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Mi fiesta de quince años, el sueño de toda chica en México, se convirtió en una pesadilla de fuego y traición. Todo se arruinó cuando Camila, una influencer de moda, irrumpió con pirotecnia casera y, en un horrible accidente (¿o fue a propósito?), mi vestido y mi piel ardieron. Desperté en mi habitación, quemada y con dolor insoportable, solo para presenciar cómo mis propios hermanos, Mateo y Leo, y mi mejor amigo, Rodrigo, me daban la espalda, obsesionados con Camila y sus supuestos "trucos para el éxito". Abandonada y herida, me arrastraron al oscuro sótano de mi casa. No entendía cómo aquellos que juraron protegerme ahora me trataban como basura, mientras idolatraban a la mujer que me destruyó. Mi corazón gritaba: "¿Por qué? ¿Qué pasó con nuestra lealtad, con nuestro amor?". Pero en medio de la oscuridad y del dolor, un pequeño sol, un dije sagrado de mi madre, me recordó que no me quebraría. Si este era su juego, yo aprendería a jugarlo mejor.