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Kiara despierta en una carcel, había sigo secuestrada por unos desconocidos. Esperando no encontrar el peor amo, alguien la salva, un hombre lobo cuyo nombre es Alexander. Emilia, hermana de Alexander descubre que Kiara es su pareja, al parecer reencarnada en una humana. Pero él se niega a creer eso. Ella la cura y le borra la memoria. Vuelve a su vida normal ya la universidad, encontrándose aun profesor muy sensual, Alexander.
Kiara observaba con una mueca de desagrado, el horario en su muñeca. Llegaría tarde a su primera clase, y para rematarla: mientras salía de su casa, su colectivo pasó a una gran velocidad. Ella frustrada, decidió tomar su vieja bicicleta. Comenzó a pedalear intentando no llegar tan tarde a su segundo año de universidad.
-No voy a llegar –lloriqueó mientras su corazón bombardeaba con fuerza hacia su cerebro, buscando ideas para acelerar. -¡Ya sé! –exclamó y dio un chasquido con sus dedos, recordando un atajo en la cuadra contigua. Frenó en seco, y al girar, transitó a través del césped cortado. Pero cuando vio la siguiente calle con una gran sonrisa, algo la derribó hacia un costado. No pudo hacer nada, para evitar la fuerte caída. Solamente escuchó el sonido de su bicicleta golpeando contra el suelo, y todo comenzó a nublarse, antes de ver unos zapatos color negro frente a ella.
-¡Auxilio...!
Kiara, al abrir los ojos se encontró en el suelo y sus ojos enfocaron poco a poco, unas rejas. Confundida, frunció las cejas y su boca se formó en una línea fina. Se incorporó dudosa, y sus manos sintieron un suelo frío y húmedo. Habían unas diez chicas junto a ella, todas guapas.
-Hola –comentó una voz suave, a su lado. Al prestar atención se encontró con una chica de cabello dorado y bucles. Sus ojos, de un color azul muy intenso, estaban levemente hinchados. Uno de ellos, tenía un moretón.
-Hola... ¿d-dónde estamos? –preguntó dudosa, sintiendo su cuerpo tembloroso. La chica hizo una mueca, antes de suspirar y decir:
-No lo sé... -murmuró y sin decir nada, se sentó a su lado. De reojo pudo ver, llevaba un vestido pegado al cuerpo de color rosa, junto a una chaqueta de jeans. Sus zapatillas que una vez fueron blancas, tenían unas enormes manchas negras.
-¿Hace cuánto estas aquí? –preguntó y ella abrió la boca para responder, pero no pudo, cuando la puerta se abrió de manera abrupta. Apareció un hombre gigantesco, llevaba una capucha de color negro y solamente se veía su boca y ojos.
-Tú... vamos –comentó señalando a Kiara, quien se aferró a su nueva "amiga", la misma la sujetó con fuerza antes de pronunciar:
-Ella acaba de llegar, llévame a mí –comentó con valentía y con la barbilla en lo alto. El hombre emitió una carcajada, antes de empujarla y sujetar con fuerza a Kiara del brazo.
-Con cuidado, no dañes la mercancía –ordenó una voz detrás suyo. El hombre asintió y aunque no aflojó el agarre en su cuerpo, no la dañó. Kiara avanzó con pasos temblorosos e inestables. No veía nada, el pasillo estaba tan oscuro que no veía sus propias manos. Sintió los latidos de su corazón acelerarse, cuando se detuvieron.
-N-no me maten... -pidió con un hilo de voz. El hombre que la sujetaba, le dio un empujón hacia una habitación desconocida. Se giró rápidamente, pero la puerta se cerró frente a ella. Jadeó con lágrimas en los ojos, y comenzó a golpear el frío metal.
-¡Déjenme salir! –exclamó y empezó a llorar, deslizándose hasta tocar el suelo con sus rodillas desnudas. Sintió un escalofrío, cuando una voz empezó a sonar a través de un parlante.
Se giró confundida, muy despacio –Hola señorita ¡Felicidades! Ha sido seleccionada para ser la compañía de uno de nuestros importantes clientes.
-No me felicite, ¡me están obligando! –exclamó con la voz temblorosa pero continuó hablando: -quiero volver a mi casa...
