Adally Grey vivió bajo las reglas de su padre toda su vida, creyó amar a un hombre que la traicionó y deseaba quitarle todo. George Taylor es el hijo ilegítimo de un jeque árabe, es la segunda oportunidad para ser feliz de la mujer, juntos pueden formar un emporio. ¿Podría ser este un cuento de Cenicienta? Tienen un matrimonio por contrato que pronto se convierte en realidad, pero hay una amenaza que puede arruinarlo todo, tiene forma de mujer y se llama Yura.
-El acuerdo es muy generoso con usted, por favor considérelo- indignada como se sentía tomo aquel papel para ver de qué se trataba, el asunto era casi una burla sobre su condición, planteaba que se destinaria un fondo para pagar su hospital y una enfermera veinticuatro horas para ella, una clínica de cuidados paliativos, pero lo más indignante era que el administraría todas sus propiedades porque ella ya no estaba en condiciones mentales para hacerlo por el agotamiento de su enfermedad.
-¿Es un mal chiste? - el hombre aflojo un poco más el nudo de su corbata sintiendo que estaba por atravesar el mismísimo infierno con aquella mujer, podía ver aun la fortaleza en sus ojos que siempre la caracterizo, tenía aquella rudeza que solo poseían los Grey.
-No señorita, si leyera las condiciones con cuidado, notaria que fuimos muy considerados- otra risa rota sonó en la habitación, resonando con mucha más fuerza.
Ella cerro la carpeta y se la arrojo en el aire, provocando que se desestabilizara para poder atraparla.
-¿Qué cree que pasaría si saliera delante de las cámaras y dijera que la corporación Grey deja morir a una de los suyos en una cama de hospital sin si quiera pagar la cuenta de hospital? ¿Cómo se vería con los accionistas?- sus ojos se hicieron más pequeños entornando la cara del abogado que se había comenzado a poner pálido- Quiero aclararle algo, estaré muriendo, pero no estoy lisiada y si tengo que encargarme de hacer su existencia miserable durante lo que me queda de vida, lo hare, recuerde bien a quien se dirige- el tiempo que logro ejercer en la empresa familiar, había sido suficiente para que se hiciera de una reputación en la industria, sobre todo en la de los banqueros y petroleros, unas cuantas llamadas para que los precios de las acciones se desplomaran.
-Señorita Grey, no creo que esto sea necesario, nosotros...
-Lárguese de mi puta habitación, sabrá de mis abogados pronto y dígale a ese pedazo de idiota, que cuide muy bien de mi dinero, porque lo quiero de vuelta- un tono amenazante e inquietantemente bajo había salido de su garganta, el tipo delante de ella salió corriendo casi despavorido del lugar, fue hasta entonces cuando ella pudo acomodarse entre sus almohadas sintiéndose agotada, no espera tener aquella avalancha de emociones.
Levanto su mano izquierda, pensando en cómo su matrimonio se había terminado antes de empezar realmente, su anillo parecía bailar en sus dedos casi esqueléticos por la quimioterapia, había perdido mucho de su figura debido a los tratamientos y ahora...ya no quedaba nada para ver.
A pesar de que a Adally Grey le habían advertido durante toda su vida sobre no ser impulsiva, había cedido una sola vez ante los deseos profundos de su corazón y este sería el mayor de sus arrepentimientos durante su corta vida.
-Un hombre despreciable como ese, no puede pertenecer a nuestra familia- las palabras rebotaron contra las paredes con violencia, debido al enojo creciente - Adally, cariño, eres la siguiente en la línea de sucesión y decides estar con un hombre inferior a ti- una opresión lleno el pecho de la mujer desde aquel día, cuando la cabeza del emporio Grey termino de hablar.
Defender su amor había sido la razón por la cual había sido relevada de sus deberes, los cuales fueron entregadas a su hermanastra menor Yura, entonces no sabía que ese solamente sería el comienzo del fin para ella porque aquella decisión solo atraería la desgracia hacia su persona.
-Ese idiota- las lágrimas comenzaron a brotar por sus ojos sin que ella se diera cuenta, el dolor tan profundo que tenía su alma buscaba la manera de manifestarse, se quitó la argolla lanzándola hacia el otro lado de la habitación, sintiéndose burlada.
Giro su cuerpo en la cama, sintiendo su fragilidad, sintiendo que ya no había nada más por lo que luchar, su familia la había abandonado desde que decidió casarse con ese hombre, su marido ya no quería saber nada de ella desde que fue diagnosticada su enfermedad y ya ni siquiera podía trabajar, ya no era nada.
Un dolor punzante en su estómago hizo que se retorciera en su cama, sintiéndose como si estuviera por desaparecer trato de llamar a las enfermeras con el botón que habían dispuesto al lado de la cama, pero parecía estar averiado porque nadie acudió.
Con un dolor tan fuerte que sentía que su cuerpo estaba por partirse en dos, trataba de gritar, pero solo salió un lamentable sollozo de su garganta, sintiendo que su vida estaba pendiendo de un hilo, pero con una fuerza producto de la ira que sentía, no podía dejarse vencer ahora, se levantó para ir hacia la puerta, entonces en medio de su pena escucho la conversación de las enfermeras.
-¿Cómo está la paciente de la habitación 201? - comento una de las enfermeras lo suficientemente fuerte para que pudiera escucharla Adally.
-No está muy bien. Según el médico, solo le quedan unos meses- hubo una breve pausa, antes de agregar - pobrecita, tan joven.
-Su esposo no ha venido a verla ni una sola vez desde que la internaron- reprocho una de ellas, escuchar aquellas voces no hizo más que clavar cuchillos en su corazón.
