as cum
o que estaba por venirse un remate que solo podía ser algo verdaderamente terrible si se sumaba a lo que ya había
or decir, puesto que yo ya podía imaginarme quien era esa mente maestra que había orquestado el mal para mi familia. Yo sabía que todo lo que estaba ocurriendo solo podía ser pro
sent
se lo lle
a cierto y que ella no tenía nada que ver en toda aquella catástrofe que me estaba consumiendo en la incontenible agonía del sufrimiento, no había forma de que yo pudiese decirle
e esa manera delante de mí cuando se suponía que ella debía estar ahí para darme fuerzas a mí. No había nada que reprocharle, la pobre había tenido que recibir un tras otras, cada uno de esos golpes sin siqui
ntra de David, había dejado a Ana sin otra noticia positiva más que la de la buena salud de mi bebe. De resto, aquello de mi rea
uesto que su mano se encontraba alejada y que parte de mi cuerpo no reaccionaba cuando yo le pedía moverse. Ana reaccionó apenas levantando el rostro levemente para mirarme por encima de sus propias lágrimas. Se notaba que ella se encontraba bastante afectada, puesto que la confusión no d
necesitaba, pero en ese proceso de autodestrucción que me prometía el final de ese trance de dolor, solo encontré conveniente
a de voluntad necesaria como para animar a nadie, sin embargo, ella se ocupaba en tratar de salvarme a pesar de que todo se veía perdió―... Tu jefe me explicó como ocu
cabeza para intentar alejar los pensamientos tortuosos de mi mente, pero era una tarea bien compleja. Entonces la miré a los ojos y le comencé a explicar con la intención de hacerle saber todo aquello que ella no sabía, para que ella estuviese al tanto de las
ebajo del peso asfixiante del amor no correspondido mientras vivía sumida en el miedo apremiante de esas amenazas que la tenían a ella y a David en el punto de la mira. Cristian había logrado cumplir su palabra y la había protegido a ella, pero a mi hermano l