¿Cómo se sostiene eso de estar para siempre con la misma persona? ¿Con la única a la que necesitas contarle todo lo que te pasa y que sea la última a la que le hablas cuando te vas a dormir.? Marcelo y Melody eran tan diferentes, que jamás pensaron que se necesitarían para todo. Él, volviendo al nido de la mafia, del que escapó. Y ella, siendo salvada y hundida al mismo tiempo, y sobre todo, por el mismo hombre... Marcelo.
Que desagradable me resultaba levantarme temprano.
Era algo que nunca iba a apreciar, estaba segura.
Madrugar... No era para mí.
Un día cualquiera, en una mañana normal, lo conocí a él.
El hombre de mi vida, ese que me ofreció, o todo o nada.
Estudiando estaba, administración de empresas, cuando me asignaron como trabajo para mi tesis buscar un empresario triunfador, alguien que hubiese obtenido un gran resultado de su propio esfuerzo, no alguien heredero de otro, para el trabajo final. Debía exponer sus logros en mi tesis, para eso debía trabajar con el un tiempo.
Por suerte el hombre había aceptado, aún no lo conocía pero supongo que sería una gran persona, cuando había accedido a dejarme trabajar con él. Su secretaria lo había organizado todo.
Cinco meses y trece horas semanales, era el tiempo que habían dispuesto para mí, en aquella empresa. Ese tiempo lo pasaría con él, descubriendo su dinámica de trabajo así como, informándome de sus anteriores logros.
Así fue como me puse a disposición del empresario más joven y exitoso que había en mi ciudad, un italiano que había llegado a tenerlo todo, desde la nada.
O al menos eso era lo que se decía.
Me levanté con el sueño amenazando con torturarme en mi primer día de investigación para mi tesis de grado.
Era una chica simple, creía yo; pero con clase. Me gustaba sentirme elegante para cualquier ocasión. Así me habían educado.
Un vestido clásico con un cinturón fino y unos elegantes tacones, conformaron mi atuendo, además de un escueto maquillaje y un simple arreglo del cabello.
- Buenos días mi niña - me saludó mi padre cuando baje a desayunar, dejando un beso en mi mejilla.
- Buenos días papi, ¿Y mamá?- pregunté sentandome a su lado.
- Se fue temprano cariño, tenía las pruebas de algunos vestidos hoy - me respondió antes de volver a navegar por las páginas de su periódico, mientras se tomaba su preciada tasa de café.
- ¿Me llevas tú a la empresa Santuarius? - le pregunté a mi padre. No me gustaba mucho manejar, y mi padre acostumbraba a llevarme a la mayoría de los sitios.
- No puedo mi niña, salgo de viaje, te lo dije ayer. Vuelvo en tres días, toma tu auto y conduce con cuidado.- me besó la frente y salió hacia el coche con su periódico dejándome con Lucy, la asistenta.
- Aquí tiene señorita Melody- me entregó Lucy mi desayuno.
Suspirando, ante la pereza de tener que conducir yo misma, veo a mi padre subirse a su coche a través de los cristales del comedor y comencé a desayunar.
Teníamos una casa hermosa, no éramos millonarios pero vivíamos muy bien.
Mi padre tenía una pequeña empresa, productora de piezas de autos y mi madre, era diseñadora de moda.
Casi toda la casa tenía unos ventanales enormes de cristales que daban una fabulosa vista a los jardines.
Cuando desayuno, salgo a por mi coche, con mi bolso y las preguntas que tenía para el señor Santorini.
Acaricio la cabeza de mi Golden dorado, y mientras esquivo las lamidas de su lengua, me subo a mi auto, dejando mi hermoso perro dentro de la propiedad.
Cuando llegué a dicha empresa, recibí mi identificación de pasante, me subí al elevador que me llevaría al piso del joven magnate.
Me sentía algo nerviosa, pero sería cuestión de acostumbrarme a este nuevo trabajo. Iría solo cuatro horas los lunes miércoles y viernes y el sábado solo una hora.
- Bienvenida Melody ,verás como te sentirás a gusto con nosotros, el señor te espera en su oficina y en media hora saldrán a un desayuno de negocios, allí podrás verlo en acción.- me decía la guapa secretaria del señor Santorini.
