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Historia

Capítulo 6 El Amanecer del Nuevo Mundo para Maya

Palabras:1114    |    Actualizado en: 11/07/2025

e resentimiento. Bajó las escaleras de mármol arrastrando sus cuatro enormes maletas, cada una un testimonio de su vida de lujos y su obstinada negac

guntó Maya, sus ojos bus

bús. La parada está a unas cuadras de aquí. Necesitas aprender lo qu

s bromeando! Papá, mis maletas... ¿cómo voy a llevar to

que la heló-. Y no, no estoy bromeando. Es parte de las condiciones. Si qui

millación insoportable. Con cada músculo tenso por la furia, y no sin gruñidos de exasperación, Maya comenzó su penoso viaje. El asfalto caliente se sentía extraño bajo sus zapatillas, que eran lo más

ayuda, y los pocos pasajeros la observaban con una mezcla de lástima y curiosidad mientras forcejeaba para subir sus voluminosas maletas. El interior olía a diésel y a gen

oriento que hacía que el autobús se sacudiera violentamente. Los ruidos familiares de los motores urbanos fueron reemplazados por el zumbido insistente

a nada. -Granja Vargas, siguiente parada -anun

vista, solo árboles y más camino de tierra. -¿Aquí? ¡Per

mbros. -Es lo más cerca que l

ás puro, sí, pero también más denso, cargado con el olor a tierra mojada, a heno, y a algo vagamente animal que le revolvió el estómago. Se despidió del autobús con un suspiro dram

y a enrojecerse por el esfuerzo de arrastrar sus pesadas maletas. El sol de la mañana, que en la ciudad se filtraba sua

Maya se quedó inmóvil, demasiado aturdida para reaccionar. El vehículo pasó a su lado, y un chorro de agua sucia y barro, de un charco escondido en el cam

maba el vaso. Una lágrima de rabia y humillación rodó por su mejilla sucia. No lo soportaba más. ¿Cómo demonio

mpo, ni siquiera una casa de fin de semana para ricos. Era... una granja de verdad. Había un granero imponente, un corral con algunas vacas pastando, y l

intenso que la observaban con una mezcla de curiosidad y, ¿quizás, diversión? Vestía unos jeans gastados y una camisa a cuadros, sus brazos musculosos es

rece que trajiste todo el guardarropa de la ciudad contigo... y ya te adelantaste al ritual de bienvenida del ca

io, se fijaron en algo familiar. Detrás de él, junto al granero, estaba el mismo pick-up que la había salpicado m

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