte.
- No lo creo, habitualmente causo más problemas de los que resuelvo, por lo menos con ellas.
Por alguna razón Hades se propuso hacer sentir mejor a la joven, la tristeza que había en su mirada color chocolate le decía que la muerte era el causante de su dolor y es que este hombre conocía bien los rastros de dolor que dejaba la pérdida de un ser querido, él era un asesino después de todo.
Luego de que Macarena se disculpara un par de veces, Hades como todo caballero le ofreció llevarla a su destino, alegando que le inquietaba un poco el estado en el que se encontraba.
- No quisiera molestarte más de lo que ya lo he hecho.
- No es molestia, de todas formas, voy en tu misma dirección. - mintió descaradamente, él estaba en aquel lugar para tomar un vuelo que lo llevara nuevamente a estados unidos y de allí a China, Macarena estaba tan afectada por todo lo que le sucedía que ni siquiera reparo en que Hades no llevaba su equipaje y es que este ya estaba arriba del avión rumbo a Nueva York, por suerte tenía un pequeño bolso de mano con su documentación, dinero y tarjetas.
Al llegar a la pequeña casa de la joven termino de comprender porque estaba tan mal, los cuerpos de sus padres estaban siendo trasladados al cementerio en ese preciso momento, Hades se sintió mal, ya que por la insistencia de él en que Macarena tomara un café, había perdido la posibilidad de despedirse de sus padres, sin pensarlo la acompaño al cementerio, bajo la mirada de algunos conocidos de la familia y de su pequeño hermano. Incluso la acompaño de regreso a su casa, estaba a punto de despedirse cuando sin querer escucho a una vecina hablar con Macarena, en la diminuta cocina.
- ¿Ese hombre es tu novio? ¿el americano del que tanto le hablaste a tus padres? - la curiosidad estaba bien camuflada como preocupación, por lo que la joven no se dio cuenta.
- No, él es un conocido. - respondió incomoda, no sería bien visto que dijera que apenas lo conocía de horas.
- ¿Y eso? ¿Acaso tu novio no creyó necesario acompañarte? Más en tu estado, ¿no sabe que el estrés le afecta a bebé? - los ojos de Macarena se pusieron rojos una vez más y Hades solo la observo a la distancia, sin que ellas se dieran cuenta.
- Ya no tengo novio, terminamos hace una semana. - y para ese momento sus lágrimas caían una vez más.
- Dios, menos mal que tus padres ya no están, sería tan horrible que vean como desperdicias tu vida siendo madre soltera. - la diversión se dejó oír al final y por fin Macarena entendió que aquella mujer solo se estaba regocijando con su dolor.
- ¡Largo de mi casa! - grito apuntando a la puerta y dando un paso en dirección de la indiscreta mujer.
La mujer se fue de inmediato, Macarena era conocida por su carácter fuerte y esa señora no se quedaría para ver si los rumores eran ciertos, Hades la observo mientras la joven apoyaba una mano en el marco de la puerta de la cocina y con la otra acariciaba su vientre.
- Estaremos bien pequeño, solo dame tiempo a solucionar todo, mamá te cuidara. - Hades jamás había visto a una mujer tan desprotegida como aquella joven, su pecho dolía al ver esa imagen.
- ¿Sabe del bebé? - la voz de su nuevo amigo la tomó por sorpresa y se giró de inmediato. - El padre... ¿sabe? - aclaro el castaño, casi rubio.
- No, no me dio tiempo a decirle, él ya tiene a alguien más. - El ángel de la muerte tenía ganas de preguntar quién era y donde se encontraba, estaba dispuesto a dar sus servicios sin pago alguno. Pero en lugar de eso solo la abrazo.
Hades jamás imagino que a partir de ese día su vida cambiaria, para siempre.
- Era mía por ley, yo la vi primero, por ella adopte mi forma humana y solo por ella ardo en mil formas diferentes. No pertenece a los hijos de la luna. Ella es la elegida, la única que puede controlar a este Fénix, el primogénito del dios sol, el más antiguo, mi nombre es Nuriel, fuego de dios y ella es mi destino. - Me debo a los bosques vírgenes, a las cumbres nevadas, al momento efímero. Soy uno de los tantos descendientes del dios sol, dador de vida, hijo de un elfo y un hada. Mi deber es cuidar al más débil, a quien no puede defenderse. ¿Quién diría que escucharía su voz y mi existencia dejaría de tener sentido? Me he convertido en su esclavo por solo escuchar el latir de su corazón. Ella es mía, soy Ikigaí, el camino que realizas para conocerte y yo le mostrare que quedarse conmigo es su mejor opción. - Somos hijos de la luna, se nos ordenó cuidarla como castigo y así lo hicimos, porque ya no teníamos nada en nuestra existencia a lo que aferrarnos. Somos rechazados y aun así no deseamos morir, queremos amar y ser amados, por lo que aceptamos el pedido de la luna cambiante Aysel, con la promesa de que nos daría una nueva compañera, si conseguíamos su perdón, no estaba en nuestros planes enamorarnos, pero tampoco lo quisimos evitar. Somos hijos de la luna y la hemos reclamado como nuestra, le guste a quien le guste. - Estoy segura de que cuando mi madre escogió mi nombre no pensó que tan bien me quedaría, soy Kalila, que significa la más querida, eso estaría bien, si no fuera porque me encuentro en medio de cinco seres sobre naturales, uno más peligroso que el otro, dos son hijos del dios sol, tres son hijos de la diosa luna y en medio yo, una simple humana con alma de cazadora. Soy Kalila y esta es mi historia.