-Debe ser muy difícil para el también.
-Razón de más para cuidarla- eso era justo lo que ella pensaba, al menos debería estar aquí en el poco tiempo que le quedaba.
-No seas dura con él, cada quien lucha de la mejor manera que puede con esa carga- algunas lágrimas recorrieron sus mejillas, con la poca fuerza que tenía tapo su boca para no hacer mayor ruido, cuando no creía que la vida pudiera golpearla más, lograba sorprenderse.
-¿No ser dura? Si incluso esta por casarse con su hermana.
-¿Con su hermana? Eres una mentirosa
-¿No? Aquí está en la revista- el sonido de páginas siendo pasadas, fue todo lo que Adally pudo soportar, sintiendo que la locura que invadía su alma estaba por bullir decidió salir de la habitación de manera sigilosa por una puerta que estaba en la parte lateral conectando con la de otro paciente, pero no sin antes ponerse algo de ropa.
En un torbellino de pasión y traición, Sebastián Nash, un magnate arrogante pero irresistible, ve su vida perfecta colapsar cuando su affaire con la seductora Catalina sale a la luz, desencadenando una cadena de eventos que amenaza con destruirlo todo. Mientras Sebastián persigue su sueño de paternidad con Catalina, su esposa Karen, una mujer fuerte y decidida, se embarca en una misión para proteger su imperio familiar de las garras de la traición. Catalina, motivada por su oscuro pasado y su insaciable ambición, urde un plan maestro para asegurar su lugar en la alta sociedad, manipulando a Sebastián a su antojo. Pero en medio de la tormenta surge Josh, un apuesto abogado que ofrece a Karen un rayo de esperanza en medio del caos, desatando un torbellino de emociones prohibidas.
Ella se aclara la garganta para llamar su atención. Cuando sus ojos se encuentran, todo parece cobrar sentido —¿Me conoces de algún otro lugar? Sebastián asiente con tristeza. —Sí, supongo que aún te debo ese desayuno. Una risa triste escapa de los labios de Karen. —¿Lo supiste todo este tiempo? Él asiente con tristeza. —Desde el momento en que te vi en la casa de tu familia. Hubo un silencio incómodo entre ambos. —No entiendo porque no quisiste decir nada. Ahora sonara peor lo que quiero decirte— comento pasando su mano incómodamente por su cabello —Bien, Sebastián Nash, tengo que informarte que estoy embarazada y el bebé es tuyo—suelta Karen sin ninguna premura. El aire entre ellos se espesaba, cargado de anticipación y preguntas sin respuesta. —¿Qué? — respondió completamente conmocionado. —Yo... —comienza de nuevo, pero esta vez sus palabras están cargadas de una intensidad que la deja sin aliento— Haré lo que sea necesario para estar a tu lado o sin ti, para cuidarte a mi y a nuestro hijo. —¿Qué estás diciéndome? —Quiero que nos casemos.
Charlotte Rock acaba de cumplir sus 18 años, es una famosa corredora en carreras ilegales, tiene un expediente sellado con la policía y tuvo una relación, con el ahora líder del cártel del Pacífico, pero busca escapar de su pasado y reformarse de su vida criminal, ¿Podrá hacerlo? ¿Correrá lo suficientemente lejos o logrará caer ante la tentación? Trevor Olivieri es un joven italiano, que creció como un orgulloso mafioso, lejos de su mundo de lujos y ostentosidades, su padre lo envía América a buscar una nueva alianza, pero unos impresionantes ojos verdes lo atrapan en un mar de problemas, ¿Sera ella la clave para resolver su misión o será ella quien ayude a clavar su tumba?
Kimberly Holden volvió a su vida anterior. Antes, ella fue defraudada por su esposo infiel, acusada falsamente por una mujer vil y acosada por su familia política, ¡lo que llevó a su familia a la bancarrota y ella misma se volvió loca! Al final, embarazada de nueve meses, murió en un accidente de auto, mientras que los culpables se hicieron ricos y llevaban una vida feliz. Ante la segunda oportunidad que le regaló el destino, Kimberly estaba decidida a vengarse. ¡Que todos sus enemigos se vayan al infierno! Ella se deshizo del hombre infiel y su amante, reconstruyó la gloria de su propia familia sin ayuda de nadie, llevando a la familia Holden a la cima del mundo de negocios. Sin embargo, no esperaba que el hombre frío e inalcanzable de su vida anterior tomó la iniciativa para cortejarla: "Kimberly , no tuve la oportunidad en tu primer matrimonio, el segundo siempre será mi turno, ¿verdad?".
Sabrina tardó tres años enteros en darse cuenta de que su marido, Tyrone, era el hombre más despiadado e indiferente que jamás había conocido. Él nunca le sonrió y mucho menos la trató como a su esposa. Para empeorar las cosas, el regreso del primer amor del hombre no le trajo a Sabrina nada más que los papeles del divorcio. Con la esperanza de que todavía hubiera una posibilidad de salvar su matrimonio, le preguntó: "Tyrone, aún te divorciarías de mí si te dijera que estoy embarazada?". "¡Sí!", él respondió. Al comprender que ella no significaba nada para él, Sabrina finalmente se rindió. Firmó el acuerdo de divorcio mientras yacía en su lecho de enferma con el corazón hecho pedazos. Sorprendentemente, ese no fue el final para la pareja. Fue como si Tyrone despejara la mente después de firmar el acuerdo de divorcio. El hombre que alguna vez fue tan desalmado se arrastró junto a su cama y le suplicó: "Sabrina, cometí un gran error. Por favor, no te divorcies de mí. Te prometo que voy a cambiar". Sabrina sonrió débilmente, sin saber qué hacer…
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