Jane es una enfermera reciĂ©n graduada, que es reclutada con mucha suerte, para trabajar en uno de los mejores hospitales de Londres. Pero su suerte no le quita, que sea una joven distraĂda, inexperta y torpe, mientras que su mala suerte la hace caer en manos del doctor Dante Mark. Dante Mark es el doctor, cirujano e internista más requerido de todo Inglaterra, por su gran intelecto, mientras que su gran atractivo, lo hace uno de los solteros más codiciados de la ciudad. El joven doctor es un hombre arrogante, inteligente e inalcanzable. La torpeza y el destino de la enfermera Jefferson, hace que dos mundos tan diferentes se unan y que nazca un vĂnculo sexual entre Mark y Jefferson. ÂżLos hombres sin corazĂłn llegan a amar alguna vez?
(1)
Mi primer dĂa en Londres fue bastante friolento para poder olvidarlo. El clima era horrible, mientras que mis piernas temblaban como un par de fideos.
Las cosas en Londres son tan diferentes a mi pueblo natal. Todos están de arriba a abajo y nadie se queda quieto, mientras qué hay tantas luces alrededor de la ciudad, que a veces soy cegada por ellas.
Antes de este cambio en mi vida, yo vivĂa en un pueblo llamado Bunbury, un pueblo donde nunca pasa nada de nada. AsĂ que tuve mucha suerte al poder ser enviada al friolento Londres.
Mi llegada a esta ciudad que parece de ensueño, fue algo triste. No tuve a nadie que me recogiera desde la estaciĂłn de autobuses, pero a pesar de estar sola, aun asĂ, estoy feliz de estar en esta ciudad y poder trabajar en uno de los hospitales más importantes de Londres.
Pero a pesar de tener buena suerte, me doy cuenta lo difĂcil que es tomar un taxi en esta ciudad, ya que fue una locura, tal vez porque todos trabajan y siempre están atareados. Pague 3,5 libras al alojarme en un hotel de mala muerte, y aun cuando no fue tan costoso la habitaciĂłn de hotel, me quede sin fondos de inmediato.
El hotel era macabro, asĂ que tuve que dormir en una cama que olĂa a humedad, mientras que toda la noche estuve abrazando mi cartera con fuerza, mientras tengo mis zapatos bien puestos, para correr si algo malo pasa.
Por suerte nada paso. A la mañana siguiente me despierto de mejor humor.
Está nevando allá afuera, asĂ que me abrigo bien mientras ya llevo puesto mi viejo uniforme de la escuela. Tuve tanta suerte de ser una de las elegidas para venir a Londres. Aunque tengo que ser sincera, no fui la mejor estudiante de mi generaciĂłn, ni tampoco fui la más perspicaz en donde hice mi servicio. Fui una alumna más con calificaciones promedio, pero soy muy apasionada y comprometida, darĂa lo mejor de mĂ.
Toda mi vida era a base de optimismo, asĂ que tenĂa que hacerlo bien.
No desayune nada en la mañana por falta de dinero, asĂ que sabĂa que tendrĂa que esperar hasta que me den mi pago para poder probar un bocado.
DespuĂ©s de escuchar a mi estomago rugir más de una vez, me dirigĂ al metro de Londres, lo cual tambiĂ©n fue una locura por mañana, ya que todos van al trabajo. TenĂa que llegar a las siete de la mañana, ni un minuto antes, ni un minuto más tarde, asĂ que estuve un poco estresada al ver que el metro estaba muy lleno.
Y al llegar por fin al hospital, todas mis expectativas se hicieron realidad. Era el mejor hospital de Londres, todo era de lujo y la tecnologĂa era bastante impresionante. Y como esperaba, la sala de esperas estaba llena de pacientes enfermos de gripe, ya que el clima aquĂ es terriblemente frĂo.
De lejos puedo ver a una mujer con bolsas negras bajo sus ojos, qué está trabajando en la recepción, asà que de inmediato me acerco a ella.
–Hola, soy Jane Jefferson.–Me recargue en barra de madera de la recepción, mientras que la mujer parece estar agonizando de cansancio.–Busco a la enfermera Ross.–Dije con ánimos, leyendo un papel con las indicaciones que me dieron por teléfono, antes de llegar a Londres.
–Arriba.–Murmura malhumorada, mientras está masticando una goma de mascar. Después solo me señala con sus dedos largos el ascensor.–Segundo piso.
–Gracias.–Le contestĂ© agradecida, tomando mi bolso y caminando hacia el elevador. Y al subirme al ascensor, me empecĂ© a sentir feliz puesto que ya habĂa llegado a mi nueva vida. Estaba llena de ilusiones y sueños que querĂa realizar en esta nueva vida, que he decidido tomar. Pero al mismo tiempo, tambiĂ©n me sentĂa nostálgica al dejar mi vida atrás, incluso a mĂ familia y amigos.
