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La Hacker del joven Abogado

La Hacker del joven Abogado

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Contenido

Rachel hackea la red social del interés amoroso de su cliente favorito, Dylan Maldonado, quien es un joven abogado. Sin embargo, el problema se presenta cuando al hacerlo, ambos se ven en la obligación de dejar sus vidas a un lado tras descubrir algo que nadie, absolutamente nadie, debía saber. Los sentimientos por el otro crecerán cada día así como la acción y el drama en su huida, ¿podrán Rachel y Dylan superar los obstáculos y estar juntos hasta el final?

Capítulo 1 Incentivo.

Narrador.

Una vez que Rachel entró al pequeño despacho de su cliente favorito, suspiró, pues él se encontraba sumido en un documento; con la mano puesta en su propia mejilla con esa pequeña barba al parecer recién cortada.

Dylan, un hombre guapo de ojos grises, de veintitrés años, recién graduado; había llegado a ella en su primer caso como abogado civil, para rastrear los fondos de una cuenta bancaria oculta del esposo de una cliente de Dylan.

Su primer encuentro fue rápido, pero aunque no lo admitieron en sus corazones ni en sus mentes de inmediato, hubo algo que los ató al otro.

Así que Dylan no había dejado de llamarla para cual complicación que se le presentara, sin entender muy bien por qué, una mujer como ella podía despertar algo tan nuevo para él.

Rachel no era una mujer común. A sus veinte años era una genio en la informática y excelente Hacker, y aunque tuviera mucho dinero por su impresionante e eficaz trabajo, no lucía como una chica con dinero.

Usualmente la morena de cabellos rizos color chocolate, usaba ropa holgada, chaquetas de cuero negro, marrón y gris, zapatos deportivos y solo brillo labial -gracias a la resequedad en ellos-.

Se sentía bien consigo misma de esa forma. Jamás hubo algo que la impulsara a cambiar y... no tenía que hacerlo solo para encajar con la sociedad, ¿verdad?

Esa era una de las cosas que a Dylan le gustaba de ella, como persona. Parecía no preocuparse por nada más que hacer un buen trabajo, mientras él tenía una agenda ocupada yendo al gimnasio en las mañanas, haciendo su tratamiento de skin care, cuidando lo que comía, luciendo siempre de punta en blanco, para tener una buena imagen y ganarse la confianza de sus nuevos clientes.

A veces Dylan veía a Rachel de reojo y deseaba intercambiar su personalidad con la de ella. La vida se veía más fácil... Pues mientras ella era decidida, astuta y dominante, él sobrepensaba, era sentimental y poco confiable para un trabajo pesado.

Irónico, ¿no? Dos personas completamente diferentes a pocos días de cambiar sus vidas para siempre.

-Entonces, ¿qué necesitas? -cuestionó Rachel sacándolo de su labor.

Dylan se sobresaltó dejando caer los papeles de un contrato que había redactado para un cliente, por lo que Rachel soltó una risita mientras lo ayudaba a recogerlos.

Ambos se miraron a los ojos y los nervios hicieron que se alejaran de inmediato, creando un ambiente frío.

La morena se tumbó en la silla frente al escritorio mientras metía las manos en su chaqueta de cuero negra y soltaba un exhalo.

-La... laptop se dañó, eh -dijo, mostrándole rápidamente el aparato.

-A ver... -La mujer tomó la laptop y al revisarla rodó los ojos-. ¿Qué te he dicho sobre transferir o descargar archivos de dudosa procedencia? -le reprochó.

El joven abogado se sintió avergonzado.

-No he insertado USB's ni CD's...

-Pero descargaste Major Crime en la web en lugar de la Playstore.

Dylan la miró con los ojos abiertos y cuando ella se burló de él con la mirada este no tuvo más opción que reírse.

La vio reír a ella también y aunque intentó concentrarse en sus papeles mientras la Hacker hacía su trabajo, cada cierto tiempo la miraba.

-Eh, Rachel... -la llamó, justo cuando ella estaba por terminar su trabajo-. ¿Qué vas a hacer ahora?

-¿Ahora, ahora? -Alzó una ceja-. Ir a comer... ¿Por?

Dylan no dijo nada, no pudo decirlo, se acobardó. Se sentía patético así que apenas le dio una sonrisa cuando ella le dijo que estaba lista su laptop.

-¿Y tú? -se atrevió ella, examinándolo.

-¿Yo qué?

-¿Qué vas hacer ahora?

-Terminar de leer el contrato para ver si no hay errores -ralentizó sus palabras, sintiendo nervios.

Rachel examinó todo el lugar. Parecía que no había traigo comida al despacho, así que se armó de valor.

-Ven a comer conmigo.

Dylan alzó la mirada, sorprendido.

Eso no había sido una pregunta, era una orden.

Y claro que la iba a seguir.

-Bien, bien, dame un momento...

Rápidamente guardó los papeles, se puso su sacó, tomó su cartera y le señaló la puerta para que ella se adelantara, pero Rachel nunca esperaba que él ni nadie actuase de manera caballerosa, así que ya se había adelantado.

Entraron al ascensor del edificio de mala muerte en donde Dylan tenía su despacho, se sonrieron con algo de nervios disimulados, y de repente, todo se detuvo.

-¿Qué está pasando? -El hombre de ojos grises tocó con ambas manos las paredes del ascensor.