La familia Zhao era la dueña indiscutible de casi todo el oriente, su clan, el tigre blanco, manejaba todo dentro del país, aunque no siempre fue así, antes, casi 20 años atrás, existió otro clan igual de poderoso, el dragón rojo, pero dicho clan encontró su fin por ir tras lo prohibido, ahora la suerte le sonreía al tigre blanco o al menos eso pensaban, hasta que su líder, Loan Zhao, decidió que era tiempo de retirarse y acudió a los monjes para que vieran su tatuaje, ese que los más ancianos le hacen en la espalda cuando asumen como líder y que solo puede ser descifrado, cuando se retiran de su lugar, y así pudieran decir cuál de sus hijos seria la nueva cabeza del tigre. Lo que menos espero escuchar, era que el futuro de sus hijos estaría regido por amores prohibidos, esos que pueden llegar a matarte, por destino o casualidad, el pasado se uniría con el presente, dejando solo dos caminos, la unión con familias poderosas a través de lazos indestructibles, o el dolor y la agonía de arder en amores prohibidos.
Mi nombre es princesa Antara primera del reino Kael, o al menos ese era mi nombre, pero cuando el reino de las brujas cayó, mi vida cambio, pase de vestir sedas y ser adornada con oro, a ser cubierta con harapos y lodo, una vagabunda mendigando en las calles del reino de Joako, los lobos son crueles con los extraños, pero entre todos ellos, creí tener una posibilidad de vivir, fingiendo ser una simple humana, el Duque White sufría por la pérdida de su hija y me acogió como remplazo, no fue fácil, pero pensé que había logrado al menos ganarme su cariño, pero luego entendí que no podía dar nada por sentado, comprendí que si no queria regresar a las calles, solo me quedaba una opción, atrapar al futuro rey Alpha, cualquiera diría que sería fácil salir embarazada de semejante hombre, claro que teniendo en cuenta lo loco que ese bastardo esta, lo genial seria salir viva luego de estar con él.
Si amas a alguien déjalo ir, si vuelve es porque es tuyo, sino nunca lo fue, al menos eso se dice, el problema es cuando alguien que nunca fue tuyo, regresa a tu vida, despertando demonios que creías enterrados. El gran empresario Mateo Zabet coloco una muralla entre ellos en su adolescencia, respetando que la joven que amaba tenía novio, casi dos décadas han pasado desde que la vio por última vez, hoy frente a él está el amor de su vida ¿feliz mente casada? — Esto no está bien, estoy casada y tengo hijos y... — susurra con voz temblorosa. — Esto es lo único que está bien Elizabeth, siempre fuiste tú, mi amor, mi vida, mi todo y no sabes cuanto odio no habértelo dicho antes. — reconoció tomando sus labios con verdadera pasión. gratis hasta finalización.
Mi vida fue un calvario, un mal cuento, aun así, me aferre a lo único que me daba esperanzas, mi compañero, no me importaba de que especie fuera, solo queria que me encuentre, y tener al fin un poco de felicidad, pero claro que nunca nada sucede como deseo. Ahora se supone que mi vida cambio, incluso hasta mi nombre, pero, sin embargo, el dolor permanece, se supone que debía cuidarme, amarme y respetarme, era mi Alpha después de todo, pero resultó ser un maldito, y lo peor, es que me embarazo, estoy embarazada del maldito Alpha, y ya no sé qué hacer con mi vida, ni siquiera sé si tengo una.