Y al llegar al segundo piso, las puertas del ascensor se abren lentamente, dejándome ver a miles de enfermeras caminando de un lado a otro con pequeños carritos de metal, dónde llevan los muestrarios y las medicinas para los pacientes.
Con lentitud y timidez, me acerco a la sala principal, en donde descansan las enfermeras, mientras intento buscar a Ross, aun sabiendo que no sé cómo luce ella.
–¿Disculpen, busco a Ross?–PreguntĂ© a los cuatro vientos, mientras nadie contesta mi pregunta. DespuĂ©s me doy cuenta, que delante mĂo pasa una chica rubia y de ojos azules, mientras que ella se ve menos acelerada que las demás compañeras.
–¿Disculpa...?–Llamó su atención mientras ella me mira de inmediato.
–¿SĂ?–Me responder mientras sus ojos azules son tan cálidos y pintorescos, que no dudĂł en sonreĂr.
–Busco a la enfermera Ross.–Ahora yo sonrĂo al estar cĂłmoda con su actitud.
–Soy yo.–Me sonrĂe despreocupada, mientras recibo la primera sonrisa de mĂ llegada a Londres.–TĂş debes ser la nueva interna, ÂżJane? Si no me equivoco. –Me pregunta mientras sonrĂe amablemente, recordando mi nombre.
–SĂ, soy yo.–Le respondĂ de inmediato, mientras sonriĂł al saber que mi nombre ya está tomado en cuenta en este hospital.
–Bien.–Ella toma una lista y la mira por algunos segundos.–Tu jefe aĂşn no ha llegado, asĂ que te tomarĂ© como ayudante. ÂżPuedes sacar muestras de sangre a la habitaciones 304 y 305? Tenemos el tiempo contado.–Ella me revisa el uniforme, mientras me esta hablando.–Buena presentaciĂłn, te deseo suerte.–Me dice con una sonrisa mientras me da algunos papeles, dando por sentado que tendrĂa que hacer esas tareas por ella.
–Gracias.–Le contesté agradecida moviéndome con torpeza, pero ella me detiene antes de que salga volando por los pasillos del hospital.
–Tu carro.–Me señala el carro de metal con muestrarios. Asà que torpemente tome mi carro, mientras ella se mofa al ver mis nervios.
Y después de acomodar el catéter del paciente de la habitación 305 y de una prueba de sangre, camino a la habitación 304. Ya en el lugar, me encuentro con una niña de alrededor de diez años, acostada sobre la cama viendo la televisión.
–Hola.–Llamó su atención al entrar.– Soy Jane y voy a hacer tú enfermera.–Me presentó formalmente, ya que eso es lo que tienes que hacer siempre al entrar a una habitación.– Te sacare sangre.–Ella solo estira su brazo sin preocupación, mientras sigue viendo la televisión con mucha atención.
Por mi parte, preparó los instrumentos, para luego desinfectar su brazo con alcohol.–Te dolerá un poco.–Le advierto mientras que se de antemano que la mayor parte de los pacientes se ponen nerviosos cuando ven una aguja, pero ella estaba bastante tranquila, mientras puedo ver qué tiene bastantes moretones, supongo que ha estado mucho tiempo internada.
Lentamente pongo una liga alrededor de su brazo, para luego darle algunos golpecitos en la zona del antebrazo donde está la vena cefálica. Y mientras doy golpecitos esta se inflama y me da una buena visibilidad.
Tomé mi aguja en mano y lentamente la introduzco en su brazo. Después aprieto de está un poco, pero de inmediato me doy cuenta no sale nada de sangre.
Preocupada la muevo más de una vez, haciendo que la niña tuviera dolor al instante.
–¡Sácala!–Me grita con fuerza, mientras yo estoy entrando en pánico.–¡Sácala, tonta!–Me grita una vez más. De inmediato sacó la aguja, temiendo por mi vida.
Después le doy un algodón con alcohol para que su sangre deje de salir, ella por su parte, lo toma y se frota el brazo.–¿Tú eres enfermera?–Me pregunta aun cuando me presente formalmente con ella, hace algunos momentos.
–Si.–Le conteste con miedo, puesto que parece que es ruda a pesar de que se ve que es una niña indefensa o algo débil.
–Me doliĂł, tonta.–CrĂ©anlo o no, una niña me estaba insultando como nadie de su edad lo habĂa hecho. Yo estaba sorprendida, porque incluso ninguna persona mayor que yo, me habĂa hablado de la misma manera que la que ella me estaba hablando.
