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+18 Bastian Derrick defiende su orgullo a toda costa, y más si se trata de Dylan Henry, aquella niña odiosa que tanto le molestaba en su juventud. Es una pena que después de tanto tiempo, aquella niña se ha convertido en una mujer que hace que sus pensamientos se vuelvan un lÃo. ¿Qué pasará si el juego que crean se hace en contra de ellos? Atrévete a descubrirlo.
-Dylan llegará en una hora, debes ir por ella -su padre Francis Derrick, una montaña en ciudad, su altura afortunadamente fue heredada, pero no tanto como su encanto y empatÃa por las personas, para Bastian no le era agradable tratar con personas, especialmente si se trataba de Dylan. Francis le miró con reproche al notar que sólo desvió la mirada para ignorar por completo lo que le estaba diciendo-. Y debes ir tú, Barrick no está, sabes perfectamente que tampoco maneja.
SÃ, asà es, Barrick Derrick, para su padre le pareció divertido hacer una combinación de nombres extraños para que seguramente la familia, amigos y desconocidos se burlaran de su hermano, aunque no le molestaba en lo absoluto, después de todo Barrick era irreverente e idiota, lo odiaba.
Incluso una vez más, a Dylan Henry, quien también se describÃa como una mujer sin vergüenza, es por ello por lo que su hermano y ella tenÃan tan buena amistad.
- ¿No puede tomar algún tipo de transporte que la traiga hasta este lugar? ¿Cómo se llaman? -entrecerró los ojos fingiendo pensar-. Oh sÃ, se llaman taxis, y hay muchos en el aeropuerto.
-Sólo ve por ella -reclamó una vez más su padre al verlo levantarse para partir, no lo dejarÃa irse a menos que hiciera lo que le decÃa, y entonces supo cómo hacerlo fastidiar-. Recuerdo a un niño que le gustaba...
-Corrijo, nunca me gustó, sólo era una niña interesante, una tonta, muy torpe, estúpida, distraÃda niña.
Otra cosa más en su lista no negaba que era adorable de niña, más si él era más grande que ella, en los dos sentidos tanto de edad como de altura, y alguien tan pequeño y frágil le atrajo, especialmente porque siempre fue tan inocente y logró hacer con ella lo que quisiera.
No lo mal piensen, le pedÃa que trajera cosas tal como un perro, o masajear su espalda luego de terminar sus prácticas de béisbol.
-Deja de hacer un berrinche tan infantil y ve por ella -gruñó por última vez antes de salir de la casa para trabajar. Su padre era dueño de una pequeña empresa que los hacÃa ganar lo suficiente para que él pudiera darse sus lujos, asà como su hermano que nunca se encontraba en casa sino viajando. Francis volvió a abrir la puerta y asomó su cabeza por unos segundos-. Y más te vale que la traigas en una pieza, porque su madre nos la ha encargado. Y quiero verlos temprano para cenar.
Bastian enarcó una ceja ante su amenaza y asintió finalmente. Dylan también siempre habÃa sido eso, torpe y distraÃda lo cual ya confesó que sà le agradó en un principio, pero claro, sólo cuando eran niños, luego creció y comenzó a ser odiosa, al hombre de cabellos cenizos no le agradó y finalmente comenzó a alejarse, e incluso para cuando ella entró a la misma Preparatoria que él, decidió continuarla en una extranjera para no tener que soportarla. Barrick, por su parte era otro idiota que también se habÃa vuelto odioso después de la muerte de su madre, es por ello por lo que creÃa que seguÃa viajando después de tanto tiempo.
Sus pensamientos lo llevaron a subirse al auto y dirigirse hacia el aeropuerto con la velocidad al mÃnimo, podÃa ir por ella, pero si en el transcurso de ese favor le hacÃa la vida imposible, lo harÃa.
Desde que tenÃa memoria su familia y la de Dylan se unió, e incluso más luego de la muerte del padre de la mujer, que también pensaba que conllevó a que ella fuera tan estresante. Veranos largos en la casa de los Henry, vacaciones, fiestas, reuniones, siempre estaban ahÃ. Afortunadamente ahora con sus 25 años tenÃa la decisión de no verlos y quedarse en casa el mayor tiempo posible o haciendo lo que fuera, menos ahÃ.
Llegó al aeropuerto una hora y media después, sólo para estacionarse y entrar por las puertas recibiendo toda mirada alguna de las mujeres. En un principio cuando conoció el poder que tenÃa sobre las mujeres le incomodó que eso sucediera, pero luego cuando su deseo creció no dudó ni un segundo en aprovecharse de eso, a cualquier mujer que quisiera tomar lo hacÃa y sin necesidad de sentirse mal, no habÃa mujer que rechazara su cuerpo y eso le gustaba.
De casi dos metros, con cabello cenizo y ojos verdes, él sabÃa perfectamente que era eso, perfecto.
Observó el increÃble repertorio que tenÃa frente a él, las mejores chicas que podÃa encontrar eran las recién llegadas al paÃs, aquellas que sólo querÃan un tour hacia su miembro, sin rechistar ni problemas. La mirada del hombre se dirigió hacia una mujer alta de largo cabello azabache y un exquisito trasero redondo que meneaba al esperar su maleta. Vestida como una secretaria, sus deseos más intensos se incrementaron al imaginar a la mujer pasearse por una oficina y pedir por clemencia para un aumento.
Con aquel andante audaz y gracia, se acercó a ella, tocó su hombro y con una voz grave habló sobre su hombro.
-Bienvenida a Canadá -el aroma masculino entró por las fosas nasales de la mujer y una excitante punzada viajó a través de todo su cuerpo.
