Zeynep es obligada a casarse con un hombre al que no conoce, se encuentra en un país extraño al que llegó mediante engaños, en un pueblo con costumbres arraigadas que ella no entiende ni desea seguir, poco a poco ese hombre al que cree odiar va despertando en ella una pasión que jamás creyó sentir, la invaden sentimientos encontrados, se siente dividida, lucha entre quedarse a su lado o regresar al país del que jamás debió salir. Kerem es un hombre fuerte, apasionado, odia a Zeynep, fue obligado por sus padres a casarse con ella, siente un gran resentimiento, odia que las mujeres intenten acercarse a él desde que su antigua prometida escapó con un turista norteamericano el día de su boda, tiene sobre sus hombros la responsabilidad que su padre ha puesto sobre él, ser el próximo jefe del clan Ozturk, jefe de todos los clanes, después de un tiempo se da cuenta de que lo que siente por Zeynep no es lo que él creía. Juntos tendrán que luchar por su amor, además de intentar mantenerse a salvo después de quedar en medio de la lucha entre clanes por conservar el poder.
El sol caía a plomo sobre el árido paisaje de Anatolia, dos hermosas chicas se encontraban en el aeropuerto de Mardìn.
La emoción teñía sus rostros mientras se aventuraban en un viaje a lo desconocido: el pueblo de Diyat, un lugar del que Zeynep solo había escuchado en las historias de su tía.
Después de un rato, por fin pudieron tomar un taxi, cuando iban a abordar, un prepotente hombre las hizo a un lado para abordarlo, una de las chicas lo enfrentó molesta.
-Eres un majadero, las damas son primero. -Gritó furiosa, el hombre se detuvo por un momento, se dio vuelta, bajó un poco sus gafas oscuras, se le quedó viendo fijamente, la chica sintió escalofríos al encontrarse con su mirada penetrante, tenía los ojos más negros que había visto.
-No en mi país. -Dijo con una ronca voz, la chica pudo notar un extraño acento, después el hombre subió al auto azotando la puerta.
-Planta de majadero, no sé qué es lo que se ha creído. -Exclamó mientras veía como el vehículo se alejaba.
-Cálmate amiga, recuerda que en algunas partes de este país algunas personas aún conservan costumbres de hace siglos.
-Es un barbaján.
Tras una larga espera, por fin lograron encontrar otro vehículo que las llevará hasta Diyat, Zeynep visitaría por primera vez a su familia en ese lugar, ante la insistencia de su tía no pudo negarse, la mujer era hermana de su padre.
El paisaje se transformaba a medida que avanzaban, las verdes colinas de Mardin se convertían en áridas llanuras salpicadas de pueblos de adobe.
El sol se alzaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y púrpura, parecía darles la bienvenida, una hora después, Diyat finalmente se alzó ante sus ojos.
El pueblo era un mosaico de colores y texturas. Las casas de terracota se agrupaban alrededor de una mezquita con un imponente minarete. El aire vibraba con el sonido de las llamadas a la oración y el aroma a especias exóticas.
El taxi se detuvo frente a la dirección que le había dado la chica, una enorme casa se alzaba ante ellas, las amigas la observaron con curiosidad.
La puerta de madera maciza, con un aldabón de hierro forjado en forma de león, llamaba mucho la atención.
Desconfiadas se pararon frente a la casa , mientras el chófer bajaba sus maletas.
-¿Será aquí?
-Estoy segura de que sí, esta es la casa que aparece en las fotos que me enseñó mi tía.
Las personas que pasaban por ahí se les quedaban viendo de forma extraña, quizás era por su forma de vestir.
Sus ropas, jeans y blusas ajustadas sin mangas, contrastaban con la vestimenta tradicional de las mujeres del lugar que vestían unas largas y amplias faldas, no llevaban velos que cubrieran sus rostros, pero sí tenían cubierto su cabello.
Después de llamar a la puerta unas cuantas veces, una mujer de rostro severo abrió, estaba vestida tal como las otras mujeres que habían visto, su mirada penetrante recorrió a las jóvenes de arriba abajo, juzgando su atuendo occidental.
Zeynep, nerviosa, se apresuró a presentarse, afortunadamente dominaba bien el idioma turco, desde la muerte de sus padres, su tía había insistido en que debía de aprenderlo.
-Buenas tardes señora, soy Zeynep Ozturk.
-Pase, la están esperando. -Dijo mientras que con la mirada volvía a observarlas de arriba abajo de una forma por demás extraña.
Su tía había llamado para avisar que iría, sus tíos la estarían esperando, un silencio expectante reinaba en la casa, solo roto por el eco de sus propios pasos.
La decoración era austera, con muebles antiguos y tapices tejidos a mano que adornaban las paredes. Un retrato de un hombre con mirada penetrante, colgado en un lugar prominente, parecía observarlas con severidad.
Poco después llegó una mujer robusta de aspecto serio y de rostro curtido por el sol, sus ojos brillaban con una intensidad inusual, iba acompañada por un hombre de avanzada edad, y mirada serena.
-Zeynep, hija, bienvenida seas a esta tu casa. -la chica se imaginó que esas personas eran sus tíos.
-Nasilsiniz (cómo está usted) -Dijo la chica mientras se acercaba a su tío para tomar su mano derecha y llevársela a su frente mientras se inclinaba, a la mujer la saludó con un beso en cada mejilla, después de besar su mano.
-Has llegado justo a tiempo, el festejo está por comenzar -dijo la mujer, una chica se acercó mientras sonreía tímidamente -Vayan con ellas hija, están con el justo tiempo para el festejo.
Zeynep no tenía idea de a qué festejo se estaba refiriendo, pero era consciente de que debía hacer lo que sus anfitriones le estaban pidiendo.