-Carajos, se fue la electricidad -supuso la morena, empezando a preocuparse cuando encendió la linterna de su móvil y notó la cara de pánico de su cliente.

-¿Cuándo llegará la luz?, ¿podemos pedir ayuda? ¡Ayuda! ¡Por dios, soy claustrofóbico! -comenzó a gritar.

Rachel gritó por ayuda junto a él al saber este nuevo problema, pero nadie los escuchaba.

Era un edificio de veinte pisos, el despacho de Dylan estaba en el piso 15 y nadie frecuentaba los dos pisos anteriores o próximos.

Los minutos pasaron y ya ninguno de los dos soportaba el calor y frustración.

Llevaban más de diez minutos allí, y gritar por ayuda era en vano.

-No quiero morir tan joven -expresó el abogado, con la respiración agitada.

-Dylan, aquí nadie se va a morir. ¿Entendido?

Rachel intentaba sacar los pensamientos negativos de su cabeza pero en esa circunstancia que parecía eterna, era difícil. Ellos no podían morir allí, ninguno estaba preparado para eso.

-Rachel, no quiero morir... -le dijo. Sentía que su pecho se cerraba cada vez más-. Quiero adoptar un perro, ayudar a la gente a solucionar sus problemas, viajar, casarme, tener un hijo y...

-¡Dylan! -Rachel se acercó a él mientras este se deslizaba por la pared-. Cálmate cariño, ya... -comenzó a acariciar el cabello castaño de su cliente, tratando de darle calma con aquel apodo, sintiendo una punzada en su pecho-. Vamos a salir de aquí, no puedes rendirte ahora, respira conmigo ¿sí?

Lo miró y ambos respiraron profundo. Sin embargo, por más que el hombre hacía el intento de mantenerse estable, el oxígeno no era suficiente, y al hacerle falta, sentía que se ahogaba.

-R-Rachel...

-No, no, no...

Dylan se desplomó en los brazos de Rachel y esta se preocupó aún más; con su mano intentó echarle un poco de brisa mientras la cabeza de este descansaba en sus piernas, pero era absurdo.

El abogado estaba maldiciendo internamente al gerente por no pagar la electricidad a tiempo, porque la luz no podía irse así como así al menos que no la pagaran.

Parecía que el gerente utilizaba el dinero que Dylan y otros inquilinos pagaban en las mujeres que solía llevar los lunes y miércoles al último piso, porque hacía falta hasta los bombillos fuera de la residencia y en la mayoría de los pasillos.

-Háblame de ella, háblame de ella -le pidió Rachel, pero Dylan no entendía-. Háblame de esa chica, la que me hablaste hace unos meses -insistió, ayudándolo a sentarse en el piso.

La tercera vez que Dylan había solicitado sus servicios era para su teléfono celular, y sin querer había dejado una página abierta. Era la red social de una chica. Y antes de que Rachel pudiera preguntar, él le dijo que solo se estaban conociendo.

En la cuenta solo salía media cara de la chica y aunque eso le pareció extraño a Rachel, no le dijo nada.

-Ya... ella y yo... No ha-blamos...

La morena sintió algo dentro de ella encender ante eso. Pues la sonrisa que Dylan le había dado aquella vez al nombrar al chica parecía la de un hombre enamorado.

-¿Por qué? Cuéntame...

Su corazón latía ansiando saber la respuesta.

-Ella... no... No quiso verse conmigo, Ra-chel...

-¿Qué mujer no querría verse contigo? -se disgustó, sintiendo indignación por el hecho de que la chica le hubiera roto el corazón.

-Ella, al parecer... -Su respiración comenzaba a faltar de nuevo. Era como un vaivén-. Nunca vi su rostro...

-¿Qué? -Rachel se asombró-. ¿Mantuviste una relación a distancia con una desconocida?

-No fue... una relación -admitió-. P-pero... -Se tocó el pecho, sintiendo algo de dolor-. Me hubiera gustado... conocer-la... mejor...

Rachel pensó que Dylan era demasiado ingenuo y bueno para pertenecer a ese mundo en donde entre tantas cosas: ¡El gerente no pagaba la luz!

-Es una pena, y extraño -comentó Rachel, pensando en aquel programa de televisión que desmantelaba a los mentirosos en línea.

Guardaron silencio unos segundos más, pero esos segundos se convirtieron en minutos. Unos minutos insoportables en donde ya Dylan se veía muy mal, y Rachel trataba de ser fuerte para él. No iba a permitir que él muriera en un estúpido ascensor, de ninguna manera.

Tendría que morir el estúpido gerente de un infarto al ser encontrado con sus amantes, antes que ellos. Mucho antes que ellos.

-¡Ayuda! ¡Aquí! -gritó Rachel golpeado las puertas cuando escuchó a alguien del otro lado-. ¡Estamos encerrados! ¡Por favor! ¡Mi amigo es claustrofóbico!

-Rachel...

La morena jadeó llena de temor cuando el hombre le pidió auxilio con la mirada.

Sus ojos grises se estaban apagando de una forma en la que ella sintió que se le caía el mundo encima. Así que tomó su mano que se veía frágil y la llevó a su corazón.

-Prometo que si sales de esta buscaremos la manera de encontrarla...

Y al decirlo, el abogado cerró los ojos cayendo completamente desmayado.

Pero ella iba a cumplir su promesa, aunque se le partiera el corazón por ello.

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