Lilia, una bailarina que busca escapar de un pasado traumático, acepta un trato con Nikolai Volkov, un frío y peligroso mafioso que gobierna el bajo mundo de la ciudad. Ella será su "esposa" durante un año a cambio de protección para su familia. Sin embargo, a medida que se ven envueltos en un juego de poder y secretos, Lilia descubre que Nikolai no solo quiere protegerla, sino que la desea obsesivamente.
El club clandestino vibraba con el estruendo del jazz desafinado que resonaba entre las paredes de ladrillo rojo. La atmósfera cargada de humo hacía juego con las miradas codiciosas de los hombres que llenaban el lugar. Todo en aquel lugar gritaba peligro, y Lilia lo sabía. Pero seguir allí era un mal necesario.
-Te pedí que bailaras para ellos, Lilia, no que tomes decisiones por tu cuenta -el jefe del club, Valentín, golpeó la mesa con fuerza, sus ojos oscuros reflejando su impaciencia.
-No soy un objeto, Valentín. No voy a bailar para un grupo de desconocidos solo porque tú quieras mantenerlos contentos. Ya hago suficiente -replicó ella, su voz firme aunque sus manos temblaban de furia contenida. Había lidiado con hombres como él toda su vida; hombres que confundían su fuerza con una invitación para doblegarla.
El enfrentamiento provocó que varias cabezas en el lugar se giraran hacia ellos, pero fue una mirada en particular la que quedó clavada en Lilia. Nikolai Volkov, sentado en una esquina oscura del club con un vaso de vodka en la mano, no apartó los ojos de ella ni por un momento. Había llegado esa noche por simple rutina, pero ahora se encontraba maravillado por el fuego que emanaba de aquella mujer que desafiaba a su jefe sin temor aparente.
El espectáculo comenzó pocos minutos después. Lilia, aunque furiosa, tomó el escenario como si controlara cada rincón de él. Su vestido rojo flamenco se movía con ella como una llama viva, acompañando cada pisada fuerte, cada giro elegante. Sus ojos, oscuros y cargados de tristeza, nunca se encontraron con el público directamente, pero encerraban mundos enteros. Y Nikolai, siempre frío e imperturbable, sintió cómo algo dentro de él se tambaleaba. Jamás había visto tanta ferocidad y melancolía coexistiendo de esa forma. No podía apartar la mirada.
Cuando el espectáculo terminó, ella desapareció tras bambalinas. Nikolai no pidió permiso; no era su estilo. En su lugar, simplemente dio una señal a dos de sus hombres. Lilia, apenas alcanzaba a quitarse los tacones detrás del escenario cuando escuchó el ruido seco de la puerta siendo cerrada de golpe. Tres figuras oscuras y amenazantes la rodearon.
-¿Qué es esto? ¡Déjenme en paz! -exigió, aunque sus palabras parecían rebotar en el aire pesado de la habitación. Las respuestas no llegaron, solo gestos para que los siguiera. Después de unos largos instantes de resistencia, entendió que no tenía opción. Una vez fuera del club, la noche fría la recibió de golpe mientras los hombres la escoltaban hasta un auto negro.
Dentro del vehículo, se encontró con Nikolai. Su porte intimidante y esos ojos azules, casi glaciales, no daban indicios de maldad. En cambio, parecían analizar cada parte de ella como si intentaran resolver un enigma.
-¿Qué quieres conmigo? -preguntó Lilia, cruzándose de brazos para ocultar su nerviosismo.
-Protegerte -respondió él con un tono calmado pero firme. Era la primera vez que él rompía su muro de silencio, y sus palabras, crípticas, dejaron a Lilia más confundida que tranquila.
Fue entonces cuando Nikolai le explicó lo que sus hombres habían descubierto: Aleksei Romanov, un mafioso conocido por su brutalidad y por destruir todo lo que tocaba, había vuelto los ojos hacia ella. La responsabilidad de su familia -deudas, compromisos rotos- había caído irremediablemente sobre sus hombros, y Romanov no era el tipo de hombre que aceptara excusas.
-Yo me encargo de él. Pero con una condición: de ahora en adelante, eres mía -le dijo Nikolai, inclinándose ligeramente hacia ella, su presencia tan intensa que hacía difícil recordar cómo respirar.
Lilia lo miró, su primer impulso de rechazarlo quedó atrapado en su garganta. Sabía que no estaba segura con ningún hombre. Sin embargo, algo en Nikolai le hizo dudar, como si su frialdad escondiera alguna chispa de humanidad todavía intacta. Entre el peligro de Aleksei y el enigma que era Nikolai, las certezas se desdibujaban, dejándola atrapada entre dos males.
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