img Prohibido enamorarme de mi secuestrador  /  Capítulo 8 Su otra mitad | 17.02%
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Historia

Capítulo 8 Su otra mitad

Palabras:1030    |    Actualizado en: 26/04/2024

e golpe, haciendo que el corazón de l

reguntó, viendo al individuo qu

que le otorgó para que asimila

ron como una marcha fúnebre, pre

sos ojos zarco, tan ardientes, p

iega a ser devorada por las fauces del lobo; corrió, corrió y

as y al segundo siguiente, había si

sus labios cuando su espalda cho

¿Pero siquiera tenía caso hacerlo? ¿Siquiera iba a escuchar alguna de sus palabras? Ese demonio n

la mano del hombre se ce

les eran los pecados por los

ada azulada, al tiempo que la nariz de

ese que de por sí ya era escaso, parecía estar

irí

o un murmullo, un murmullo que casi no se entendí

ido esas palabras; pero, estando tan cerca de la muerte, sentía q

s sus ojos y la soltó sin poder siqui

ntando asimilar lo que pasaba. Mientras tanto, los ojos del hombre no la perdía

, en tratar de recuperar el sentido de la realidad. Cuando finalmente la

, se preguntó entonces, sin en

erocidad con la que había entrado; ahora, por el contrario, sus orbes s

or

, sabía que no estaba en condiciones de preguntar nada, pero su curi

había matado?

entró en un punto incierto, parecía haberse sumergido en un lugar

que no la hubiese escuchado; pero, antes de que aquella imprudencia tomará

una tempestad; y había salido convertid

gente habí

¿por qué la hija de su mayor enemigo le resul

.

ndo en la habitación donde s

acía más de cinco años atrás, su comp

ad trabajando para Amaro y su gente, la misma que en un ar

, en medio del caos y la maldad. Los dos

eo que no l

ecía aquello. Se trataba de un

nces, y la amenaza estaba i

preguntó, repasando el estado de la misma. Un impacto de bala no era algo sencillo de tratar, y más cuando no estaba en un hospital

garras de la muerte. Finalmente, luego de hacer todo lo que estaba en

tada a una máquina que mantenía estable su respiración, sus latidos eran monitorea

tocar suavemente su rostro. Ella se veía apacible, lejos de la fe

ismo dolor, ambos se habían convertido en monstruos sin siquiera quererlo

algo más, algo más que la normal indiferencia que lo env

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