Convertirme en la amante de Alexei fue algo que jamás habría imaginado para mi vida, pero el amor me cegaba y no veía otra opción. Estaba profundamente enamorada de él, sin importar que estuviera casado. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por tener su amor. Sin él a mi lado, sentiría que no merecía existir en este mundo. Pero estaba equivocada. Para mí, Alexei era y seguirá siendo mi único amor, a pesar de estar casado con otra. Estaba convencida de que su amor por mí era tan intenso y apasionado como el mío por él. No obstante las sircunstacias de la vida eran meramente agobiante, nuestro amor estaba en un juego difícil de florecer al ser consiente que amar a los hijos eran más importantes que amar a una mujer. Pero no todo esta perdido a pesar de la difícil sincursanticia los secretos ocultos jamás se esconden para siempre.
Anashia
La luna siempre estaba presente en cada momento que compartía con Alexei. Desde que éramos jóvenes, comenzamos esta locura de fingir ser novios, y con el tiempo nos enamoramos apasionadamente. Nunca olvidaré los momentos que pasamos juntos desde nuestra juventud hasta nuestra adolescencia, ahora con dieciocho años, nos amábamos con locura sin límite y sin que nadie nos impedia amarnos.
Pero.
Su vida era un laberinto de complejidades que le impedían reflexionar sobre las consecuencias de nuestros actos. Temía que sus padres nos separaran, al igual que los míos. Veníamos de diferentes estratos sociales: él lo tenía todo, mientras que yo apenas ganaba un modesto salario para ayudar a mis padres.
Suspirando, traté de alejar esos pensamientos de mi mente ansiosa. No quería arruinar el momento con mis preocupaciones.
-Anashia-, susurró mi nombre mientras se levantaba de la cama. Su cuerpo perfecto y sus ojos azules me observaban con amor, pero también con tristeza. -Necesitamos hablar- añadió, bajando la cabeza. Me levanté de la cama, buscando mi ropa interior antes de acercarme a él.
-¿Pasa algo?-pregunté, alejándome un poco. Lo vi asentir con duda. -Dime,- insistí.
-Mis padres han decidido llevarme a vivir a Los Ángeles. Mi madre está enferma y...
Antes de que pudiera terminar, estallé en un grito de enojo.
-¡No!-Mis ojos se llenaron de lágrimas. Parecía una broma cruel lo que me estaba diciendo.-No puedes irte. No debes.
-Debo hacerlo, entiéndeme,-respondió con pesar.
-Lo dices sin pensar en mí-le reproché.
Alexei llevó ambas manos a su rostro, visiblemente sofocado, y se sentó en la cama.
-Te amo, eso no lo dudes. Hemos estado juntos durante tres años, pero debo hacerlo por ella. Mamá tiene leucemia y no hay buenos médicos en nuestro país. Solo espérame. Terminaré mis estudios, mantendremos la comunicación, siempre estaremos juntos- prometió.
Negué horrorizada. No quería eso, no lo deseaba. ¿Qué había hecho mal?
-Seguramente tu mamá no está enferma. Tal vez se enteraron de nosotros y quieren alejarte de mí. Tan pronto como tienes el pasaporte...
-Anashia, ¿qué tonterías estás diciendo? Mi padre no me mentiría y mi madre tampoco haría algo así. Además, ellos no saben nada sobre nosotros. Deja de decir esas estupideces. Mis papeles están en orden desde hace años.
-¿Entonces, no me amas?- pregunté, con el corazón en un puño.
Él negó con la cabeza mientras se acercaba, envolviendo mi brazo en un abrazo reconfortante. Besó mi mejilla, y pude ver la tristeza reflejada en sus ojos vidriosos. Nunca había dudado de su amor; su mirada siempre me recordaba cuánto me amaba. Sin embargo, las circunstancias parecían conspirar en nuestra contra de una manera tan injusta. Lloré en sus brazos, sin saber qué decir ni qué hacer.
-Te prometo que volveré. Nunca perderemos contacto. Tienes mi móvil, te lo regalé. En cuanto llegue a Los Ángeles, lo primero que haré será darte mi nuevo contacto. Te amo, pequeña. Eres mi luna, la mujer que deseo como esposa- murmuró con sinceridad.
Asentí, confiando en sus palabras. Alexei colocó sus manos entre mi rostro, limpiando mis lágrimas que caían sin cesar. Las lágrimas también empezaron a brotar de sus ojos tristes. Me tomó en sus brazos y me recostó suavemente sobre la cama, entregándose a mí como siempre lo hacía.
-¿Cuándo te vas, Xei?- pregunté, necesitando saber.
-Mañana por la noche, pequeña-respondió, tapando su rostro con las manos.
No dije nada, solo lo abracé con fuerza, consciente de que esta noche sería la última en sentir su calor.
Me encuentro sentada en el parque, esperando la llamada de mi novio. Quería verlo antes de irnos del hotel, pero han pasado más de dos horas y aún no aparece. Reviso mi móvil una y otra vez, sin mensajes ni llamadas. Son más de las tres de la tarde y la impaciencia me consume. ¿Qué es esta sensación abrumadora?