Ella giró sólo unos segundos para que su vista periférica se encontrara con el hombre que le hablaba. Enarcó una ceja cuando se dio cuenta de quién se trataba.
-El gran Bastian Derrick -sonrió de lado deslumbrando una sonrisa perfecta, que de manera similar el mencionado hizo, sólo que la suya era cÃnica.
- ¿Te conozco? -enmarcó una ceja imaginando si ese cuerpo ya se lo habÃa comido antes y negó con lentitud recordando que en ningún momento aquellos brazos delicados le abrazaban con fervor pidiendo clemencia.
-No es posible que no me reconozcas -rio girando por completo. El hombre entonces la examinó una vez más, de hermosos ojos oscuros, labios carnosos que deseó probar, y una larga lÃnea de piel que llevaba a una camisa nude con gran abertura en el área de los pechos-. Sigues siendo el mismo imbécil de siempre.
- ¿Disculpa? -preguntó intrigado, frunció el ceño enfadado y escrudiñó más en su rostro-. ¿Dylan?
-Ay mi amor, no es posible que no me hayas reconocido -Bastian volvió a echarle un ojo y enarcó las cejas en grande, no podÃa creer que aquella niña odiosa y fea, habÃa perdido la "o" y ahora era una completa diosa, de largas piernas que imaginó tener como aretes-. Cierra la boca amor, las moscas pueden entrar. Trae mi maleta, estoy hambrienta.
Señaló su maleta con un dedo y comenzó a caminar tambaleando su exuberante cuerpo que sabÃa perfectamente estarÃa observando.
Y de pronto él también estuvo hambriento.
- ¿Cómo está Naomi? -murmuró intentando despejar sus pensamientos. Incluso dentro del auto no podÃa dejar de verla de reojo. La tenÃa ahÃ, sin saber cómo reaccionar y al verla quitarse los zapatos y colocar los pies sobre el asiento para que su falda entonces se ajustará para mostrar su profunda curva, supo que ella tampoco podÃa dejar de verlo, sabÃa perfectamente lo que hacÃa, de eso estaba seguro.
-Bien, dijo que llegarÃa la siguiente semana y me pidió venirme antes -Dylan elevó la mirada hacia él y sonrió con ternura. Bastian sólo logró asentir con la cabeza y continuar con la mirada hacia el camino-. ¿Y tú? ¿Qué hay de nuevo? Es decir, hay mucho de nuevo en ti, en especial porque te ves realmente bueno, en todos los sentidos, ¿qué talla eres de zapatos?
Resopló por unos segundos, seguÃa siendo aquella niña odiosa que no tenÃa pelos en la lengua para decir todo lo que pensaba. La miró por unos segundos y continuó en el camino.
- ¿Mi talla de zapatos? -preguntó incrédulo.
-SÃ, ya ves que dicen que, con la talla de zapatos, puedes conocer el tamaño de su pene -ahogó un gruñido incómodo cuando terminó la frase y la volvió a mirar, ella sólo sonrió una vez más triunfante de hacerlo sentir nervioso, y es que Bastian ya se encontraba ansioso, y de pronto sonrió jocoso.
- ¿Y por qué no mejor me pides que lo saque para que puedas admirar su largo? -ella soltó un silbido al clavar la mirada en su entrepierna.
-Por la manera en la que se aprieta contra tu pantalón, puedo darme una idea -murmuró acercándose a él para pellizcar su miembro. Bastian se sobresaltó por unos segundos.
«La misma niña odiosa, más sexy y caliente. »Su subconsciente delató sus intenciones, no querÃa contestar grosero, y si no era ello, serÃa otro tema que decidió hablar.
-También bailo bien, ¿sabes?
-Oh vaya, que rico -rio. Los hombres que sabÃan bailar seguramente tenÃan enormes posibilidades para ser increÃbles en la cama-. ¿Es una invitación a bailar?
-Quisiera llevarte a bailar, sà -comentó divertido y despegó su mano derecha del volante sólo para colocarla sobre la rodilla de la chica, ella abrió un poco las piernas casi de inmediato. La mano de Bastian viajó con lentitud sobre su muslo interno hasta llegar al borde de su falda, le miró por sobre el hombro y sonrió de lado.
Aquella mirada la hizo derretirse y comprendió a lo que se referÃa, subió su falda un poco más hasta quedar al descubierto para él. Bastian bajó más la mano, y tocó la fina tela que ya se encontraba mojada, masajeó con tres dedos su cuerpo y la escuchó dejar escapar un suspiro.
Con la mirada en el camino, pero su concentración no estaba del todo ahÃ, sólo la querÃa ver retorcerse por el deseo, y gemir sobre su cuerpo.
Las delicadas manos de Dylan tomaron su brazo y supuso que era una invitación a seguir.
Retiró hacia un lado la tela de su ropa interior y tocó los pliegues de la mujer que soltó otro suspiro más, los abrió con dos dedos y el del medio comenzó a masajear su clÃtoris, presionando y moviéndolo con tranquilidad, en su lugar Dylan intentaba controlarse para que las personas fuera del auto no se dieran cuenta de lo que ocurrÃa y en un semáforo, entre risas Bastian colocó el aire acondicionado cerrando las ventanas.
No sin dejar de hacer su trabajo de darle placer a la mujer a su lado, en cuanto las ventanas cerraron, ella recostó la cabeza hacia atrás y esperó a que la penetrara con el dedo-. ¿De verdad crees que lo voy a hacer?
Rio separando su mano para ponerla en su propia pierna observando el semblante molesto de la mujer.
-No me vas a dejar asÃ, ¿verdad? -reclamó haciendo un puchero.
-Puedes tocarte, no juzgo -la miró por unos segundos y llevó sus dedos a la boca probándolos-. Exquisita.
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