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Historia

Capítulo 7 El Enfrentamiento en el Barro

Palabras:1608    |    Actualizado en: 11/07/2025

neumáticos, estaba el mismo pick-up que la había salpicado minutos antes. La indignación la invadió con una fuerza renovada,

sonrisa irónica. Era él. Era el conductor. La rabia se encendió en su pecho como un incendio forestal, una furia justificada que buscaba desesperadamente

or el sol, era de una simetría impactante, y sus ojos verdes, a pesar de la burla que parecían contener, eran de una intensidad que la atraía a pesar de sí misma. Sus músculos, delineados bajo la camisa de cuadros, hablaban de una fuerza elemental. Por un instante fuga

s se apretaban a los costados, olvidando por completo sus modales y su sofisticación-. ¡Tú fuiste! ¡Tú me salpicaste! ¿

ojos verdes fijos en el desastre cubierto de barro que tenía delante. La risa que había contenido antes e

ad-. Mi disculpa, señorita. El camino tiene sus sorpresas, especialmente cuando uno no está acostumbrado a caminar por ellos. Pero por lo que

o, en este caso, de barro). La insolencia de aquel hombre

por la rabia y el cansancio acumulado, olvidó toda prudencia. Sin pensarlo dos veces, dio un paso al

Dio un traspié hacia atrás y, justo detrás de él, el terreno cedió bajo sus pies. Un charco grande y fangoso, resultado

dejó sin aliento por un segundo, y luego, la sensación pegajosa y frí

do a su cuerpo, delineando cada curva. Los jeans se pegaban a sus piernas, resaltando la forma de sus caderas. En medio del caos y la suciedad, Lucas no pudo evitar que su mirada se detuviera en la silueta que se revelaba bajo la ropa m

en el granero salieron a curiosear. Un par de ellos soltaron carcajadas a sus espaldas, mientras otros simplemente los observaba

ta de barro, con los ojos inyectados en sangre. Su tono era ahora gélido, sin rastro de burla.

ajadores y la amenaza implícita en la voz de Lucas. Estaba empapad

rostro, no le quitaba la mirada a Lucas. La risa de los trab

ue le producía el lodo pegajoso-. ¡No me estoy "integrando", estoy f

ojos verdes ahora la miraban con una seriedad que silenciaba cualquier risa de los hombres que los rodeaban. Ya no había rastro de la ch

n tono que dejaba claro que no toleraría más berrinches-. Aquí en la granja, y

tigando, te estoy dando un trabajo, algo que tu padre cree que necesitas. Así que, o aprendes a comporta

Lucas no era una súplica, era una orden. Y la mirada de sus ojos verdes era tan intensa que, por prime

. Ve allí, lávate lo que puedas y luego ve a la casa de empleados. Tu habitación es la del fondo. H

lpe más. Pero la mirada de Lucas no le dio opción. Con los labios apretados en una línea fina, Maya se dirigió con pasos r

a edad con un sombrero de paja y una sonrisa amable, se acercó a L

n sus delicadas manos. -Es la nueva empleada, Juan. Hija de un amigo de mi pa

se ensanchó. -Ya veo. E

a y las ropas empapadas y pesadas, se dirigió a la casa de empleados. La habitación era tal como Lucas la había descrito: espartana, con una cama se

su condena era ese Lucas Vargas, el tipo arrogante y, a su pesar, atractivo, que la había salpicado y que ahora la miraba como si fuera una plaga. La ne

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