-Muy bien, a unos metros tiene un tocador para poder peinarse y acomodar su rostro. ¡Le deseo mucha suerte! Si se ve hermosa, podrá tener el privilegio de estar con uno de nuestros mejores clientes.
Y la voz dejó de hablar. Temblando, Kiara se acercó a un gran tocador de color blanco. Había un grifo, y todo tipo de maquillaje y peines. Mordió sus labios, nunca había tocado su rostro, y no lo haría en ese instante.
En el espejo, una chica con tez morena y ojos verdes, la observaba aterrada con un gran moretón en su mejilla derecha. Una lágrima se deslizaba sutilmente sobre su mejilla, y sentía que caería al suelo en un desmayo.
De un manotazo, apartó la lágrima y abrió el agua para limpiarse las lágrimas. Su rostro, al menos estaba limpio. Acomodó su cabello, y luego un sonido la sobresaltó. Detrás de su espalda, el parlante comenzaba una canción desconocida.
-Bien participante, nuestras cámaras la están enfocando, de su mejor sonrisa –ordenó la voz y ella levantó la mano para mostrar el dedo del medio –interesante.
La puerta se abrió, y el mismo guardia apareció para tomarla de las muñecas y la arrojó nuevamente hacia la prisión. La chica de bucles, se acercó para abrazarla.
-¿Estas bien? –quiso saber y ella asintió.
-Me... observaron por una cámara –comentó temblorosa y suspiró –tengo miedo...
-Emilia...
-¿Qué? –preguntó confundida.
-Es mi nombre.
-Soy Kiara... muchas gracias –murmuró y ella asintió.
Kiara se quedó abrazada a la chica, sintiendo sus caricias en su cabello hasta que empezó a dormirse –Mí hermano nos sacará...
Pero no pudo responder, porque se quedó dormida. Unos sonidos fuertes, despertaron a Kiara. La misma se incorporó observando confundida, como había una extraña pelea en el pasillo. No solamente había hombres luchando en combate cuerpo a cuerpo, sino que unos lobos también atacaban. Era extraño, como si supieran que hacer. Uno de ellos, la observó unos segundos antes de desaparecer.
La puerta, se abrió y cuando quiso reaccionar, su nueva amiga la tomó de la mano para jalarla hacia afuera. Sin embargo, debido a las demás chicas cayó de bruces al suelo, sin poder incorporarse a tiempo.
Se había quedado sola, pero se levantó con prisa, para acercarse a la salida. La reja, se cerró en forma repentina por la lucha externa entre un lobo y hombre encapuchado. Un grito, se escuchó desde lo profundo de las tres paredes; los dedos de Kiara quedaron prisioneros entre el metal.
-¡Ayuda! –gritó y empezó a sollozar, sintiendo un profundo ardor en su extremidad. No quería mirar, contuvo las lágrimas y siguió insistiendo: -¡A-ayuda! –exclamó nuevamente, y de pronto vio a Emilia, jalando el brazo de un hombre.
-¡Debemos ayudarla! –escuchó de fondo, porque las luces comenzaron a verse borrosas, los sonidos se disipaban como un susurro en el viento. Su cuerpo, comenzó a sentirse pesado para sus delgadas piernas.
De pronto, sintió su cuerpo desplomarse en el suelo, pero su mano, ya no dolía tanto. Al abrir los ojos levemente, vio el rostro más hermoso que jamás había apreciado en toda su existencia. Tenía el cabello blanco, pero parecía que brillaba y sus ojos, eran muchos más claros aunque parecidos a Emilia.
-¿Quién eres? –preguntó su voz gruesa y sensual. Ella, estiró la mano para acariciar su barbilla con una barba recién salida.
-Soy... Kiara... -comentó con voz temblorosa y se desmayó.
Después de unas horas fingiendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa. -¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa. Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía. -¿Qué? ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura bajó hasta sus glúteos y los apretó. Alexa rodó los ojos para darle un empujón. -Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperó recibir un cachetazo de la dama. Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la observó furioso. Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire. -P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó. -¡Soy tu esposa! ¡Te guste o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo: -Bien. Ten, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa. -Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar. -Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se rió de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.
