a aguda y expresiva pernoctó sobre mis ojos, abriendo ventanas a una ladrona desconocida, que desnudaría mi alma y se apropiaría de todos los sentidos de forma indebida, aprovechando su ventaja, quien
mes, colocadas sin margen de
ecoradas, que transpiraban por adentrarse en un mundo nuevo, junto a esos pequeños y delicados labios que formaban diminutas gotas en su parte superior, por la sensación de no poder reprimir lo inev
ulas hollywoodenses donde el amor y el poema parecen perfectos. Extensos y afables dedos acariciaron el piano, para deleitar la quimera con esas rítmica
a nuestras intimidades, expresando que no comería del durazno prohibido, con la finalidad de hacerte desear y pasar períodos prolongados bebiendo y saboreando ese dulce néctar.
os apretadas que exigían más y aparecían marcadas en la puerta del armario, a causa de esa respiración acelerada, que imprimían huellas en forma arrastre, por el sudor y la sensación de conseguir el esplendor
ilectas, tocó a la puerta para destruir esos instantes mágicos, subsistidos juntos. Tan sólo era un ensayo terriblemente ideado, para sustentar la soledad momentánea que la embargaba. Sin duda, su desierto era circuns
s, ese olor a lluvia, previo al paisaje deseado, me desmorona el alma con cada respiración; ese quebrado espíritu que se vuelve nada, a razón de que ha sido tuyo y se mantiene en cenizas. De tu
osotros. Tampoco soy el culpable de tus desilusiones, pero me infligiste deterioro como si fuera tu verdugo eterno. Es tu forma de ser, es parte de tu patología. Eres como
tés al corriente de como dueles. Imploro porque te desprendas de ese espíritu ennegrecido. Ruego para que la naturaleza se confabule c