La chica era muy amable, la verdad me hacía sentir muy a gusto.
Me hizo un espacio en su pequeña oficina y me indicó que podía pasar a ver al señor Santorini, pero me advirtió que no tocara, que el ya me esperaba, debía pasar sin más.
Así lo hice, llegué a su puerta con mi agenda y bolígrafo en mano y entré sin llamar.
¡Madre mía que impresión!
Un hermoso hombre rubio de unos impresionantes ojos claros, no sabría definir el color, eran entre ámbar y verdes, casi grises, con un elegante pantalón de traje azul y camisa blanca remangada hasta los codos, sin corbata me observaba divertido.
Estaba recostado sobre el borde de su escritorio, con las piernas cruzadas a la altura de sus tobillos y una mano en un bolsillo de su pantalón,mientras la otra sostenía su teléfono.
La sonrisa amplia de su boca me dejaba ver sus perfectos dientes y en un acto descarado de mi parte, observé los vellos de su pecho asomando entre los botones desabrochados de su camisa.
Su mirada recorría mi cuerpo de arriba a abajo y yo observaba con fascinación los múltiples tatuajes que marcaban sus tonificados brazos.
Me indicó que me sentara en la silla a su lado, con un gesto de sus ojos.
- ¿Alguna vez me has visto esperar algo de alguien? - decía a quien sea que le estuviera oyendo por su móvil.
Yo me senté a su lado, llevándome conmigo su mirada. El me observaba desde arriba, pues yo quedaba justo debajo de el, además de ser un hombre alto.
Solo espero que no se me vean los senos, desde donde el está.
Me puso tan nerviosa que se me calló en la alfombra del suelo mi agenda.
Me incliné por encima del brazo de la silla para tomarla de regreso y el se agachó, alcanzandola primero, quedando su rostro justo frente al mío.
Desde su posición arrodillado a mi lado, me devolvió la agenda, sin dejar de mirarme fijamente a los ojos y con aquella bendita sonrisa en sus labios, me guiñó un ojo y se levantó al tiempo que yo le gesticulaba un gracias y el pellizcaba el puente de mi nariz con sus dedos.
¡Joder que hombre, que vapor y que nervios!
- Sabes que eso me importa varias mierdas juntas, resuélvelo tú, que para eso te pago - dijo mientras daba la vuelta por detrás de mi silla, quedando justo detrás de mí.
Yo movía constantemente el pie izquierdo del nerviosismo.
No se oía una voz en la oficina, el seguía parado detrás de mí, hasta que lo sentí respirar en mi oído.
- ¿Estás nerviosa Melody?...
¡Joder, que susto!
Salté en mi asiento y me llevé una mano al pecho agitado.
No supe cuando colgó el teléfono, solo sentí que seguía agachado detrás de mí, y su aliento en mi oído me calentó la piel.
- ¿Cómo sabe mi nombre,señor?- pregunté con voz ronca, pero sin atreverme a girar mi rostro.
- No hay nadie que trabaje tan cerca de mí, y del que desconozca su nombre.- respondió y tenía lógica. Un hombre como él, no iba a tener una persona pegada a su piel el día entero sin saber, al menos su nombre.
- No has respondido a mi pregunta Melody - cantó mi nombre sobre la piel de mi oreja.
- No señor, no estoy nerviosa - mentí, a él y a mí, estaba muriéndome del miedo y los nervios.
Es que aquel hombre tan guapo y tan serenamente risueño daba miedo.
- Está será, tu primera y última mentira para mí, Melody. No vuelvas a mentirme jamás - dijo sin nada de humor en su voz, y por fin se dió la vuelta y se sentó frente a mí.
- Lo siento, señor - pero,¿Por qué me disculpaba?
- Disculpas aceptadas - dijo risueño y mordiendo su boca por una esquina. Madre mía, tenía que concentrarme en mi trabajo.
Esto sería difícil, jamás pensé que sería un hombre así, no había fotos de el en las redes sociales. No salía por ningún lado, ni siquiera asistía a los eventos de su propia empresa. Era todo un misterio.
La verdad, no entendía cómo había aceptado darme este trabajo, pues no le gustaba la publicidad.
