matrimonio impuesto, Lilia había sido una bailarina. Una verdadera estrella, un
vimientos que hablaban un lenguaje propio. El baile no era solo una habil
a hacían sentir invencible. Sin embargo, el esplendor de aquellos días comenzó a desvanecerse cuando los problemas financieros de su familia se hicieron insostenibles.
nvertía en un eco lejano, un recordatorio doloroso de lo que había perdido. Pero en lo profundo de su ser, aún ardía una
able mientras las puertas de la
ón acumulada por su control asfixiante y la creciente confusión p
rotegidos por una armadura impenetrable. La lucha de voluntades parecía una tormenta que se negaba a amainar. Las palab
osaban tensas a su costado. Fue entonces cuando notó las cicatrices que cru
o, dudó un instante, mirándolo como buscando permiso, esperando su negativa in
ncio y algo más... vulnerabilidad. Lentamente, asintió,
nte, como si temiera que con un roce demasiado fuerte pudiera desmoronar aquello que Nikolai protegía con tanto ahínco. Pero en ese toque ligero,
l aire vibraba algo más profundo que el resentimiento y la rabia habituales. Lilia percibió, por primera vez, el hombre detrás de la fachada, y Nikolai
nte para tocarla, su boca besó su labio superior.
momento. Ella, por un instante, se quedó inmóvil, pero pronto cedió, inclinándose hacia él con la mi
firme de él, sintiendo los mú