adre, la salud de su progenitor fue desmejorándose hasta el punto de verse en una encrucijada. Su hermano Raúl se había desentendido de la familia y toda la pre
a un anciano indefenso y no tenía a otra persona que a él. A pesar de que su vida sería más fácil si estuviera internado, era una decisión que jamás tomaría. Cuando salió aprobado
Acaso pensaba que estaba ciego? Sabía que sus nervios y su vida se estaban deteriorando. Hasta el momento había tenido ayuda de una enfermera que se ocupaba de él mientras trab
un enorme regalo a esa mujer, gracias a ella pudo salir, comprar todo lo que necesitaba y ultimar los detalles para comenzar a trabajar. Tenía una semana para encontrar una persona dispuesta, ya ver
e no estaba en su planta. «¡Qué raro!», pensó y regresó a mirar la placa metálica donde se encontraban los botones. El número cuatro parpadeaba, pero
rín y con aspecto de haber regresado de una guerra, se sostenía de la pared e intentaba agacharse a aux
ón pesaba sobre su conciencia. Había elegido ser bombero guiado de esa pasión por ayudar. Intentó decirse que, con esos gritos, pronto sal
ostro y comenzó a mirar a su alrededor. Pudo vislumbrar en el s
poder moverse, sentía el corazón a mil revoluciones y la mente atestada de imágenes. Recordaba con total claridad a la mujer que había visto en el paseo marítimo. Durante todo el trayecto no pudo olvidar su mirada, la form
n con rapidez, pero no emitía una sola palabra. Los únicos sonidos eran unos sollo
me vuelvo un cavernícola con la visión de una mujer». No obstante, no era cualquier mujer.
persona madura, no era un jovencito imberbe al que la visión de una fémina lo dejara atontado. Ya tenía treinta y cinco años; además de tantas experiencias como desengaños cargados en su memoria para verse impedido por algo tan superficial. Sin embargo
do la palma contra los bíceps. El contacto lo tensó. No era que fuese poco agraciada, lo c
nos hicieron contacto con la piel acalorada, no logró moverse. De nuevo se encontraba estático, embrujado, ¿quién era aquella mujer qu
musitó para
sente, lo había visto en muchas ocasiones en su padre. Esa forma en que parecía traspasar-lo como si no
llevaba las manos al vientre. Conforme lo acariciaba, su estado perdido se tornó en desesperación. E
bres! Te escuchó llamarla bruja, puede que no sea igual de linda que yo, pero no todos podemos ser perfectos, señor superhér
o había
-Se llevó la mano a los labios
, pero se encontraba demasiado nervioso. Sobrepasado por sensaciones que no comprendía. La muchacha se llevó ambas manos
doy dos hostias por
cállate
z de calmar a todos con so-lo usar el aterciopelado sonido que escapaba de su garganta. Al él lo
o con rabia. -Le, como la llamó su amiga, se incorporó hasta reco
uste, taruga. -Respiró inhalando el aire como si le costara y
onto fue como si el aire se atorara en su garganta. Era como si hubie
ciar sin esquivar su mi-rada, querí
blor en las manos. Se movió con rapidez hasta quedar de rodillas frent
-. Como me despiertes ahora te jur
. La escuchó pronunciar el nombre de «Carlos», y con aquel susurro todas sus alarmas despertaron. Se levant
o que marcharme, hmm, encanta
, a la vez que luchaba contra las necesidades de su
ecir-lo, pero muy complicado llevarlo a cabo cuando todo su
Ilusionado y a la par con el alma en vilo la enfrentó. Algo parecido a la desilusión acab
n cada ocasión que tenía, terminó por molestarlo. Zarandeó
ntos actuaron de forma correcta. La sujetó de la cintura y logró estabi
, ¿te has
¡Pues claro que
me tengo que golpear, bi
ca ante aquel asedio. Aunque puede que se lo imaginara, Elena
mos. -La mujer alzó una
r importancia a su desliz-. Te quería ofrecer mis servicios, soy fisioterapeuta y trabajo justo donde vist
ostura. Ni loco se pondría en sus manos, seguro lo dejaba en silla de r