Se despidió de sus tíos para seguir a la chica, su amiga fue con ella, fueron llevadas a una habitación.
-Imagino que aquí nos hospedaremos las dos. -Comentó su amiga.
-¡Oh, no! Aquí esa costumbre no es permitida, ahora la llevaré a usted a su habitación, solo debo darle las indicaciones a la señorita Zeynep para su arreglo personal -contestó la chica.
- ¿Indicaciones?
-Así es, usted debe prepararse antes de la celebración.
-De acuerdo. -Zeynep no entendía nada, pero imaginó que era parte de su costumbre que la invitada por ser de la familia hiciera ciertas cosas, su tía le había advertido que sus tíos tenían costumbres que le parecerían extrañas.
-En esta cesta podrá encontrar lo necesario para su baño, la tina ya esta llena con agua caliente, debe exfoliarse la piel con una lufa (esponja natural), debe hacerlo con movimientos naturales desde los tobillos hasta el cuello, después deberá aplicar jabón de oliva para hidratar la piel de su cuerpo y su cara, al final debe enjuagarse con agua fría para tonificar.
-¿Cómo porque debo hacer esas cosas específicamente?
-Es la tradición, debe hacerlo antes de la celebración, usted llegó justo el día, se ha perdido todas las demás ceremonias que son muy lindas, todas las chicas aquí soñamos con ese día.
-Ok, lo haré si es que así se sienten bien -contestó aún sin entender.
-Después del baño debe impregnar su cuerpo con aceite de rosas, poner aceite de almendra en su pelo, recuerde delinear muy bien sus ojos con el surme, si necesita ayuda para hacerlo solo tiene que decirme.
-Puedo hacerlo, gracias.
-Llevaré a su amiga a su habitación, en el armario encontrará la ropa que debe vestir y los zapatos.
Zeynep se sentía cada vez más confundida, veía aquellas costumbres demasiado extrañas, pero no quería hacer sentir mal a sus tíos al despreciarlas.
Cuando salió de bañarse buscó en el armario, al abrirlo pudo ver un lindo vestido en color blanco, era muy sencillo sin adornos, era largo de mangas largas, decorado con finos bordados hechos a mano en el mismo color.
-¿De qué tratará esta ceremonia? -Era lo que se preguntaba, quizás alguna fiesta del pueblo, o alguna celebración que tenía que ver con su religión.
Tenía un extraño presentimiento, pensaba que quizás era que aunque era su familia para ella eran unos completos extraños, sus padres emigraron a Estados Unidos cuando era muy pequeña, pronto adquirieron las costumbres de aquel país.
Su tía era la única que conservaba las viejas tradiciones, al morir sus padres ella tenía nueve años, su tía le enseñó algunas cosas de ese país, una de ellas era el idioma.
Poco después tocaron a su puerta, era su tía y uno de sus primos, que entraron sonrientes.
-Te ves hermosa hija, ya casi es hora.
-Me siento honrado de ser yo quien coloqué el lazo prima.
-¿Lazo? -Zeynep retrocedió un poco al escucharlo.
El hombre se acercó a ella intentando atar un lazo rojo alrededor de su cintura, en ese momento comprendió todo.
-Oh no, creo que se han equivocado, entiendo perfectamente lo que significa ese lazo.
-No primita, lo siento mucho, pero es hora de que te enteres de que has venido aquí a casarte, nuestro hermano te espera, serás la esposa del que próximamente será el gran jefe, debes sentirte honrada por eso.
Zeynep se puso completamente pálida, al principio pensó que se trataba de una broma, ahora veía que todo iba en serio.
-Están locos, ahora mismo regresaré a Estados Unidos.
-Lo siento hija, no puedes marcharte de aquí, desde tu nacimiento fuiste comprometida con mi hijo, así que tienes que cumplir.
Su primo sacó un arma en ese momento, con una tétrica sonrisa la colocó frente a ella.
-Saldrás y harás todo lo que se te pida, de lo contrario tú y tu amiga no continuarán con vida, si piensas en escapar en algún momento, está de más decirte que te buscaremos a donde sea que vayas para hacer cumplir nuestra ley, así que mejor hazte a la idea, necesito tus documentos.
El hombre lo dijo extendiendo su mano, muy a su pesar, y a punto de un colapso, Zeynep le entregó lo que estaba pidiendo.
Después de tomar los documentos, el hombre salió de la habitación dejándola completamente aterrada, su tía se quedó con ella.
-Hija, lo siento mucho, tus padres huyeron porque no estaban de acuerdo con el compromiso, ser esposa de un jefe es algo que consideraban peligroso, pero has cumplido los dieciocho años, el tiempo en que debe ser llevado a cabo, mi esposo se hizo cargo de ti a través de tu tía todos estos años.
Zeynep sintió que le faltaba el aire, aquello no podía estar pasando, su tía no podía hacerle eso, era como su segunda madre.
La obesa mujer abrió otra puerta del armario, ahí se encontró un largo velo rojo.
-Debes colocarte el velo, te pondré el listón, si no lo llevas no tendrán buena suerte ni riqueza durante el matrimonio, además de que las personas que te vean pensarán que no eres pura, el no serlo se castigaría con la muerte.
La chica pensó que afortunadamente lo era, no dejó que nadie la tocara de esa manera, ni siquiera su novio de tantos años, los dos estaban de acuerdo en esperar hasta el matrimonio, pensaban casarse en un par de años, cuanto terminaran la universidad.
La mujer la tomó de la mano y la llevó fuera de la habitación, ella bajó el largo velo para cubrir su rostro,.
No podía evitar llorar, se encontró con su amiga Sarah en el pasillo, que al verla vestida de esa forma no entendía qué era lo que pasaba, quizás era alguna fiesta de disfraces o algo por el estilo.
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