las había dejado. Esta mujer sería un verdadero dolor de cabeza. Era una molestia dejar las maletas ahí, así que, con un res
ando la primera maleta. Dentro, el aire era un caos. La poca ropa que Maya había sacado de las maletas estaba esparcida, mezclada con el
ior de lujo. Sus brazos levantados, mientras intentaba desabrocharse el cierre de su pantalón, dejaban al descubierto su abdomen plano y los suaves contornos de su espalda. El cabell
el momento, sumada a la inesperada situación, lo golpeó con una fuerza abrumadora. Las curvas que había sentido brevemente bajo el barro se revelaba
s azules abriéndose de par en par al verlo allí, con las maletas. El top de enc
o! -gritó, intentando cubrirse con sus brazos mientr
poco más baja de lo habitual. -Vine a traerte las maletas que dejaste tiradas e
la vergüenza. -¿Imprudente yo? ¡Tú eres el qu
Lucas reaccionó con la velocidad de un felino, atrapando s
con una advertencia clara-. Te lo advierto, deja de intentar golpearme. No vo
orsionado por la ira. -¡No serías cap
iencia se le había agotado. -Ah, ¿no? ¿Crees que no sería
olo movimiento. Antes de que ella pudiera siquiera comprender lo que estaba pasando, la volteó y la colocó boca abajo sobre su rodilla, una pos
firmeza absoluta. El sonido de un golpe seco y el leve dolor que sintió en su trasero hici
ue el sonido resonara en la pequeña habitación. -Y esta,
¡Esto era increíble! Su orgullo estaba destrozado. Nunca en su v
ntentaba girarse para confrontarlo. Su rostro estaba cerca del de ella, sus ojos
preguntó Lucas
-siseó, antes de volverse y lanzarle la mirada más fulminante que pudo. Rápidamente, tomó una de las c
facción al ver que, por primera vez, Maya parecía genuinamente aturdida y sin palabras. É
unque con un matiz de advertencia-. La cena es a las siete. Y si no estás l
sentido. Se tocó el trasero, sintiendo el leve escozor de las palmadas a través de la tela. Esto era una pesadi