–¿Qué pasa aqu�
Escuche una voz masculina proveniente de la puerta. Me doy vuelta y veo a un hombre alto, de rasgos finos, pelo rizado y vestido completamente de azul.–Hola Liza.–Dijo el hombre guapo saludando a la pequeña niña, mientras yo miro el suelo algo apenada.
–¡Harry!–La niña expresa amabilidad y dulzura con él joven hombre. Yo solo frunzo el ceño, viendo sus ojos alumbrados. ¿Por qué no me pudo recibir as�
–¿QuĂ© pasa aquĂ?–Pregunta al ver a Liza enfadada, pero sabĂa que yo era la que tenĂa que responder.
–Nada.–No fue mi mejor respuesta, pero la niña me lleva la contraria.
–Me pico y no le dio a la vena, me lastimo. –Dice luciendo indefensa, pero claramente ella podĂa defenderse con su boca, como lo hizo hace algunos segundos.
–Lo siento.–Agache mi mirada mientras siento mucha pena de haberlo hecho. Después con lentitud, alzo mi mirada y puedo ver que el hombre me mira fijamente, con esos grandes ojos verdes que tiene.
–Tú debes ser la interna, Jane Jefferson.–Yo lo miro con una sonrisa, puesto que sabe mi nombre y eso es agradable.
–SĂ.–Le contestĂ© meneando la cabeza luciendo una gran sonrisa.
–Liza debes dejar que la enfermera Jefferson haga su trabajo.–Dice sin más, defendiéndome.–Si no ella no podrá sacarte sangre.–Él toma la aguja y la introduce en su brazo, y como arte de magia la sangre sale. Él llena el muestrario y lo pone en mà carrito.
–Listo.–Le da un beso en la frente a la pequeña, mientras la tapa con una sábana blanca. La niña soñada, suspira como si estuviera enamorada del joven hombre.
AsĂ que yo con la cola entre las patas, salgo de la habitaciĂłn muy apenada.
–Lo siento, si lo moleste.–Ahora me disculpo, mientras camina a mi lado.–Era mi trabajo sacar la sangre de...–Pero él no me deja continuar.
–No, no hay ningĂşn problema.–Él sonrĂe amablemente.–Yo estoy aquĂ para ayudar a los nuevos internos.
–¿Usted es enfermero?–Él solo se mofa de mi pregunta, ya que lo he bajado de nivel.
–No soy enfermero, soy cirujano.–Mi boca cayó al suelo, mientras sé que él puede ser mi jefe, asà que cometer errores, no me da ventaja con él. Mi respuesta a ese gran error, es porque estaba usando un uniforme azul, que se me hizo parecido a algunos uniformes de enfermeros, con la diferencia de que en su uniforme estaba bordado su nombre, junto con su especialidad.
–Como lo siento, doctor Steward. –Me disculpo de inmediato miento leo su nombre en su uniforme, mientras miro una vez más al suelo, sintiéndome como una completa tonta.
–No hay de quĂ© preocuparte linda, me puedes llamar Harry.–Sus labios rojos resaltan con la poca luz del lugar, mientras que su nariz respingada hacĂa la diferencia, haciĂ©ndolo ver aĂşn más atractivo.–Me tengo que ir, pero dime si quieres que saque más sangre por tĂ.–Me comenta coqueto, mientras mi estĂłmago se llena de mariposas, Âżacaso me está coqueteando?
–¡Jane!–Escucho mi nombre en el aire, asĂ que algo distraĂda volteo y me doy cuenta que es Ross la que me está llamando.
–¡Tu jefe ya llegó!–Me grita mientras él doctor Steward desaparece de la escena. Entonces él no es mi jefe, ¡genial! Mi pecho se inflama por lo que acaba de pasar, asà que lentamente camino hacia Ross, sin poder quitarme de la mente a ese guapo cirujano.
Pero luego pienso en mi jefe, que quizás sea un viejo cascarrabias de cuarenta años que tiene mucha experiencia. De inmediato deduzco que será un hombre grande, ya que en la medicina es muy difĂcil ser uno de los mejores, sin haber pasado años y años de estudio.
–Ven.–Ross me tomĂł del brazo y me jala con fuerza. Ella parecĂa estar muy nerviosa, mientras me arrastra hacia la sala de enfermeras. –Arregla tu cabello. –Ella pasa sus manos por mi cabello, tratando de acomodarlo. –Ya viene.–Ella suspira nerviosa mientras yo intento entender porque tanto alboroto.
Segundos después comprendo lo que está pasando. Zapatos finos y limpios, traje perfecto, bata demasiado blanca, nariz respingada, ojos que matan, cejas pobladas y esa boca que provocaba un orgasmo al verlo.
–¡Doctor Mark!–Dicen todas las enfermeras que están a su paso.
–Buenos dĂas.–Dijo Ross mientras el pasa a su lado, como si fuĂ©ramos invisibles.
