be cuidarse sola. Además, tal como está la situación, entiende que no podría encontrar un mejor partido para su hija que este, puesto que se trata de un pretendiente, el cual ap
rvientes, dejando a Heracles en Akkad. Al arribar al puerto los recibe Apolinum,
dido? ¿Dónde es
en el camino! -respond
capitán se da cuenta de que nada grave ha sucedido, puesto que solamente manifiestan molestia y no así preocupación. Mientras se dirigen hacia el palacio
as peor que él -declara el leal Apolinum con toda convicción de lo que expresa, puesto
enía seis años cuando hacíamos
¿lo recuerdas? Relájate, él muchacho está madurando más rápido que nosotros -responde Apolinum
sto que demuestra Almea. La reina se encuentra fastidiada por el tema y la evidente complicidad del capitán, por lo cual se retira sin decir una palabra. Además, sabe que ambos platican asun
arás si te encuentras con Gera? ¡Tu hijo! ¿Será igual de alto y fuerte co
ofunda nostalgia, la cual no puede evitar hacerla evidente. Apol
ella. ¡Cómo peleaba, ah..., sobre todo la forma en que te protegió y curó tus heridas! ¿Có
se le han pasado por su mente. Por ello le responde con un gesto de inc
er a mi hijo. El rumbo que tomaron las cosas en ese tiempo, no sé
estés a punto de cometer alguna torpeza". Además, tanta paz y tranquilidad ya me está empezando a hastiar, y eso no me gusta para nada. Otro asunto que quizás no has tomado en cuenta; tu muchacho me tiene
a vez no te dejaré; te necesito. No sé con qué nos encontr
tán les será muy útil en las tierras griegas. De tal manera, esa misma tarde se realizan los preparativos para partir hacia Tebas. Se ponen a disposición dos naves con los médicos, a los cuales se suman unos veinte soldados sumerios, bajo el mando de Alfenón y Apolinum. Se ha
prisa antes de que nos escuchen los sirvientes de mi padr
jardines hasta llegar al bosque. Allí se dirigen hacia un her
cia y muerte. Sin embargo, actualmente existe para nosotros al menos una esperanza. Tu padre nos ha dado
e les hará daño a ti ni a tu pueblo! -le asegura el jov
gundos; pues inmediatamente lo aparta colocando sus manos sobre el pecho del joven. Le sonríe moviendo la cabeza negativamente, mientras se levanta para alejarse un poco de la situación. Heracles
tan fácil. Mega no es una mujer cualquiera, es una joven virgen muy bella, y quien pretenda ser el afortunado de poseer su amor; deberá hacer los méritos para merecerla. No o
omo están las circunstancias; al parecer "lo demás..." solo será cuestión de un poco de tiempo. Al alejarse la joven, Heracles
ajo esos arbustos, ¡deprisa! -ordena el joven príncipe, mientra
percibe algo. Sospechando que está siendo observado, mira hacia todos los rincones y da la impresión de que olfatea buscando algo o a alguien. Y... ¡efectivamente!, descubre las dos siluetas escondida
? ¿Eres un acadio? ¿O solo vienes a robar? -p
sa manera. «No es un humano, tampoco es uno de nosotros. ¿Quién es entonces?», se pregunta intrigado el solitario ser celeste. Heracles sale hacia la parte más despejada. La luna llena se encuentra en todo su esplendor e ilumina a
ar! ¡Puedes hacerlo, siempre y cuando pases primero por
hazte a un lado y déjame seguir mi camino -le exhorta el imponente legionario, tra
además estás desarmado! ¡Te va a matar, hazle caso y déjalo ir!
te tal dama. Por lo que hace caso omiso a las advertencias de la aterror
increpa amenazante el legionario celeste, tratando por última
el suelo, dejándola a la misma distancia de los dos. Esta acción sorprende a Heracles, pues jamás se había enfrentado a un rival tan arrogante y
, deja al descubierto uno de sus flancos, el cual es aprovechado por el legionario, quien le propina un poderoso golpe de puño en todo el rostro; derribándolo y haciéndole sangrar la
legionario, quien consigue de apenas esquivar el ataque, pero el joven aún no ha demostrado todo lo que tiene y aplica una fortísima patada sobre las extremidades inferiores del legionario, haciéndolo perder el equilibrio para caer pesadamente. Ahora es Heracles quien hace el gesto a s
to, deté
es amenazantes les apuntan con sus flechas. Los dos ens
cipe sumerio! ¡Al otro, encad
n aguardando. Al encontrarse frente al gobernante acadio, Heracles, avergonzad
miendo que así acostumbras a pagar la hospitalidad
adio, permanece en silencio sin manifes
-interviene Mega dando un paso adel
abeza al legionario Bartos. Se ha dado cuenta de que se trata de uno de aquellos extraños seres que estuvieron entre su gente hace casi seis años a
tu padre. Creón..., haz lo mismo y llévate a tu hija. ¡Ustedes, síganme! -concluye Murabi, ordenando a s
bi contempla detenidamente los golpes y lesiones en el rostro del legionario a causa de la pelea con el jove
ro de que no es de estas tierras -
¡Por lo tanto, el que hac
solamente responder lo q
aces en nuestras tierras? ¿Dónde están
mi mujer, con la que muchos años hemos vivido cerca de tu pueblo y sin que ustedes sepan de no
rosiga en su confesión; puesto que está seguro de que este tien
ovechaba la noche para no ser descubierto por tus soldados, pero ahora me encontré con ese obstinado joven, el cual estoy seguro de
si fuera poco, el hecho de haberse enfrentado y no haber caído derrotado ante este rival tan grande y poderoso, le hace suponer que existe algo extraño que debe descubrir; aunque con mucha sutileza, para evit
me asegura de que no vendrás lue
ar al lugar donde nos escondemos. Te convencerás de que
te quedes esta noche. Mañana llegará el rey Alfenón de sumeria
e con la cabeza, pero le muest
abi a sus guardias, los cu
s lastimadas muñecas mientras mira en forma amigable al rey
habitación para qu
ra Heracles, quien siente algo de temor hacia su padre por lo ocurrido la noche anterior. Además, de que se encuentra avergonzado, por su rostro golpeado y lleno de
¿¡Qué te ha pasado!? ¿Quién fu
... Yo tuve la culpa. F
argará de explicarte. Por ahora tenemos un asunto muy importante que de
el que se encuentra! -lo increpa Alfenón, molesto p
seo mostrarte tiene relación con
racles observándolo. Se encuentra intrigado por saber quién
ántos
, le hace saber que e
fue capaz de
del hecho. Murabi y Alfenón llegan al palacio donde les está aguardando Bartos, quien se incorpora al verlos ingresar. Alfenón, al momento de verlo, se da c
se encontró con mi hijo! -asegura el rey su
mente se queda mirándolo. Mur
rmado, pero arrojó su arma cuando o