EL DOLOR DE
rlo
ntre la opulencia de la mansión y el vacío que me consume, como si ambos mundos estuvieran en constante conflicto. Mientras contemplaba mi reflejo en el espejo, m
Era muy guapo, eso no se puede negar, pero su personalidad dejaba mucho que desear, pero ahí est
s-. Muévete, ¿qué esperas? Ven a servir el desayuno. -Mi suegra me trataba peor
e brillo, olvidando por completo mi desdicha. Sonreí s
arar rápidamente el desayuno para todos. Los Maclovin eran una familia de cu
n no llegaba al comedor. Esto hizo que Federick se enfureciera. Se levant
to de su enojo, esos ojos que alguna vez me vieron con amor, en ese momento,
.-tartamudeé-. Aún
taba llena de odio, y en sus ojos no había ni una pizca de amor. Solament
ento decidí casarme contigo, si es que no sirv
voz se quebró completamente, y un nudo doloroso se fo
o te soporto -Federick me miró con un odio evidente, y sentí có
cariño, por favor
ick salió de la cocina, dejándome con un sabor amargo en la boca. Unas cuantas lágri
mi esposo ya no estaba en la mesa. Sin embargo,
hacer nada más? -preguntó M
mis palabras podían ser una ofensa, especialmente en medio de la crisis económica que estaba atr
yuno y lo estrelló contra el suelo. La comida v
Eres una completa inútil, Charlotte, ¡Recoge todo esto! -Gritó Magdalena
mesa también y dejo
y pronto, es mejor que no pertenezca
eaba separarme de mi esposo; creía que era la mujer perfecta para él. Lavaba su ropa y la de su familia, limpiaba la casa, preparaba las comida
lación de una familia que no era la mía,
ados por oscuras ojeras, opacaban mi belleza, y mi rostro pálido carecía de vitalidad, pues no salía de la mansión ni siqui
única fuente de felicidad depen
rlo como él merecía, esperando que eso me permitiera dormir a su lado. Sin embargo, esa noche había algo diferente en la mansión de los M
na expresión vacía y un sobre en la mano.
querido. Voy a c
né, Ch
irigí a quitarle los zapatos, pero él me apa
o? -pregunté
divorcio. ¿Acaso
frágil, sucumbió ante el frío de la noticia. Las manos come
Dejé la carpeta sobre la mesa y me lancé hacia él,
arlotte! Firma y l
o, ¡por favor! -Me encontraba en un estado de desesperación total. El divorcio no era parte de
ue reconsiderara. Pero Federick, insensible, se zafó de mi agarre. Caminó hacia el armario y, sin mirarme, sacó una
esina! -me gritó,
gas esto, por favor! -seguí su
rick me miró con furi
oportunidad, mi amor. Prometo que har
risa cruel-. ¿Qué parte no entiendes
y sin un solo centavo en el bolsillo. Toda la familia Maclovin fue testigo de mi humillación, pero en lugar de defenderme, se sumaron
sprotegida, que ni siquiera sabía cómo me recibirían. Me había casado perdidamente enamorada de un Federick que, en otro tiempo
otra persona. Ese desprecio que mostraba hacia mí no era más que el reflejo de una traició
da, una mujer, movida por la piedad, se acercó y me dio dinero para un billete. Tomé el primer tren de l