- ¿En qué tanto piensas Melody?
Tenía una manera de mencionar mi nombre, que me erizaba la piel, sentía que sabia cosas de mi, q ni yo misma sabía.
Su manera de mirarme y hablarme era extraña e hipnótica.
- Prefiero no contestar a esa pregunta, señor - le dije sincera. ¿Que podía responder?¿Que me estaba derritiendo con su forma de proyectarse? No podía decirle eso, y mentirle no era una opción.
- Así me gusta Melody, que no mientas ,aprendes rápido. - dijo, antes de recostarse sobre su asiento.
Mientras el se impulsaba pensativo hacia adelante y atrás sobre su sillón, yo me deshacía en preguntas.
¿Estaría casado?¿Tendría novia, hijos tal ves?
- ¿Te sientes preparada para inmiscuirte en parte de mi vida?- preguntó llevando un dedo a sus labios y obligandome a levantar la mirada hacia el.
- Espero estar a la altura, señor - su sonrisa se amplió. Aquellos ojos casi que de hombre lobo se achinaron y me sentí estremecer.
Jamás en mi vida un hombre, me había hecho sentir así de en peligro.
Su manera de mirarme, de sonreírme, de examinarme me decía a gritos que corriera lejos de el.
Pero no pensaba hacerlo, serían solo cinco meses, haría mi trabajo y luego, seguiría con mi vida.
- Cada noche que te cite, vendrás a cenar conmigo, donde yo lo disponga y te iré dando la información que requieras de mí.
- Puedo preguntar,¿Por qué tiene que ser en la noche? - ahí estaba otra vez, la bendita sonrisa.
- Es eso o nada, Melody. - de nuevo canturreaba mi nombre hacia mí.
Me daba la sensación que no ganaría nunca una discusión con el, era tan específico para hablar, que no dejaba espacios vacíos por los que colarme para refutar.
- De acuerdo, señor. No tengo más opción.- se inclinó hacia mí,sobre sus codos, poniéndolos encima de la mesa.
Menos mal que un mueble como este nos separaba.
- Está misma noche vendrás a mí, luego te daré la dirección del sitio. ¡¡Melody!! - joder con el italiano. Creo que tenía la piel en llamas solo de oírlo hablar.
- Me dijo, su secretaria, que debía acompañarlo a un desayuno de negocios.- tenía que preguntar, necesitaba saber si era necesaria mi presencia allí, ahora que me había dejado claro que mi tesis se realizaría en las noches.
- Durante tus horas diurnas aquí, estarás siempre conmigo, así aprenderás como lo hago - eso sonó a doble sentido pero, el estaba serio - en las noches seré todo tuyo y tú mía.
Sin darme cuenta de mi reacción, empecé a abanicar mi rostro con la agenda que tenía en la mano, trayendo de regreso su sonrisa, con ese gesto.
- ¿Tienes calor Melody?- preguntó empujando su silla hacia atrás para caminar hacia mí.
Me paralicé cuando lo ví, llegar hasta mi y soplar todo mi cuello por detrás, con sus dos manos apoyadas en el respaldo de mi asiento.
Cerré los ojos mientras el me soplaba la piel.
Sentía mis cabellos moverse con el aire que me estaba echando con sus soplidos en mi nuca.
- ¿Te gusta? - preguntó en mi oído, con un susurro ronco.
- Eso creo, señor. - respondí instantáneamente.
- Pues que lo disfrutes mucho - abrí los ojos rápidamente, asombrada por su comentario.
Casi muero de la vergüenza cuando veo que me está ofreciendo una tasa de café, con dos chocolates encima del platillo.
Este hombre se estaba burlando de mí.
Sin querer saber de dónde sacó el café y los chocolates, me levanté furiosa, conmigo misma por ponerme en esta postura tan humillante frente a él, y con el por jugar conmigo.
Tomé lo que me ofrecía y mientras el sonreía y yo refunfuñaba bajito, me dispuse a salir de su oficina.
Pero su brazo, rodeando mi muñeca me detuvo y me acercó a su cuerpo por el costado, para decirme en el oído...
- ¿Dónde vas...Melody?
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