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Serie Chicas guerreras I. ¿Podrá él ser la luz que brille en su oscuridad? Venus es una futbolista de éxito. Delantera del equipo de fútbol femenino de la universidad, está muy unida a su familia y amigos. Aunque no todo es de color rosa en su vida; por las noches le atacan las pesadillas hasta dejarla sin fuerzas. Maxwell, un exitoso youtuber e influencer, cree tener el mundo a sus pies. Sin embargo, todo se va a pique cuando se ve obligado a trabajar con Venus, esa misteriosa mujer que tanto lo intriga. Poco sabe de la persona que se encuentra bajo esa apariencia de "marimacho" hasta que se ve arrastrado a su mundo plagado de oscuridad y miedo. ¿Qué pasará cuando ambos mundos colisionen? ¿Será Maxwell todo lo que Venus necesita para dejar su pasado traumático atrás o su oscuridad destruirá todo lo que hay a su alrededor?
Me sentía estafada.
Me había pasado toda la niñez y adolescencia escuchando historias sobre jóvenes que se desfasan y que beben hasta la inconsciencia, que viven el aquí y el ahora y que, incluso, encuentran a su media naranja.
La universidad no era como esperaba.
Había empezado a estudiar Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad de Catrina, en Nueva York, como lo había hecho Kevin, mi hermano mayor. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no satisfacía todas mis necesidades, puesto que el programa de fútbol femenino no era lo que esperaba. Por eso, mamá y yo nos habíamos pasado todo el curso en la búsqueda de la universidad que me ofreciera todo lo que deseaba.
Al año siguiente estaba allí, en Carolina del Norte, viviendo en un piso compartido con Destiny, mi mejor amiga de toda la vida. Había pensado en más de una ocasión que aquello era una locura, como lanzarse a unos leones hambrientos. Estaba lejos de mi familia, dependía únicamente de mi sueldo, estaba a miles de kilómetros de casa, en un Estado que apenas conocía... pero, por fortuna, estaba bien.
O eso creía.
-Venus, tenemos un problema.
Ni siquiera me dio tiempo para descalzarme ni para ponerme cómoda. El entrenamiento me había dejado baldada y lo último que quería era escuchar uno de sus dramas exagerados. Quería mucho a Destiny, pero a veces podía ser toda una reina del drama.
-¿Qué ha pasado? -le pregunté tirando la mochila de deporte al suelo y acercándome a ella. Estaba en la pequeña isla, copa de vino en mano. Apenas eran las nueve de la noche y ni siquiera habíamos cenado. Solo esperaba no tener que lidiar con su personalidad borracha. Odiaba que se me pegara e intentara besarme y darme abrazos; no era de ese tipo de mujer.
-Maxwell Bristow.
Puse los ojos en blanco. ¡Cómo no!
-¿Qué ha hecho esta vez?
-Qué no ha hecho, dirás. Ha subido una storie a su Instagram en el que se veía cómo me tropezaba con mi sombra y, lo peor de todo, ¡me ha taggeado! ¿Se puede ser más idiota? Por su culpa me ha empezado a escribir muchísimas personas aleatorias burlándose de mí y ya sabes lo que odio que hagan eso.
Maxwell era un idiota engreído que se creía el rey del mundo, un Dios superior, por tener un canal de Youtube con muchos suscriptores y miles de seguidores en sus redes. Por desgracia para mí, estaba estudiando el mismo grado que yo y compartíamos más del sesenta por ciento de las asignaturas. Lo único que me alegraba era que no tenía que verle el careto en todas.
-¡Qué cabrón! -siseé-. ¿No le has dicho algo al respecto?
Mi amiga se encogió de hombros.
-No he podido, pero te prometo que mañana le cantaré las cuarenta. Así no se trata a una dama.
Tenía razón. Destiny no le había hecho nada en los dos años que llevábamos allí; es más, ni siquiera había cruzado palabras con él, rodeado siempre de su séquito.
