cal
esa mujer y sus cómplices para poner en jaque
o del respaldo absoluto de una empresa multimillonaria pudiese quedar a merced de una mujer que era malintencionada hasta los tuétanos y de eso no quedaban dudas, pero que no tenía ni de
acer y que surgieron sobre todo después de que yo le contara lo
arme se dejaba entrever que la participación del abogado en aquel vericueto de demandas y contrademandas era mucho más activa de lo que yo podía intuir. Se dejaba en claro que el traidor había accedido a quitarse la careta―, por lo poco que pude enterarme gracias al chofer... ese tal Martins le hizo el juego a tu
d contenida detrás de aquella fachada de pulcritud y elocuencia era tan grande como para poner en peligro a cualquiera, lo que nunca fui capaz de imaginar era que el asunto llegase a
tanto dinero como para convencer a cua
rencia de mí, estaba enterada de lo que había originado aquel matrimonio que ahora resultaba en la trampa mortal
an se casó con ella para cumplir una cláusula de ese mismo testamento que le obligaba a comprometerse y casarse antes de ser mayor de treinta años. Parece que la única opción viable que encontró el pobre fue casarse con la mujer que le recomendó aquel que él creía su amigo, pero todo resulto ser una tr
e haber tenido que sufrir todo lo que había sufrido en ese proceso, yo lo entendía a la perfección y no me quedaba de otra más que asimilar que nada de eso hubiese ocurrido si hubiese tenido el valor suficiente para enfrentarme a mis miedos cuando estuve a tiempo. Ahora no tenía opo
la vida necesaria para pretender tomar parte en el asunto como la única capaz de cambiar el rumbo de mi destino y ahora más que nunca volvía a necesitar esa fuerza que había perdido después de tantas malas noticias. Entonces apreté la mano de Ana con más fuerzas que antes. Cerré los
riendo a mí alrededor, por eso sabía que ya no era necesario decir nada más, ahora
s no me acompañasen y aunque no supiera ni siquiera lo que podía llegar a hacer, yo sabía en algún lugar de mi alma que mi misión era resarcir el dañ
para seguir sumida en ese trance de autodestrucción. Aún quedaba mucho por sufrir, pero no sufriría de brazos cruzados. Yo estaba lista para ir al campo de guerra y