Isabella, una joven inocente, se ve envuelta en una apuesta con el seductor caballero Alejandro. Si gana, Alejandro la protegerá y la cuidará. Si pierde, ella perderá su virginidad a los ojos de Alejandro.
Observé de reojo al joven que estaba a unos metros delante de mí, Eric. Era el hijo de mi mejor amiga, Laura. Suspiré bajando la vista, pero no pude evitar verle. Ultimamente, para ser sincera podía llegar a jurar que el chico, se veía mas atractivo que antes. A sus veinte años, parecía un hombre sacado de una revista para mujeres maduras. Mis mejillas se tornaron rojas, y tuve que sostener con fuerza mi vestido. Mis ojos se volvieron frágiles ante la imagen que tenía frente a mí. Cuando flexionó sus brazos para sonreírle a mi hija, sentí un nudo extraño en mi garganta. Olivia, tenía la misma edad que Eric. Laura, me pasó un mate y desperté de la ensoñación, de observar la sonrisa de su hijo. -¿Estás bien? –cuestionó bajo una mirada intimidante, asentí enfocando mi vista a los dos. Eric, rodeaba en un abrazo a Olivia, tragué saliva en seco –son adorables. -Lo son –comenté sin titubear, si tan solo un solo sonido de mi voz sonaba insegura, Laura se tiraría sobre mí como una gacela. La conocía demasiado bien para saber que era curiosa, en demasía. -Entonces... ¿saldrás con el ingeniero? –su pregunta, provocó que mi concentración volviera a ella. Suspiré asintiendo, ¿qué le podría decir? De todos modos, ya era demasiado extraño que quisiera quedarme con su hijo en la ciudad. Yo tenía una casa en la capital, y me había ofrecido para que él fuera a vivir allí una temporada, incluso Laura fuera para hacerme compañía. No pretendía comenzar a mirar a Eric con otros ojos.
Una enfermera encuentra a una niña congelada en el exterior de su hospital y la rescata. Después de atenderla, descubre que la pequeña tiene un don mágico que le permite curar heridas y predecir el futuro. La niña la lleva a su manada, y se desarrolla una tensa relación con su cruel padre, el Rey de la Manada.
Unidos por un matrimonio arreglado, Lina y Mateo se encontraron por primera vez en la noche de su boda. Sin embargo, Mateo sólo tenía ojos para su herencia y no para Lina, y la abandonó en cuanto obtuvo lo que buscaba: cuatrillizas. Cinco años después, un anciano de la familia empieza a sospechar que los dos no están enamorados, ejecuta un plan para arruinar la herencia de Mateo si no puede demostrar su amor a Lina. Con la presión de los dos lados de la familia, Mateo hace una propuesta arriesgada a Lina: fingirán ser amantes y recuperarán la herencia. Pero el destino tiene otros planos, y mientras más tiempo pasan juntos, más difícil es ocultar sus secretos y, aún más importante, el creciente amor que los une.
Liam, un joven ambicioso y decidido, está a punto de perder su empresa. Cuando se entera de que podría salvarla casándose con la hija de su padre empresario, decide aceptar la oferta. Pero, a medida que conoce a Elena, una joven inteligente y atractiva, empieza a sentir una atracción inesperada por ella. Al mismo tiempo, Elena siente que la relación se está poniendo más profunda, y se pregunta si Liam siente lo mismo que ella. ¿Qué ocurrirá si Elena descubre la verdad sobre el contrato? ¿Y sí Liam, se entera el secreto de Elena? ¿Se perdonarán?
Lascivia. Lujuria y Deseo Las vacaciones acabaron y Rachel debe volver a su puesto como teniente en el ejército de la FEMF, encontrándose con que la central de Londres no es lo mismo. Llegó un nuevo coronel, soberbio y con una belleza que no parece humana. Hombre que no tiene ojos sino dagas de acero que la ponen entre la espada y la pared al sentirse tentada por su superior. Ella sabe que no es sano, bueno, ni correcto sencillamente porque quien incita deseos impuros es el mejor amigo de su novio; Bratt Lewis. Christopher Morgan no es solo el coronel, verdugo y dictador del ejército más importante del mundo, tambien es el terror de la mafia italiana y a futuro el arma que dañara al que predica ser su hermano. Él tenía claro a lo que iba, pero Rachel despertó tentaciones sexuales regidas por aquel pecado desconocido llamado lascivia, demostrando que en cuestiones de pasión no hay amigos, alianzas ni compromisos. Él esta casado y ella sueña con lo mismo, pero la tentación desencadenará entre ellos un torbellino de pasiones, lujurias y deseos que solo viven aquellos que se hacen llamar amantes. "Sus actitudes son las de un desalmado sin sentimientos, pero su físico... Joder, su físico me humedece las bragas." Mafias, ejércitos secretos, infieles, adicciones y engaños. ¿Complicado? No, complicado es convivir con la tentación hecha hombre.