Decido llamarlo, pero la maldita operadora me envía al buzón. Llamo varias veces más, pero no hay respuesta. Mi corazón late rápido, como si algo malo estuviera por suceder. Estoy ansiosa, desesperada, y sobre todo, triste.
Corro hacia la casa de Alexei, sin importarme si sus padres me ven. Llego y veo varios guardias de seguridad. No hay señal de él ni de sus padres.
-¿Señorita, en qué puedo ayudar?-pregunta uno de los guardias.
-¿Dónde está Alexei?- pregunto, sabiendo que ya no hay rastro de él.
-El joven se marchó esta mañana con sus padres. ¿Y usted es...?
Las lágrimas amenazan con caer de mis ojos.
-Solo una amiga. ¿Sabe cuándo regresarán?
-No, señorita. No puedo darle más información. Que tenga buenas tardes.
Asiento y me alejo rápidamente. Cuando estoy lejos de la casa, me echo a llorar como una niña pequeña. Camino rápidamente a casa, con los ojos nublados por las lágrimas. Al llegar, mi mamá me mira sin entender. Sin querer hablar, entro a mi habitación, me encierro y marco su número una y otra vez, pero no hay respuesta. Miro nuestras fotos y apenas puedo susurrar.
-Alexei, eres un maldito mentiroso.
Ocho años después.
Han pasado ocho años llenos de odio y amor por su mentira, por cada promesa falsa. Recuerdo que ese día quise despedirme y él ya no estaba. Me engañó diciendo que se iría por la noche, pero todo fue mentira; el viaje fue por la mañana. Resultó ser un completo mentiroso, y nunca más supe de Alexei ni de su familia.
Suspiro y trato de alejar esos pensamientos. Limpio mis lágrimas, pero vuelven a salir. No puedo olvidarlo, y espero que esté bien o que regrese como prometió.
Pero soy una tonta ilusa.
-Por Dios, ¿por qué sigo pensando en él? Ni siquiera me llamó.
-¿Anashia, estás hablando sola otra vez?-pregunta mamá entrando a mi habitación. -¿Qué pasa?
Niego y limpio mis lágrimas para que no lo note.
-Mamá, sabes que estoy al borde de la locura por este trabajo.
-Pues ve a descansar. Siempre te levantas temprano y te acuestas tarde. Te enfermarás otra vez, y no quiero verte en el hospital-me dice con preocupación.
Niego con la cabeza, sin querer volver al hospital. No quiero pensar en nada más, ni sufrir como en aquellos años.
-No te preocupes, mamá. Déjame sola, ya dormiré.
Mamá me sonríe y me deja una taza de té de manzanilla en la mesita.
-Toma esto antes de dormir. Te hará bien-me dice con cariño antes de salir de la habitación.
Me siento culpable por un momento. Mamá siempre se preocupa por mí.
-Te amo, mamá. Eres única- le digo antes de que salga de la habitación. Me besa en la sien y se va. Bufando por todo el trabajo, me preparo para ir a dormir.
Después de horas sentada en mi escritorio, miro la hora en el reloj de la pared. Son más de la 1 de la madrugada. Me cepillo los dientes y me meto en la cama, dejándome llevar por Morfeo hacia el mundo de los sueños.
Yo era apenas una joven sin rumbo, perdida entre las sombras y el frío de las calles. Mis días eran una sucesión de hambre y miseria, hasta que él apareció... dándole mucho dinero a la única persona quien pense me protegeria. Ese hombre mayor, con ojos que parecían conocer todos mis secretos y promesas que me hablaban de una vida distinta. Me llevó a su inmensa casa, un lugar que para mí era impensable, lleno de riquezas que jamás había visto, pero que, de algún modo, siempre se sentían ajenas. Con el tiempo, fui su esposa, su joya, pero también su prisionera. Los muros de aquella casa eran tanto un refugio como una cárcel, y en cada rincón sentía las miradas de sus antiguos amores, sus secretos inconfesables. Él me amaba, o eso decía, pero su amor era posesivo, oscuro, una red que me atrapaba y consumía lentamente. Ahora, me encuentro sola en esa misma casa, siendo la viuda de un hombre que dejó tanto poder como sombras. Y mientras su ausencia crece, yo también me transformo, en alguien distinta, alguien que él jamás pudo prever y empezando a luchar contra ese hombre que fue mi primer amor y ahora mi enemigo.
Arthur Zaens, multimillonario frío y desalmado que ha vivido en la oscuridad desde la desaparición de su esposa, dejándolo solo con sus dos hijas gemelas. Desesperado por encontrar una niñera que cumpla con sus estrictas expectativas, Arthur conoce a Lía, una ex escritora y editora recomendada por un amigo. Aunque su relación comienza de manera conflictiva, con discusiones y malentendidos desde su primer encuentro en un bar, Lía se convierte en la persona que poco a poco transformará la vida de Arthur y de sus hijas, desafiando su frialdad y cambiando su mundo para siempre.
