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Beatrice y Damian se conocieron en Austria, pero al ver a la humana rodeada de esos vampiros prepotentes, que siempre se consideran mejores que los demás, Damian se sintió tan asqueado que se negó a admitir que ella era su pareja. Pero, ¿cuánto tiempo soportará el dolor de la distancia? ¿Qué le esperará si finalmente acude a Beatrice? No sabe si está dispuesto a averiguarlo.
Beatrice deseaba más que nunca no haberse relacionado con vampiros en sus 18 años de existencia. Su vida ya era bastante complicada sin la presencia de lo sobrenatural, pero allí estaba ella una vez más, entrando en la mansión llena de vampiros, conocida como la realeza de la especie, después de dejarse convencer para ayudar al idiota de su ex novio, que en algún momento, creyó que en realidad podría haberse suicidado por su culpa.
La idea de suicidarse por un ex novio siempre le había parecido ridícula y eso se confirmó en ese momento. Claro que había hecho algunas estupideces después de que el vampiro le rompiera el corazón, pero ninguna de ellas implicaba realmente querer morir. A ella le gustaba vivir. Quería vivir para siempre, pero esa parte también se había destruido con la marcha de Arvin hacía seis meses. Su amor se había convertido en odio, y la única razón por la que no había dicho que no era porque aún tenía un corazón blando que le impedía dejar que el desafortunado vampiro se suicidara, por su culpa. Si había algo que no estaba dispuesta a cargar, era un sentimiento de culpa por haber dejado morir a Arvin, pensando que ella misma también se había ido.
En cuanto la condujeron a aquella habitación llena de vampiros, Beatrice contuvo un suspiro y el impulso irrefrenable de echar a correr.
Arvin también la sujetaba del brazo, lo que le impedía correr o al menos conseguir algo de espacio propio, haciendo la situación aún más incómoda.
Cuando divisó al trío de vampiros que tenían delante, claramente de la realeza, se sorprendió al ver que parecían más jóvenes de lo que había imaginado, aunque probablemente tuvieran décadas.
Curiosa, miró a su alrededor, observando a unos cuantos vampiros a su alrededor, como si estuvieran velando por la seguridad del trío. Por qué alguien sería tan inocente como para irrumpir en aquel lugar lleno de vampiros para intentar matar a uno de ellos era un misterio para Beatrice, pero no abriría la boca en aquel lugar para decir nada a menos que le pidieran su opinión, cosa que empezaba a dudar que ocurriera.
La única mujer entre los tres reyes se acercó y por fin Isabella consiguió mantener una distancia soportable con Arvin, soltándose de él discretamente, sintiéndose un poco menos asfixiada a pesar de la situación en la que se encontraba.
Beatrice incluso intentó seguir el ritmo de la incómoda conversación, en la que Arvin admitía que había habido una confusión y una desinformación, pero de repente tuvo una sensación extraña, y la humana estaba más preocupada por la mirada que sentía de alguien sobre ella. Uno de los vampiros no le quitaba los ojos de encima y ella dudaba si buscar o no el origen de aquellas sensaciones que se despertaban al mismo tiempo.
Entonces oyó que la mujer decía su nombre, pero al girar la cara, por fin encontró la ubicación del vampiro. Estaba en el lado derecho de la sala, con los brazos a la espalda, en una posición de respeto y al mismo tiempo demostrando que no le importaba su presencia y la de los vampiros que la habían arrastrado a aquella situación. Era como si no fueran dignos de su atención... al menos los vampiros no lo eran. Cuando se encontró con su mirada, Beatrice se vio atrapada en la suya y por fin relajó la postura, como si hubiera encontrado lo que llevaba tiempo buscando. Era fascinante observar aquel cambio.
Quería preguntarle algo, hablar con él, pero Arvin le dio un codazo y Beatrice tuvo que concentrarse en el vampiro y en sus preguntas. Intentó en la medida de lo posible no mostrar su fastidio, sobre todo con las interrupciones innecesarias de Arvin, y cuando los soltaron para irse, le hizo darse cuenta de que por fin había aprendido a mentir, al menos un poco.
Al dejar que sus ojos recorrieran aquel espacio una vez más, se sintió más tranquila al darse cuenta de que el misterioso vampiro seguía mirándola, vigilándola. Era un pensamiento extraño en aquel lugar, con aquellos seres sobrenaturales, pero los ojos oscuros de aquel hombre alto y fuerte, no parecían suponer ningún peligro para Beatrice.
Sintió entonces que sus labios actuaban por sí solos, sonriéndole al vampiro, antes de volverse hacia los vampiros que estaban a su lado y conseguir finalmente marcharse. No pudo ver la reacción del vampiro, pero algo le decía que se había sorprendido. Al fin y al cabo, sólo era una humana.
Beatrice se mantuvo tan callada como se lo permitieron los vampiros, con las constantes preguntas de si estaba bien. Habría estado mucho mejor si no la hubieran arrastrado a un lugar lleno de vampiros poderosos que podrían matarla en un santiamén, pero logró controlarse antes de decir eso o algo peor, que deseaba con todas sus fuerzas.
Beatrice consiguió dormirse dentro del avión, soñando con ojos negros y azules al mismo tiempo, con un hombre con colmillos, que la miraba con adoración, pareciendo querer algo más que abrazarla como a una mascota. La deseaba. La quería para él. Le gustaba. Y fue con esas deliciosas imágenes con las que Beatrice soportó aquel viaje de vuelta, lo más tranquila posible, sin un impulso irrefrenable de arrojarlos del avión y del coche, para que ardieran... en realidad no ardieron, para eso contaron con la ayuda de gente poderosa, pero en la imaginación de Beatrice ocurrió.
Cuando pararon el coche delante de su casa, Beatrice suspiró, aliviada, y bajó lo más rápido que pudo, con la mente aún nublada por el sueño.
- Ya puedes irte. - dijo Beatrice, intentando darles la espalda, pero vio que Arvin se acercaba y tuvo que detenerlo. Si fuera por ella, no tendría otra oportunidad de tocarla.
- Beatrice, yo... - intentó hablar, respetando al menos la distancia que había puesto entre ellos.
- No, Arvin. No quiero tener nada más que ver contigo ni con tu familia. Sólo quiero que te mantengas alejado a partir de ahora.
Abrió la boca, pero Beatrice ya no estaba dispuesta a escuchar nada de él, así que entró en la casa, dispuesta a preparar una cena especial, como disculpa a su padre, después de haber tenido que desaparecer con Layla, para salvar a un vampiro idiota. Beatrice no podía olvidar la estupidez que había tenido que hacer.
Pero aunque no quería decepcionar más a su padre, sabía que habría sido incapaz de negarle ayuda a alguien, sobre todo cuando ese alguien podía morir.
Y así, tras regresar de Austria, Beatrice intentó vivir como si nada hubiera cambiado, pero la familia vampírica había vuelto a la ciudad y todos los ojos estaban puestos en ella y en Arvin, todos curiosos y ansiosos por saber si habría una reconciliación. Si de ella dependiera, la respuesta sería no.
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