Saqué el plato de legumbres que había preparado el día anterior de la nevera y lo calenté en el microondas mientras escuchaba cómo aquella mujer preciosa soltaba sapos y culebras de su boca. Era muy guapa y sabía que varios chicos de nuestra clase suspiraban por ella. En los años en la que la conocía, no la había visto con ningún chico ni enamorada, aunque la entendía; yo era igual que ella. No me gustaba inmiscuir a nadie en mi vida, más que nada porque no me gustaba hablar de mí misma.
-Y si se ríe o sus amigos le ríen las gracias, juro que hundiré su carrera como influencer de pacotilla -declaró.
Cenamos juntas y nos pusimos al día. Mi horario podía ser una completa mierda y es por eso que en ocasiones, pese a vivir y estudiar juntas, apenas podíamos hacer una vida universitaria normal. La envidiaba. Fantaseaba con tener una vida como la de cualquier otra chica de mi edad, con sus problemas y sus cosas buenas, pero no podía, no lo era.
-¿Qué tal el entrenamiento? ¿Ha vuelto a haber otro altercado con los del equipo de fútbol masculino? -preguntó cuando estábamos apurando el postre.
Tensé la mandíbula.
-No me hables de ellos, por favor. Son unos primitivos que solo piensan en sexo y chicas guapas. Ya sabes que las del equipo femenino no les caemos bien porque se creen superiores y mejores jugadores, pero, nena, te digo que Ashley es mejor portera que Logan.
-Lo sé. Esa tía tiene un don para frenar cada intento de gol.
Era cierto. Teníamos mucha suerte de contar con ella. No solo era buena en el campo, era una de las chicas con las que mejor me llevaba.
Torcí el morro al pensar en los chicos.
-Esta tarde Carter, el capitán, se ha picado por una tontería que ha dicho otro de sus compañeros y la ha pagado con nosotras.
-A ver si adivino. ¿Otra vez os ha llamado marimachos?
Tensé la mandíbula. Me parecía tan rastrero y triste que a día de hoy por que una chica jugase al fútbol y fuera menos femenina fuera etiquetada de aquella manera. ¿Acaso las chicas no podíamos soñar con jugar en las grandes ligas? ¿Acaso solo era un juego de niños?
-Odio que los tíos nos llamen así solo porque tienen miedo de que seamos mejores que ellos. Te juro que, de hacer un partido mixto, chicos contra chicas, estaría muy reñido y no sabría decirte quién ganaría.
-Yo también odiaría que me insultaran de esa manera y de que, además, intentaran humillarme como cuando era pequeña.
La mirada se le nubló y, durante unos segundos, aquel brillo que tanto la caracterizaba se esfumó por completo. Destiny lo había pasado muy mal de pequeña, cuando su secreto salió a la luz, cuando decidió hacer el gran cambio. En Nueva York había muchas personas que rechazaban su naturaleza y, por ello, no dudó cuando le propuse mudarnos e irnos a otro Estado diferente. Atrás se quedaron las burlas y el que la señalaran con el dedo solo por ser diferente al resto.
Ahora era más feliz, con ese brillo en los ojos refulgiendo con fuerza. Se mostraba tal cual era y, si bien el miedo a que la rechazaran y descubrieran su secreto estaba ahí presente, no vivía en el pasado, no como yo. Sentía tanta envidia de ella. Si ni siquiera podía descansar tranquila por las noches.
Le di un abrazo fuerte para evitar que pensara en todo lo que había tenido que pasar.
-No te preocupes. Es algo a lo que ya estoy acostumbrada. Son solo unos estúpidos que se creen lo más de lo más porque la universidad los trata como si fuera su mayor tesoro.
La vida universitaria me gustaba y mi carrera me parecía muy interesante, os lo juro; pero esa discriminación que sufríamos las chicas del equipo femenino de fútbol, uno que, por cierto, había jugado las finales nacionales y asistido como equipo invitado a los mundiales de fútbol femenino, no me parecía nada justa. Éramos tan buenas como los chicos, pero eso no le interesaba a los de arriba. Una clara evidencia era la escasa asistencia que había en cada partido que jugábamos debido a la poca publicidad que se nos daba mientras que los chicos eran vistos como verdaderos Dioses.
Sí, todo era una puta mierda.
Arrugó el morro.
