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Historia

Capítulo 4 Sombras en el horizonte

Palabras:1020    |    Actualizado en: 09/03/2025

no entendía de estaciones, y aunque la nieve se derretía y las flores comenzaban a asomarse t

regularidad, y cada vez que un sobre nuevo aparecía en su mesa de noche, su corazón latía con fuerza. A

da en la pierna, sintió un mal presentimiento. No sabía por qué,

-Una voz interrump

e las enfermeras más veteranas,

llegar p

sas. Apenas pudo esperar a estar sola para abrirla. Se retiró a un rincón del pasillo y des

ida E

ralizante. Esta mañana perdimos a un buen hombre. No era mi amigo más cercano, pero compartim

ombres de aquellos que caen a mi alrededor. Me

me has escrito, a cada pequeño detalle que me has compartido. ¿Sabes? En mi mente, ya he construido la

me

ntener la emoción que la embargaba. Se apoyó cont

iera que no estaba solo. Así que esa misma noche, desp

erido

ntando tanto horror. Desearía poder hacer más que escribirte, pero

a calle con un vestido amarillo, riendo como si el mundo fuera un lugar seguro. Me

. me encantaría mo

en

n un sobre. Al día siguiente, la envió co

a intercambio, su vínculo se hacía más fuerte. Ya no eran solo palabras: eran

Y pronto, Elena recibiría una ca

. Las calles, aunque bañadas por una luz más cálida, seguían siendo un reflejo de la guerra. En el hospital

de cuántas veces había mirado su mesa de noche, esperando encon

ación epistolar con James se había convertido en un ancla, un respiro entr

ntó Margaret una noche, mientras ambas

ndo el interior de su mejilla pa

ntentó consolarla su amiga-.

, el miedo crecía con cada día

asi dos semanas de incer

borrosa de la prisa con la que solía escribir. Este sobre llevaba un sello oficia

rosas, lo abrió

rita

responsabilidad de informarle que James resultó herido en combate hace cinco días. Fue

bre varias veces. Aún en su estado febril,

carta, haré todo lo po

tame

William

dedos. La habitación a su alrededor pareció vol

erido. Y ella no podía ha

scribió con

am

stoy aquí. Que pienso en ti cada día, cada noche. Cuando leí la cart

vor, r

en

n la esperanza de que, en algún lugar lejano, James pudiera leer

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