e golpe, haciendo que el corazón de l
reguntó, viendo al individuo qu
que le otorgó para que asimila
ron como una marcha fúnebre, pre
sos ojos zarco, tan ardientes, p
iega a ser devorada por las fauces del lobo; corrió, corrió y
as y al segundo siguiente, había si
sus labios cuando su espalda cho
¿Pero siquiera tenía caso hacerlo? ¿Siquiera iba a escuchar alguna de sus palabras? Ese demonio n
la mano del hombre se ce
les eran los pecados por los
ada azulada, al tiempo que la nariz de
ese que de por sí ya era escaso, parecía estar
irí
o un murmullo, un murmullo que casi no se entendí
ido esas palabras; pero, estando tan cerca de la muerte, sentía q
s sus ojos y la soltó sin poder siqui
ntando asimilar lo que pasaba. Mientras tanto, los ojos del hombre no la perdía
, en tratar de recuperar el sentido de la realidad. Cuando finalmente la
, se preguntó entonces, sin en
erocidad con la que había entrado; ahora, por el contrario, sus orbes s
or
, sabía que no estaba en condiciones de preguntar nada, pero su curi
había matado?
entró en un punto incierto, parecía haberse sumergido en un lugar
que no la hubiese escuchado; pero, antes de que aquella imprudencia tomará
una tempestad; y había salido convertid
gente habí
¿por qué la hija de su mayor enemigo le resul
.
ndo en la habitación donde s
acía más de cinco años atrás, su comp
ad trabajando para Amaro y su gente, la misma que en un ar
, en medio del caos y la maldad. Los dos
eo que no l
ecía aquello. Se trataba de un
nces, y la amenaza estaba i
preguntó, repasando el estado de la misma. Un impacto de bala no era algo sencillo de tratar, y más cuando no estaba en un hospital
garras de la muerte. Finalmente, luego de hacer todo lo que estaba en
tada a una máquina que mantenía estable su respiración, sus latidos eran monitorea
tocar suavemente su rostro. Ella se veía apacible, lejos de la fe
ismo dolor, ambos se habían convertido en monstruos sin siquiera quererlo
algo más, algo más que la normal indiferencia que lo env