inación c
etadas columnas de misteriosos caracteres, sólo encontré dos anuncios comprensibles por sus grabados: el que llaman vulgarmente tío del bacalao, ó sea el m
echo la propaganda que la Compa?ía
e salud. ?Adonde van?... La fama de su nombre les asegura el dominio del mundo entero. Una botella irá á morir, derramando el líquido gaseoso de sus entra?as, en una aldea obscura de las monta?as espa?olas, y la que cabecea junto á ella no se detendrá hasta l
es sus virtudes curativas, los médicos de toda la tierra por un lado, y la moda
y, con sus miles de extranjeros. En las primeras horas de la ma?ana, la muchedumbre que llena el Parque y se agolpa en torno de las fuentes, hace recordar los
los retratos de los pintores ingleses. Las blusas de encajes transparentan en su trama sutil rosadas desnudeces; las faldas, cortas y blancas, dejan en su revoloteo una estela de perfumes. Confundidos en esta avalancha de tonos uniformes, pasan los egipcios y turcos, de levita clara y elevado fez; los chinos, de túnica azul y bonete negro con rojo botón sobre el trenzado pelo de rata; los malayos, de blancos calzones, con femeniles trenzas arrolladas en torno de su rostro amarillo y simiesco; los persas, vestidos á la europea, pero coronando su bigotuda cara con un gorro de astrakán; dos ó tres rajahs indios, de albas vestiduras, graves, hermosos y perfumados, como sacerdotes de una religión poética que tuviese por deidades á las flores; judíos sórdidos, cubiertos
ue realiza el milagro de reunir gentes tan diversas y de origen tan lejano en esta peque?a ciud
Vichy, iba hace tres mil a?os, con un fin religioso y de curación al mismo tiempo, á peque?as ciudades de Gr
ice nuestra vida futura; pero diarios y prospectos anuncian la presencia en Vichy de acreditadas profesoras de cartoma
la regia limosna de la exhibición de sus gracias; pero las Frinés vestidas son legión; se cuentan á centenares: unas hablan francés, otras espa?ol, otras ruso; son ortodoxas, heterodoxas, hebreas ó simp
por todos lados, en las esquinas, en los programas de los conciertos, en las cartas de cafés y restaurants, y hasta en las paredes de los mingitorios, para recordar
ejores casas de la ciudad, lujosos hoteles, sonrientes villas rodeada
hay que aumentar la dosis en un sorbo, conviene consultarles previamente, con un luis de oro en la mano. Causa admiración la sabiduría, el
s á tal otra. Más adelante variaremos y serán Chomet y H?pital
cafés, los empresarios de teatros, hasta las Frinés del Parque, y esta unanimidad de pareceres co
ias. Uno tiene enfermo el hígado, otro la garganta, el de más allá sufre diabetes; una se?ora calla y enrojece, pe
see, guarda su fe más ciega para los que la consuel