Cuando la vida parece no tener sentido, cuando los que deberían ser tus compañeros te abandonan sin pensarlo dos veces, el azar parece ser la salvación. Todo lo que Sofía quería era olvidar que un día amó a Rafael, y encuentra en una pequeña playa del pueblo vecino, lo que ni siquiera sabía que estaba buscando. Todo lo que Vicente quiere es volver a su antigua vida, sin metamorfos, hombres lobo, vampiros y un alma gemela que lo rechazó y le arrancó el corazón, pero un simple paseo por la playa le presenta mucho más de lo que esperaba.
Vicente ha visto cómo su vida se tambaleaba más veces de las que podía contar, no sólo en ese momento en que le rompían el corazón una vez más, sino también desde que era un niño.
Sólo tenía cinco años cuando su madre, cansada de las borracheras de su marido, el padre de Vicente, huyó de la ciudad, rumbo a un nuevo país y una nueva vida, dejándole atrás. Un hijo no le serviría de nada a una mujer desesperada por escapar de la vida que dejaba atrás.
Su segunda pesadilla llegó diez años después de perder a su madre. El padre, que nunca había dejado de beber, limitándose a dirigir sus ataques al otro ser más frágil de la casa, había decidido que a los 15 años era lo bastante mayor para valerse por sí mismo. Expulsado de casa, Vincent se encontró perdido y si no hubiera sido por los padres de su mejor amigo, James, quizá no hubiera durado lo suficiente para otra mudanza y todas las que vinieron después a causa de ésta.
A los 16 años, su temperamento explosivo parecía más peligroso que de costumbre. Las peleas eran más constantes y las ganas de desahogarse estaban presentes. Fue entonces cuando conoció a Samuel, que le explicó lo que eran y lo que podía hacer. Todos los de esa región eran conocidos por transformarse en un animal específico y cuando supo en cuál, Vincent se encontró de acuerdo, a pesar del miedo de lo que esto traería a su vida.
Así que Vicente se convirtió en el lobo gris que caminaba junto a uno negro que sólo los suyos podían ver. Era un secreto peligroso, Vicente necesitó más de unos meses para controlar sus impulsos, pero cuando vio a su mejor amigo convertirse en uno de ellos, supo que tenía que ser fuerte. No quería exponer a ninguno de ellos. Los metamorfos llevaban mucho tiempo trabajando para pasar desapercibidos, sobre todo para las demás criaturas, así que el joven Vicente lo estropearía todo.
Pero cuando Samuel apareció con Viviane en casa durante un desayuno sólo para los chicos del grupo, Vicente descubrió una característica de los metamorfos que deseaba que no existiera. Su vida ya era bastante mala sin una posible alma gemela. Por muy afortunado que fuera -y ahí recordó la muerte de su padre, que finalmente había fallecido, lo que le devolvió su antiguo hogar-, Vicente sabía muy bien que probablemente sería rechazado. No podía imaginar a nadie que quisiera formar parte de su vida para siempre, o mejor dicho, hasta que ambos murieran.
Y por desgracia Vicente tenía razón. El destino no estaba saliendo como él quería, y en ese momento el cambiaformas convertido en lobo se encontró deseando encogerse y desaparecer al ser rechazado, de una forma mucho peor de lo que había imaginado.
- No puedo llevar esta carga conmigo, no para siempre. - dijo la joven frente a Vincent, rompiendo algo dentro de él que ni siquiera sabía que existía.
- No te he pedido que lleves nada. Puedes elegir. Puedes dar la espalda y marcharte. Yo no puedo, así que perdóname si te estropeo la actuación, pero soy yo quien lleva una carga de una forma u otra, haga lo que haga. - Dijo Vincent, dispuesto a cerrar la pequeña puerta que había abierto sólo para ella, la chica que le rechazaba e ignoraba lo que podía hacerle negándole incluso una simple amistad.
- Nunca soportaría vivir cerca de ti, Vicente. Nunca me caíste bien. Nunca me sentiría a gusto viviendo al lado de un delincuente. Esa es la verdad y no podría vivir conmigo mismo si me quedara aquí y fingiera sentir algo que no siento.
Vicente sintió como si hubiera puñales entrando en su corazón, al mismo tiempo que se veía a sí mismo empezando a temblar, con la bestia dentro de él desesperada por salir y atacar, cualquier cosa que viera delante, para sacar la rabia y el odio que se apoderaban de su cuerpo, aún humano. En momentos como aquel se arrepentía de haber elegido al lobo, pues estaba a punto de herir al humano que su corazón de cambiaformas había elegido.
- ¡Fuera de aquí! ¡Ya! ¡No tiene por qué cargar con el peso de hacerle daño! - dijo Samuel, en algún lugar cerca de Vincent, que cerró los ojos, tratando de controlar lo incontrolable.
Buscó desesperadamente, cualquier cosa que le hiciera calmarse, pero cuando consiguió atrapar una imagen de su amistad con los James, Samuel y Viviane, lo único bueno de su existencia, la voz de Raquel volvió, arruinando cualquier progreso que hiciera. Vincent estaba condenado, ya no había duda.
- ¡Es un monstruo! - gritó la voz que una vez le trajo consuelo, durante unos minutos antes de que la verdad fuera expuesta, antes de que abriera la boca y revelara lo que había de malo dentro de su cuerpo tan humano.
- ¡Sal ahora mismo! - gritó James, uniéndose a los dos, dispuesto a echar a la mujer que los dioses habían elegido para ser la pareja de su mejor amigo, cuando obviamente no tendría ningún sentido, al menos él lo veía así.
A diferencia de Samuel, James solo podía sentir asco hacia aquella mujer. Ella había formado parte de la época escolar de ambos y él nunca se había dado cuenta de lo venenosa que podía llegar a ser.
Pareciendo ver finalmente con lo que se estaba metiendo, Rachel se dio la vuelta y corrió a casa. Abandonó la ciudad antes de que Vincent pudiera recuperar el control.
Y Vicente, que sabía que era el más inestable de allí y que no duraría mucho, se arrepintió de serlo al oír aquellas últimas palabras, que aún le perturbaban en algún lugar de su ya destrozado corazón y que probablemente seguirían perturbándole durante mucho tiempo.
- 'Ya está bien Vicente. - Dijo Santiago, alejándose con Samuel, después de que vieran salir a Raquel, corriendo, temerosa de Vicente y de esa vida que nunca quiso para él, ni siquiera con todas las historias que había visto contadas y romantizadas.
Gruñó Vicente, inclinándose y adoptando por fin su forma de lobo. Después de que huyera al bosque, lejos de todos, sus compañeros de manada sabían que a su regreso estaría aún más destrozado de lo que estaba normalmente.
Ninguno de ellos podía imaginar ya cómo sería capaz Vicente de superar aquella decepción. Tal vez nunca lo haría.
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