esión seguía sin cambiar. Con el ceño fruncido, preguntó: "Se
on los papeles del divorcio que habían firmado el día anterior. De no ser así, ¿por qué aparecería e
do de detener un taxi. No sabría dilucidar cuáles fueron las razones que lo motivaron a pedirle a su chofer que se detuviera, pero lo cierto era que ya estaba comenzando a lament
rando o seguir sus órdenes y entrar en el coche. Al ver que la expresión del hombre se tornaba cada vez más oscura, rápidamente tom
mentos que tenía en las manos. Ni siquiera la miró, y mucho menos le dirigió la palabra. 'Este tipo llegó tan temprano e
con molestia. "Señor Ro
rard la interru
undida. Obviamente, no había
s documentos y fijó la mirada en el rostro descon
o, le dijo la dirección al chofer y luego procedió a jugar con su
rizado que solía descansar sobre sus hombros ahora lo llevaba recogido en un peinado de última moda. Vestía una camisa blanca bordada y una falda de encaje rosa que resaltaban s
era vez que la vio el día en que expresó su intención de casarse con una joven de la familia Greenwood. En ese momento, hubo varias candidatas interesad
lla llevaba el pelo largo sobre los hombros y la mitad de la cara estaba cubierta por unas gafas de gran tamaño co
sarlo dos veces. En ese momento, Michelle, que se estaba devanando los sesos por la próxim
iado joven...". El viejo señor Greenwood nunca se habría imaginado que G