Cassandra Morretti siempre ha vivido al filo, sumergiéndose en un estilo de vida desenfrenado donde el placer y el poder son sus únicas brújulas. Para ella, el dinero es solo un medio para conseguir lo que quiere, pero no es la llave de la felicidad. Con una actitud fría y calculadora, Atiende a manejar a los demás como si fueran piezas en un tablero de Aljedrez, segura de que todo en su entorno es una ilusión. Sin embargo, detrás de su fachada impenetrable, se oculta un deseo urgente. Recuperar la otra mitad de la herencia que le robó su propio padre. Para ello, necesita encontrar un marido, un hombre que esté dispuesto a entrar en su juego, aunque solo sea para cumplir con las formalidades. En el otro extremo de la ciudad, Elian Navarro, lleva una existencia humilde y agobiada. Sus días están marcados por largas horas de trabajo, luchando por proveer para su hermana menor, que nació con una discapacidad que requiere cuidados constantes. Elian ha renunciado a sus propios sueños, enfocado únicamente en asegurar que su hermana tenga una vida digna. Pero con las cuentas acumulándose y las opciones agotándose, el dinero se convierte en una necesidad apremiante, una carga que lo aplasta cada día un poco más. Cassandra necesita un esposo. Elian necesita dinero. Dos vidas que aparentemente nunca se cruzarían, pero que el destino, con su irónica sabiduría, está a punto de entrelazar de manera inesperada. ¿Qué sucederá cuando sus caminos se crucen? ¿Será este un pacto puramente transaccional o se esconderá algo más bajo la superficie?
No llegue a imaginar que la vida sería tan difícil de sobre llevar, sin embargo, veo que a muchas personas la va bien y a mí me va como si no era mi destino pertenecer en la tierra de los humanos. Primero debo soportar la mirada lasciva de los hombres, segundo batallar con lo que me acompleja a diario y tercero soportar estar junto a esa mujer del cual debo estar agradecida a pesar de la vida tan miserable que llevo viviendo junto a ella. Pero no todo es tan malo no después de a ver conocido a ese Hombre que, a pesar de parecer malo, odioso y cretino, es un ángel que necesitaba para lograr sentir que por lo menos puedo sonreír con sinceridad y agradecer a Dios por mandarme a la tierra a pesar de haber sido abandonada como un pobre cachorro sin hogar. Mi nombre es Bella. Puedo calificarme como una persona sencilla, y humilde. He pasado por circunstancias muy duras en la vida, pero sigo aquí intentando sobrevivir y ganar la batalla de la dura vida que llevo desde que tengo memoria.
Durante mucho tiempo creí que mi vida sería un jardín de rosas. Imaginaba días soleados, perfumados con el dulce aroma de la felicidad, y noches adornadas con estrellas que iluminarían mi camino. Sin embargo, la realidad me presentó algo muy diferente. En lugar de pétalos suaves, encontré espinas que se clavaban en mi piel, hiriéndome no solo por fuera, sino desgarrándome el alma con cada paso que daba. Mis ilusiones se desmoronaron una a una, dejándome sola en la oscuridad que nunca busqué ni deseé. Esperaba que mi existencia estuviera decorada con luces de alegría, pero, en cambio, me encontré atrapada en un pozo profundo de dolor y decepción. Vivía como una prisionera en mi propio infierno personal, donde cada decisión que tomaba parecía pertenecer a alguien más. Era como si todo lo que hacía estuviera diseñado para complacer a otros, para cumplir con expectativas que jamás me dieron la oportunidad de ser yo misma. Me sentía como un títere, forzada a mostrar sonrisas vacías, mientras por dentro mi alma se ahogaba en lágrimas que nadie veía. Cada sonrisa que esbozaba era una máscara, una fachada para ocultar el sufrimiento que me consumía poco a poco. Pero, con el paso de los años, algo cambió. En medio de esa oscuridad constante, una pequeña luz comenzó a brillar. Fue sutil al principio, casi imperceptible, pero poco a poco fue creciendo. Lo vi de nuevo, y fue como si el tiempo se desvaneciera y regresara a ese primer encuentro, cuando mis sueños aún estaban intactos. Su presencia me devolvió algo que creía perdido para siempre, la esperanza. Fue como si, en medio de mi desolado jardín de espinas, empezaran a brotar pequeñas flores, tímidas pero llenas de color. Mi corazón, herido y cansado, comenzó a creer que quizás, después de todo, las sonrisas que tanto había fingido un día podrían ser genuinas. A pesar de este destello de esperanza, no puedo engañarme a mí misma. La luz que vi en él, la paz momentánea que sentí en su compañía, puede no ser más que un sueño efímero, un espejismo en el desierto de mi realidad. Porque, desafortunadamente, mi vida sigue siendo lo que siempre ha sido, una lucha constante entre lo que deseo y lo que me ha tocado vivir.
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