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La hermosa greco-francesa Callista Kafieri está realmente histérica cuando su hermana gemela le suplica que vaya a L'enfer la manada de cambiaformas más grande del mundo tomando su puesto para la boda de la hija del amigo de su padre y por favores que le debía ha tenido que acatar la petición de su hermana al pie de la letra, además de que de no ser de ese modo Valentina iría a la cárcel sin la ayuda monetaria de su padre. Pero de lo que no tenía la menor idea Callista es que quizás encontraría un hombre áspero que hiciera lo que ella jamás pensó que un hombre pudiera hacer, dominarla.
Callie entornó los ojos fastidiada ante el ruido de la música.
La estaba desconcentrando, necesitaba terminar de escribir el capítulo de su novela y justo cuando tenía centenares de ideas tenía que asistir a esa jodida fiesta.
Maldito Keith.
Aunque su hermana también se merecía un poco de mierda.
¿Cómo había sido tan tonta?
Por su novio se metió en un serio problema del cual no podía salir con facilidad lo que la tenía de nervios, su hermana era la persona más importante para ella y por eso odiaba a Keith Piters.
De todas formas no hubiese estado allí de no ser porque le debía un favor a Valentina, le molestaba el tumulto y el ruido. Alzó la vista de su móvil sintiendo una pesada mirada encima y frunció el ceño al no ver a nadie a su alrededor.
Se había apartado lo suficiente de dónde se estaba celebrando la boda sin embargo la música la perseguía.
Volvió a fijar su vista en el teléfono tecleando con rapidez sus ideas hasta que una voz detrás de ella la puso en alerta.
- ¡Valentina...!
Suspiró con cansancio antes de guardar el teléfono y darse la vuelta.
Si bien cuando había llegado había visto a un puñado de hombres cambiaformas ese que estaba junto a su padre le robó el aliento como ningún otro.
¿Acaso podría haber un hombre más perfecto sobre la faz de la tierra?
Su cara seria pero hermosa como la de un ángel, sus labios fruncidos sin embargo apetecibles para cualquier mujer con pulso, un par de musculosos brazos cruzados que la hacían humedecer de solo imaginar tocarlos y sus ojos grises oscuros que la taladraban a distancia la hicieron volverse muda por unos instantes, cosa difícil para ella que la mayoría del tiempo era parlanchina.
Si los ángeles son tan bellos como él no tengo miedo a pecar.
-Valentina, él es...
-135 -Lo cortó él.
OH JO-DER.
Callista casi pudo asegurar que las bragas se le habían humedecido por completo.
Esa voz era tan excitante, él era como un sueño erótico del cual hace mucho tiempo se había olvidado.
Para cuando estuvo a un paso de 135, ella pudo ver lo alto y fuerte que era, entonces deseó estar entre sus brazos imaginando como se sentiría su olor impregnado en el de ella.
¡Qué hombre!
-Yo soy Valentina Kafieri -Sonrió con picardía y le tendió la mano.
Necesitaba su toque más que nada sin embargo él estaba ahí mirando vacilante su mano antes de arquear una ceja pero en unos segundos ya estaban estrechándolas.
Callista miró su mano grande y pensó en todo lo que podía hacer esa mano con ella.
De repente comenzaba a hacer calor, ella lo deseaba, la noche comenzaba a parecer interesante nada de lo que se hubiera imaginado antes.
-Así que ¿Eres un gato o un perro? -Preguntó con voz seductora.
Él soltó su mano y Callista se sintió decepcionada y vacía lejos de él, tanto que no pudo ver cuando su padre la fulminó con la mirada.
Quizás estaba haciendo muy bien el trabajo de suplantar a su hermana porque eso había sonado demasiado a Valentina.
-Felino -gruñó molesto recalcando la palabra.
No era ni un gato ni un perro, su gen implantado había sido el de un tigre de bengala y tanto a él como al resto de los suyos odiaba que le llamaran gato.
Pero a ella no prestó atención a su enfurruñado ceño, simplemente le había encantado su voz que aunque masculina y dura tenía matices suaves y dulces.
-Así que un gatito...
Sin el menor pudor deslizó el dorso de su mano por uno de sus bíceps hasta llegar a su hombro.
Se moría por tocarlo.
Lamentablemente su padre apartó su mano de un tirón y sonrojada alzó la vista al hombre quien la miraba con la mandíbula tensa.
Vale me he pasado un poco... o tal vez mucho.
