tanto así que lo extrañaba; nunca entendió su partida, nunca pudo superar su ausencia. Tenía apenas 6 añitos. ¡Tan sólo seis! Cuándo lo vió salir por última
empo para la infancia, para los deportes, ni para el estudio; el trabajo sustituyó los juguetes, había que producir dinero, tenía que traer comida para su casa. Por eso llenaba las bolsas en el supermercado y hasta sé ofrecía para l
esto, que aún pensaba en su papá, que no desechaba para nada su imagen, sobre todo sus ojos, mismos que Augusto posaba co
, algo así como una especie de comodín, del gigantesco departamento de servicios generales; sabía de electricidad, dé plomería, dé carpintería
or cierto, estaba dirigida a la "Gerencia de Recursos Humanos"; cargando la misma. Ingresó lentamente a la entrada principal, del suntuoso y gigant
o sacó del bolsillo derecho de su camisa, un pequeño pañuelo, impecablemente blanco, con el cuál procedió a secarse el sudor que corría por su frente, producto del gran esfuerzo físico realizado. Eva lo observa de reojo, le fascinaban sus ojos azul
ientes
en su asiento; tomando una hoja para disimu
el trabajo, ho
ial Rafael López Idriago; el cuál no era Doctor, es más, ni siquiera era bachiller, pero le agradaba mucho que le llamasen así; quien no lo ha
n verdad era así con todos; prácticamente lo atrope
epto! Tu sucia ropa, t
io. No entendía él, como un ser tan hermoso, podí
cuidando las cuatro puyas que te paga mi Padre; para que no sé muera de hambre, tú patética familia. ¡Ahora apárt
normas básicas dé educación, para ella no existían o por lo menos, no las uitl
ta, está en
personalidad; cómo siempre y fiel a sus principios, no esperaría en la antesala, para entrar a presidencia, odiaba los protocolos, detestaba ser anunciada; lo haría a su manera, como sea, aquella
cia? ¿Por qué la ponía nerviosa, intranquila? ¿Por qué su corazón se alocaba ante él? ¿Por qué se acariciaba sus partes íntimas, en la soledad de su lecho, imaginándose que Prince la poseía
rando de él? ¿Acaso quiero ser la bu