Pertenecer a la mafia no es fácil, mantener tu lugar mucho menos, atrapar a uno de los lideres más grandes del bajo mundo... es casi imposible. Dasha Morozova solo queria su lugar en el mundo, al lado de quien amaba, sabia los riesgos, creció con ellos, y cuando al fin creyó conseguir a quien queria... la vida le demostró que no todo es un cuento de hadas, más cuando vives rodeada de enemigos, ahora el amor ya no es su prioridad, busca venganza, quiere recuperar lo que por ley es suyo y no le importa a que demonio deba tentar para ello. Lukyan Neizan, sabe que el legado de sus padres pesa sobre sus hombros, el don de ver destellos del futuro es su gran aliado cuando debe cuidar su espalda y destruir enemigos, pero... hay imprevistos que escapan incluso de su don, es así como el gran mafioso dueño de casi toda rusia y apodado la muerte blanca, despierta un día con la noticia de que tiene un hijo, del cual ni siquiera sabe quién es la madre. Dasha debe atrapar a un mafioso que la ayude en su venganza. Lukyan debe honrar las leyes de su clan y casarse solo con la madre de su hijo. La venganza es un plato que se sirve frio, y atrapar a un mafioso puede hacerte arder mucho antes de conseguir lo que quieres, pero eso Dasha... aun no lo sabe.
Era una doctora talentosa de fama mundial, CEO de una empresa que cotiza en bolsa, la mercenaria más formidable y un genio de la tecnología de primer nivel. Marissa, una magnate con una plétora de identidades secretas, había ocultado su verdadera identidad para casarse con un joven aparentemente empobrecido. Sin embargo, en vísperas de su boda, su prometido, que en realidad era el heredero perdido de una familia adinerada, canceló el compromiso, incluso la humilló y se burló de ella. Cuando las identidades ocultas de la chica salieron a la luz, su exprometido se quedó atónito y le suplicó desesperadamente que lo perdonara. De pie, protector ante Marissa, un magnate increíblemente influyente y temible declaró: "Esta es mi esposa. ¿Quién se atrevería a quitármela?".
Sólo había un hombre en el corazón de Raegan: Mitchel. Tras dos años de matrimonio quedó embarazada. Raegan se sintió muy feliz. Pero antes de que ella pudiera darle la noticia, él solicitó el divorcio porque quería casarse con su primer amor. Más tarde, Raegan tuvo un accidente y, tumbada en un charco de su propia sangre, le pidió ayuda a Mitchel. Sin embargo, se fue con su primer amor en brazos. Afortunadamente, Raegan escapó por poco de la muerte y decidió retomar su vida. Años después, se hizo famosa en casi todo el mundo. Después del divorcio, Mitchel se sintió muy incómodo. Por alguna razón, empezó a extrañarla. Le dolió el corazón cuando la vio sonreírle a otro hombre. En la ceremonia de su boda, él irrumpió y se arrodilló. Con los ojos rojos, preguntó: "¿No dijiste que tu amor por mí era inquebrantable? ¿Por qué te casas con otro hombre? ¡Vuelve a mí!".
Tras una noche apasionada, Verena dejó algo de dinero y quiso marcharse, pero fue retenida por su acompañante: "¿No te toca a ti hacerme feliz?". Verena, siempre disfrazada de fea, se acostó con el tío de su prometido, Darren, para escapar de su compromiso con su infiel prometido. Darren gozaba de respeto y admiración, todos creía que era frío y temible. Corría el rumor de que lo habían visto besando a una dama contra la pared, pero muchos no lo creyeron. Después de todo, ¿quién podría conquistar el corazón de Darren? Entonces, sorprendentemente, Darren fue sorprendido agachándose para ayudar a Verena con sus zapatos, ¡todo para conseguir un beso de ella!
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Ethan siempre consideró a Nyla una mentirosa, mientras que ella lo veía a él distante e insensible. Nyla había acariciado la idea de que Ethan la quería, pero se sintió fríamente rechazada cuando se dio cuenta de que su lugar en el corazón de él era insignificante. Como ya no podía soportar su frialdad, dio un paso atrás, solo para que él cambiara inesperadamente de actitud. Ella le desafió: "Si confías tan poco en mí, ¿por qué me tienes cerca?". Ethan, que antes se había comportado con orgullo, ahora estaba ante ella y le suplicó desesperado: "Nyla, he cometido errores. Por favor, no te alejes de mí".
"Durante su trabajo de medio tiempo en un bar clandestino, Wendy se emborrachó accidentalmente. Cuando se despertó, se dio cuenta de que la habían confundido con una prostituta y que había perdido su virginidad. Después de tener una aventura de una noche con Charlie, un hombre increíblemente guapo, Wendy tiró doscientos dólares para defender su dignidad. Sin embargo, el comportamiento arrogante de Wendy molestó a Charlie, quien, en venganza, volvió a llevarla a la cama. ""¿Qué quieres?"", dijo Wendy molesta. ""Asumir la responsabilidad de lo que te hice"", respondió Charlie sonriente. ""¿Pero cómo?"", Wendy continuó. ""Al seguir acostándome contigo""."