-Odio todo eso del sexismo. ¿Por qué el fútbol no puede también ser de chicas y el baile de niños?
La señalé con el dedo.
-¡Es que es eso! Vamos, mi hermano mayor es uno de los mejores bailarines que conozco y estoy muy orgullosa de él. No es algo malo que le guste, pero, por desgracia, aún a día de hoy si eres chico se espera que hagas cosas de chicos, como ser fuerte, no llorar y hacerte el héroe -me quejé-. Son unos estereotipos de mierda. ¿Por qué, siendo mujer, tengo que soñar con ser una princesa y esperar a que mi príncipe azul me rescate? Soy fuerte y valiente, y no necesito que nadie viva mil aventuras por mí, que ya me rescato yo sola. Soy la heroína de mi propio cuento.
-Me encanta ser tu mejor amiga. En el futuro sé que harás grandes cosas y motivarás a miles de niñas a perseguir sus sueños a pesar de que estos no sigan los estereotipos que la sociedad ha impuesto en las mujeres. #VenusQueen.
Tenía razón. La sociedad necesitaba aprender que las mujeres también podíamos ser unas guerreras y se necesitaban más modelos a seguir, como lo era mi hermana mayor Maddie. Pese a todo lo que había vivido en su infancia, ahí estaba, frente al cañón. No solo estaba triunfando en Broadway y había tenido varios papeles secundarios en películas exitosas; cuando yo era pequeña su madre apareció así como así y armó mucho revuelo en nuestra familia. No sé cómo había tenido el valor para dar el paso e intentar llevarse bien con ella. El mundo necesitaba más heroínas así y no las que mostraban las películas y los cómics de Marvel, vestidas con falditas y con cuerpos envidiables. Cada mujer era preciosa y debía ser valorada tal cual era.
-Ya sabes cuál es mi opinión al respecto.
-Lo sé, lo sé.
Terminamos de cenar y fuimos hacia la pequeña sala de estar. Me encantaba aquel piso de alquiler. Había sido toda una suerte haberlo encontrado cuando estábamos desesperadas por dejar atrás parte de nuestro pasado y vivir el presente. Me encantaba que tuviera un baño privado en mi propia habitación, que no tuviera que compartirlo con nadie. Me había acostumbrado, desde pequeña, a tener que esperar a Kevin o mamá, aunque cuando mi hermano mayor se marchó para vivir con su mujer, Hayley, me di cuenta de que la que de verdad tardaba era mamá. Estaba claro que eso de arreglarse siempre no lo había sacado de ella, si bien había aprendido a maquillarme gracias a todos sus consejos y a los que Maddie me dio cuando pasé por la etapa de la adolescencia.
Vimos un capítulo de una serie que nos había enganchado a las dos hasta que Destiny se levantó estirándose como un gato.
-Me voy a la cama. Ha sido un día intenso y estoy echa polvo. No te acuestes muy tarde. Sé que mañana tienes clase muy temprano.
-Sí, mamá -la piqué sacándole la lengua como una niña pequeña.
Soltó una risita antes de despedirse de mí con un beso estruendoso en la mejilla. Era una de las pocas personas a las que dejaba acercarse tanto a mí y con las que podía permitirme el lujo de bajar la guardia y estar a gusto. Era muy selecta con mi grupo de confianza y no dejaba que cualquiera entrara en él. La vida me había enseñado por las malas que no siempre podría fiarme de cualquiera.
Me quedé viendo la grabación del último partido que había jugado para comprobar qué habíamos hecho bien y qué no. En ese aspecto era muy perfeccionista y no me gustaba que hubiera errores que podían habernos otorgado una victoria de haberlos hecho bien al comienzo.
Para cuando me fui a la cama estaba muy agotada, aunque eso no me quitó las ganas de hacer mi pequeño ritual antes de acostarme: mirar dentro del armario, en el zapatero y debajo de la cama. Era muy tiquismiquis con mi rutina de sueño y sabía que no dormiría tranquila de no hacerla. Leí un par de capítulos de esa novela policiaca que había empezado hacía unos días antes de adentrarme en el mundo de la oscuridad y de las pesadillas.
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