Cuando Julianne Smith decidió vengarse de su ex esposo infiel, no pensó que acabaría destrozando el coche de William Covington, un guapo y rudo desconocido de aspecto peligroso y tatuajes por doquier que le promete hacer su vida de cuadritos producto de su error. Esperando no volver a encontrarse, su pequeño hijo llega a casa con su nueva amiga de escuela, sin imaginar ni esperar que aquella niña fuese hija del mismo hombre que le había vuelto la vida un completo caos. Enfrascados en la amistad desbordante de sus hijos, William y Julianne se ven obligados a pasar más tiempo juntos, sin esperar que hubiesen más hilos conectados entre ellos de los que imaginaban, y que los llevarían poco a poco a desarrollar una intensa atracción imposible de evitar, aun cuando eran completamente diferentes.
Como simple asistenta, enviar un mensaje al CEO en plena noche para solicitar películas pornográficas fue un movimiento audaz. Como era de esperar, Bethany no recibió ninguna película. Sin embargo, el CEO le respondió que, aunque no tenía películas para compartir, podía ofrecerle una demostración en directo. Tras una noche llena de pasión, Bethany estaba segura de que perdería su trabajo. Pero en lugar de eso, su jefe le propuso: "Cásate conmigo. Por favor, considéralo". "Sr. Bates, está bromeando, ¿verdad?".
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Cuando eran niños, Derek le salvó la vida a Norah. Años más tarde, Derek quedó en estado vegetativo tras un accidente automovilístico y Norah se casó con él sin pensarlo dos veces. Con sus conocimientos médicos, incluso lo curó. Durante dos años, Norah amó a su marido con todo su corazón, esperando poder devolverle su bondad. Pero cuando volvió su primer amor, él pidió el divorcio. Sin dudarlo, ella estuvo de acuerdo. Lo que pocas personas sabían es que ella, etiquetada como "abandonada", era en realidad una piloto de carreras, una famosa diseñadora, una genio hacker y una reconocida doctora. Lamentando su decisión, Derek le pidió perdón a Norah. De repente, apareció un encantador CEO, abrazó a Norah y le dijo: "¡Aléjate de mi esposa!". Sorprendida, Norah soltó: "¿Qué?".
Stella Richard se casó con Rene Kingston en lugar de su hermana Sophia por algunas razones. Pero desde el principio, ella sabe que su matrimonio era solo un contrato por tiempo límite y una vez que se cumplió el tiempo, ella tenía que irse. Para RK, este matrimonio fue solo una carga, pero para ella fue un regalo de Dios. Porque RK era el hombre al que había amado toda su juventud... Entonces, mientras tanto de su matrimonio, Stella hizo todo lo posible para que este matrimonio funcionara. Pero el día que descubrió que estaba embarazada, su esposo le dio el papel de divorcio y le dijo... "No quiero a este niño. No olvides abortar". Estas palabras salen de su boca, como una bomba para Stella, y cambiaron su vida... Ella firmó su nombre en el papel de divorcio y salió de la casa... Porque ella no quiere estar con un hombre tan frío... Seis años después... RK compró la empresa en la que trabajaba Stella. Pero Stella hizo todo lo posible por no tener nada que ver con él... Porque ella tenía un hijo y no quería que él se enterara de él... Pero un día, cuando Stella recogió a su hijo de la escuela, él la vio... RK, "¿Cómo te atreves a tener un hijo con otro hombre?" Stella, "No creo que tenga nada que ver contigo". RK estaba a punto de decir más cuando su mirada se posó en el niño a su lado... Su rostro se veía igual que cuando era joven...