- ¡No seas tan desvergonzada Valentina! Y vámonos ya, debo hablar contigo.
-Venga papá, pero si has sido tú quien me ha invitado a venir, ¿Por qué no nos quedamos a conocer a los invitados?
Le guiñó el ojo al hombre, fue allí cuando su cara seria se convirtió en una máscara de incredulidad que casi la hizo reír.
Él parecía no estar acostumbrado a que una mujer le coqueteara.
¿Pero es que las mujeres a su alrededor estaban ciegas? Yo nunca en mi vida he visto a un ser más hermoso.
Su padre apretó la mandíbula y tomó su brazo haciéndola caminar para apartarla del misterioso hombre de pocas palabras.
-Te veré luego 135.
Él no habló.
Pero si siguió con la vista a la mujer atrevida, de lo que ella se dio cuenta al voltear una vez más a verlo.
Callista soltó una carcajada y se despidió moviendo su mano como haría una niña, le daba igual lo que pensara de ella, total, nunca lo vería otra vez y se había divertido incomodándolo.
135 por su parte estaba intrigado por ella, era extraña y sobretodo muy, muy hermosa además de que tenía un olor tan dulce y atractivo, sus insinuaciones lo hicieron endurecer sumándole su toque desprevenido y sensual, seriamente tuvo que controlarse para no saltar sobre ella y besar su dulce boca o tan siquiera rozar su tersa piel que lo llamaba con premura.
Cálmate 135, vas a volver a verla.
Y con este pensamiento relajó los músculos antes de dejar escapar un suspiro y comenzar a andar.
*
- ¡¿Qué crees que haces tú y tu hermana?! ¡¿Creías que no te reconocería Callista?!
-Pero un poco tarde ¿A qué sí? -Preguntó con diversión ella.
Su padre estaba furioso pero poco le importaba, no podía sacarse de la mente a ese lindo gatito que había dejado atrás.
A pesar de que su hermana y su padre le hubieran hablado sobre los cambiaformas ella nunca había imaginado que todos fueran tan endemoniadamente guapos.
Como me hubiese gustado que me...
- ¡¿Estás escuchando lo que te digo?! No volverás a L'enfer, vine aquí con Valentina, ¡Entonces llego aquí y me doy cuenta que eres tú!
-Culpable -rió al ver la cara de su padre histérica.
Theo calmó sus ganas de estrangular a su hija menor y continuó hablando.
-Ese hombre va a hacer el esposo de tu hermana así que...
Pero ella no pudo escuchar más.
¡Jodida mustia con suerte!
Apenas hace rabiar al viejo por escapar con su novio ladrón por una noche y su "castigo" es casarse con un jodido Dios griego, ¡Yo llevo toda mi vida tocándole las pelotas y mi castigo era ser desheredada!
¿Pero quién necesita una mierda de Theo Kafieri?
Callista se giró para largarse de una vez de ese lugar hecha una furia, si Tina iba a tener a ese hombre como marido pues que le aprovechara, ella al menos se había librado de toda esa mierda del matrimonio ¡Gracias a Zeus! Porque ella exactamente no se veía como una mujer casada.
Ante aquel pensamiento casi tuvo ganas de reír.
¿Ella? Callista Helena Kafieri Gautier nunca iba a casarse, eso era algo de lo que estaba segura.
- ¿Dónde vas?
-A mi casa, como ya sabes quién soy podrías ir a por tu hija favorita para que se case cuanto antes.
Sin dejarlo hablar salió a toda prisa de L'enfer.
Estiró sus brazos sobre su cabeza antes de sacar unos lentes de sol y colocárselos sobre sus ojos.
Ya ella había hecho lo que debía, ahora que Tina se encargara del resto.
Ella no tenía la culpa de que su padre la descubriera.
Callista sonrió de lado al imaginar la cara que pondría su hermana gemela al enterarse que debía dejar a Keith definitivamente y casarse con un hombre del cual no estaba enamorada pero que era absolutamente perfecto.
Yo no me quejaría en lo absoluto.
Sus pensamientos de desviaron proyectando la hermosa cara de 135, su cuerpo, su pelo, sus ojos.
Inevitablemente suspiró dándose un golpe mental.
¿Qué mierda te pasa Callista? ¿No qué odias el matrimonio? Compórtate ante tu patosa afirmación.
Sin embargo no podía, había algo en él que la atraía como una abeja a la miel.
Inevitable, sublime y embriagador.
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