–Buenos dĂas.–Contesta con su voz rasposa, mientras ya me siento amenazada por su impotencia tan grande.
–Doctor, su ayudante llegĂł.–ComentĂł Ross mientras me tomĂł del brazo y me pone delante del hombre. Yo muy nerviosa muerdo mi labio inferior, mientras estoy enfrente de su presencia atemorizante. Su mirada era más frĂa que el hielo, mientras que no expresa nada al verme.
–Tengo una cirugĂa.–Murmura despuĂ©s de un suspiro de cansancio, mientras que aunque tiene bolsas bajo sus ojos, luce bastante sexy.
–Ella está preparada.–Ross responder por mà mientras claramente no estaba tan preparada como ella comentaba.
–¿Yo?–Pregunté sorprendida mientras miro a Ross con mucho miedo.
–Si, tu.–Dijo el hombre indiferente.–Por eso la universidad Peyton te mando aquĂ.–El doctor solo rueda los ojos y sigue caminando.
–SĂgueme.–Yo con la cabeza hacia abajo, lo sigo mientras las enfermeras del lugar no le quitan la vista a el guapo doctor, que parece ser un modelo de catálogo. Por lo que veo al pasar, Ă©l tiene un alto puesto en este hospital, todos lo saludan y Ă©l cĂłmodamente no saluda a nadie, solo camina como si nadie se comparara con Ă©l y creo que no lo hay, puesto que doctores mayores le saludan con mucha educaciĂłn mientras Ă©l solo los ignora.
Después de un largo camino hacia unas oficinas, abre una puerta de madera, que estaba al final de un corredor. Él me deja pasar primero, pero aún estoy apenada e intimidada, asà qué parezco tomate por mis mejillas rojizas.
Él entra despuĂ©s de mĂ, para sentarse en su silla de cuero negro, toma unos papeles mientras los lee sin mirarme ni una sola vez. Yo me siento en el asiento del frente, pero siendo sincera, no podĂa ignorar su gran belleza, su nariz respingada y su boca roja, simplemente no podĂa.
–¿Tu eres Jane?–Me pregunta sorprendiéndome de mis pensamientos, ya qué lo dijo de la nada, ya que no me dirigió la palabra durante muchos minutos.
–SĂ.–Le contestĂ© intentando no gritar, ya que me sentĂa como en la guerra. Yo solo querĂa poner mi mano sobre mi frente, diciĂ©ndole: "SĂ, señor" Él solo suspira una vez más mientras niega con la cabeza, al ver lo nerviosa que estaba.
–Solo espero que no seas una tonta incompetente, si no te irás y no trabajarás nunca en este hospital.–Me amenaza mientras apenas lo conozco. ¿Acaso es adivino?
–Haré lo mejor que pueda.–Intento no caer al suelo, mientras pronuncio con miedo que haré todo lo posible por cumplir las expectativas que este hombre tiene.
–Tienes que hacerlo.–Amenaza mientras que para Ă©l no es sĂłlo esforzarse, sino que tengo que hacerlo perfecto.– No hay opciĂłn señorita Jefferson.–Yo algo tĂmida asiento con mi cabeza mirando al suelo.
–¡Alce la cabeza, cuando yo le hablo!–Me grita llamando mi atención. Yo lo miro atentamente, mientras nuestros ojos se entrelazan.–¿Entendió?–Me pregunta con rudeza mientras yo solo trago saliva.
–SĂ.–ContestĂ© con miedo de que me haga algo, si contestĂł que no.
Él se levantĂł de su asiento y caminĂł hacĂa la puerta, abriĂ©ndola para mĂ. Al fin y al cabo, me demuestra que es un caballero, uno muy exigente pero un caballero.
–Venga conmigo señorita Jefferson.–Yo salgo de la habitación aún con las mejillas rojas. Al salir de esta hermosa y grande oficina, otras enfermeras se le acercan con una bata azul para él. Él con prisa se la pone.–¿Ya está mi paciente?–Pregunta con una frialdad en sus palabras, mientras camina con rapidez y las otras enfermeras le seguimos el paso.
–Ya doctor Mark.–Dice una linda enfermera de pelo rubio, mientras ella también lleva una bata azul y un tapa bocas.
–Vamos a cirugĂa.–Dijo con firmeza, para detener su caminata para mirarme.
ÂżAhora que hice mal? Me preguntĂł.
–Señorita Jefferson, ÂżquĂ© es lo que dije en la oficina?–Él ve lo temerosa que estoy, siguiĂ©ndole el paso sin saber que hacer.–¡No quiero a otra incompetente!–¿TenĂa que gritarlo, cuando estamos enfrente del quirĂłgrafo?
–Sà señor, lo lamento.–Le digo con mucho respeto, a pesar de que somos casi de la misma edad.
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