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Mila Walker es la hija de una de las hacendadas más influyentes de la región, su madre, Catherine Walker, es una figura maternal sobreprotectora que está decidida a encontrarle un esposo adecuado sin su conocimiento. John Harper, tentado por la rebeldía de Mila, accede a participar en el plan de Catherine. Sin embargo, sus planes se ven trastocados cuando surgen sentimientos inesperados entre ellos. Ahora, con las reglas del juego cambiadas, Mila ha conquistado el corazón de John, enseñándole que la vida no siempre sigue un guion preestablecido.
La espuma se extiende a lo largo de la superficie de la bañera mientras el aroma a jazmín impregna el cuarto de baño. Con calma, ella emerge a la superficie, dejando que sus mechones castaños se peguen a su piel pálida. Inhalando bruscamente, usa ambas manos para apartar el cabello de su rostro.
-Tu madre sigue esperando en el comedor, Mila.
Mila revuelve los ojos ante el comentario de su amada nana, Sarah. Está harta de las reglas impuestas por su propia madre: el horario de las comidas, su comportamiento, su forma de vestir y hablar. Todo le parece absurdo. A punto de cumplir veintiún años, ruega poder escapar algún día de la hacienda, un lugar que considera una prisión dorada. Sus ojos se encuentran con los de su nana, quien le tiende una toalla almidonada que cae libremente hasta sus pies. Es una señal clara: «Sal de la bañera, ahora». A Mila no le queda más remedio que obedecer.
-Estoy harta... ¿Ahora no puedo simplemente tomar una ducha?
-Puedes, pero creo que dos horas son un poco excesivas. Conoces a tu madre y sus normas...
Mila completa la frase por ella.
-... Sus reglas.
-Exactamente. Parece que no te importa desafiar cada orden suya. Y yo ya no puedo estar inventando excusas para salvarte el pellejo, Mila.
Concluye de envolverse en la toalla, Mila puede sentir el tono fatigado de su nana, tenía razón al decirlo.
-No lo hagas más. Voy a cuidar de mí misma a partir de ahora. Además, no puedes estar rescatándome cada vez que mi madre tiene un ataque por cualquier cosa.
La nana Sarah se sienta en el borde de la cama, contemplando el vasto ventanal que domina gran parte de la habitación. Ofrece una vista magnífica del jardín principal de la hacienda, mientras Mila rebusca en su armario en busca de ropa. Después de diez minutos, emerge vestida con un conjunto sencillo: pantalones negros ajustados, botas hasta la rodilla, una blusa de cuadros rojos y negros, y decide dejar su cabello suelto en el último momento.
-Vamos -dice, acercándose a la puerta.
-Creo que deberías maquillarte un poco, estás muy pálida. Además, hay visitas. ¿Recuerdas?
-Viene a ver a mi madre, no a mí -resopla-. Así que vamos.
Mila le sonríe a su nana, quien suspira con irritación.
-Te encanta hacer enojar a tu madre. Espero que esta noche no termine en pelea.
Mila espera en la puerta a su nana y la rodea con el brazo.
-Tranquila. Cenaré y me comportaré como toda una señorita Walker ante nuestro invitado. Pero si mi madre me provoca, me disculparé y me retiraré de la mesa sin decir nada. ¿Eso te tranquiliza? -su nana asiente con una sonrisa.
Caminan por el largo pasillo hacia las escaleras principales y luego hacia el comedor principal.
Bajan entre risas por las travesuras de Mila. Sarah suspira al dejarla al final de los escalones de madera, ya que necesita revisar que la cocina esté funcionando perfectamente. El retraso de Mila para llegar al comedor ha provocado que se retrase la cena. El hombre que será el nuevo socio de Catherine Walker ha llegado y ella ha ordenado a Sarah que baje con su hija en poco tiempo, o irá ella misma a buscarla, lo que no augura una buena noche a pesar de la visita.
Catherine Walker tiende la mano al apuesto hombre que entra en el comedor principal.
-Bienvenido a la Hacienda Walker, señor Harper.
-Puede llamarme John.
El joven alto y guapo le deja un beso en el dorso de la mano a Catherine. Ella sonríe ante el gesto.
-Podemos ir a mi despacho, señor... perdón, John. -se corrige al instante. John apenas esboza una sonrisa con los labios.
-Después de usted, señora Walker.
-Catherine. Si vamos a dejar las formalidades de lado... -segundos después, entran al despacho.
***- ¿Ahora soy yo quien espera? -murmuró Mila mientras daba un sorbo a su copa de agua.
La encargada de servir la cena estaba en la entrada a la gran cocina, esperando a Catherine para poder servir la cena.
- ¿Tu madre no ha salido del despacho? -preguntó Sarah mientras colocaba una cesta de pan en medio de la mesa. Mila soltó un bufido y negó. Estaba irritada. Tenía hambre, pero solo por fastidiar a su madre, podría irse a la cama sin cenar.
Sarah, al leer las intenciones de Mila, la advirtió:
-Ni se te ocurra, jovencita. Espera a tu madre aquí mismo. No quiero tener que jugarme el pellejo de nuevo explicando por qué no has esperado.
Mila sonrió.
-Lo sé. Seguiré mi palabra de no preocuparte, Sarah.
-Eso espero, Mila.
Minutos después, se escucharon voces venir del pasillo principal. La risa de Catherine resonó, Mila levantó la mirada y frunció el ceño, intrigada por escuchar reír a su madre. Catherine no solía reír, a menos que fuera... no. Nunca reía. Los recuerdos que Mila intentaba buscar dentro de su cabeza para confirmar que hubo un tiempo en que sí lo hacía eran borrosos. Catherine entró al gran comedor principal, seguida segundos después por el invitado. John retiraba las manos que estaban en ambos bolsillos del pantalón cuando su mirada se encontró con la de Mila y quedó prendado de los hermosos ojos verdes de la mujer que estaba a unos cuantos metros adelante de él.
-Mila, te presento a John Harper.
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