e que nunca nadie le pudo demostrar delito alguno, todo el mundo conocía sus rostros, ellos no necesitaban de las sombras para protegerse, claro que no, cuando tenían el don de la videncia de su lado,
ue cualquier otro ser humano, ¿Quién dijo que ver el futuro siempre es bu
ería el menor de tus problemas siendo quién eres. - los Zafiros que su madre tenía por ojos br
sonrió al verlo. - Tu hijo embarazara a la correcta, lo acabo de ver, seremos abuelos muy p
me. - explicó guiñándole un ojo al mayor, esperando como siempre la complicidad de su padre, para hacer enojar a su madre, pero obte
.. no te casaras pronto, o al men
adr
a en el clan, la muerte blanca seria padre muy pronto, y eso era un alivio, cada clan mafioso tenía sus normas, leyes no escritas, pero bien aprendidas, sin importar lo descabelladas o absurdas que pudiera
tinencia sexual autoimpuesta, no, no queria ser padre, mucho menos tener esposa, aún estaba asombrado con el giro que había tenido la vida de sus primos, Horus Bach, Pedro Sandoval y Giovanni Santoro, el trio que no solo eran
iro a ver a Alek, primo por parte paterna, mientras los otros lo e
o está prohibidos, además... soy demasiado posesivo. - rebatió
siderara su amigo, todos eran remplazables, porque todos tarde o temprano querían lo que era suyo, lo sabía, lo
e un nuevo negocio que proponer, pero regresare mañana a
dando a su prima Alejandra, una santa en todo sentido, hasta que se toca
tación en el hotel casino a tu nombre y unas linda
de su padre, no se veía cambiando pañales, aunque si podía imaginar a una mujer leal a su la
ue se filtraba en aquella habitación, su aroma, el más exquisito que alguna vez sintió, la suavidad de su cuerpo y
stro y mucho más, odiando la ausencia de la suavidad de ese
ino. - susurro
uz, luego de pedir a todas las mujeres, que su primo Alek había contratado, que se marcharan del lugar, solo esperaría por ella, le haría el amor y luego la castigaría por vender su virginidad, porque... las leyes eran claras, las mujeres solo eran tom
en una mezcla de felicid
lzó como una lanza que hubiera sido convocada para una bat
al aún desconocía no solo su nombre, también su rostro, no por gusto, por supuesto, pero luego de amarla como lo hizo, el cansanc
n, el olor a gas era más fuerte en la planta alta, provocand
como deseaba hacerlo, y es que el dolor le ha
orrió por el vestíbulo del hotel casino, al tiempo que marcaba con desespero el número de Hades, el afam
s era sabido que las llamadas de Rusia a esa hora no eran por cosas buenas. - Lukyan ¿Qué sucede? - la mu
n. - logro decir sintiendo que el corazón se le detenía, sintiendo