lda d
ic, como si el sonido pudiera borrar la humillación del día. Se desplomó en el borde de la cama,
u padre, el barro, y luego... Lucas. Se tocó el trasero, donde el leve escozor de las palmadas aún persistía, una punzada física que la conec
cuerpos chocaron en el barro, y luego, cuando él la sostuvo sobre su rodilla. Fue un instante breve, caótico y humillante, pero por una fracción de segundo, la cercanía, la fuerza de sus brazos al levantarla, el calor de su cuerpo contra el suyo, había provocado una reacción inesperada. Una punzada de alg
inmediato. Pero otra parte, una que no conocía, se sentía extrañamente desafiada. Él p
dad, ni el zumbido constante de la vida nocturna a la que estaba acostumbrada. Solo el silencio, roto por el lejano mugido de una vaca. Mañana el "trabajo duro" comenza
exión d
la noche solo roto por el suave crujido de la madera antigua. La imagen de Maya, empapada en barro y
era solo superficial. Pero la princesa mimada que había aterrizado en su granja era un desastre, una to
un golpe. Una sacudida eléctrica que le recorrió el brazo y el muslo. Hubo un impulso, fugaz y peligroso, de mover su mano, de explorar esas curvas que su vista apenas había podido vislumbrar. Deseó por un instante que la "lección" durara más, que el roce se prolongara. Fue una reacción instintiva, primitiva, que lo irritó profundamente. Había tenido
levantarse al amanecer y ensuciarse las manos. Había aceptado el favor por su padre, sí. Pero ahora, una parte de él s
abajo y de vida dura, pero también de paz y autenticidad. Quizás, solo quizás, esta chica, a pesar de sus inicios catastrófico
a fría
jos, dejando que las gotas arrastraran el barro y el cansancio del día. Pero el agua no podía lavar la imagen de Maya. La
ue había sentido, esa punzada eléctrica que lo había desestabilizado más que cualquier caída en el barro. Quiso apretarla, no para castigarla, sino para... ¿para qu
locura. ¿Cómo podía una mujer tan irritante, tan fuera de lugar, haber provocado tal reacción en él? Golpeó la pared de la ducha con la palma de la mano, frustrado. No nec
de Lucas estaba en ebullición. El amanecer traería no solo el trabajo, sino también la promesa de m